Tiempos turbios
Desconfianza, injusticia, desasosiego, irritación, incredulidad, sensación de malestar e inseguridad… Un mercado en el que los precios se elevan de manera descarada, condiciones climatológicas altamente preocupantes, demasiadas guerras que llegan de manera imprevista junto a otras que no cesan, planes frustrados, desvergüenza política en un grado insospechado, diferencias sociales cada día más acentuadas… Y así se podría engrosar un largo repertorio al que seguir añadiendo, hasta rellenar páginas, sentimientos y realidades que nos invaden cada día, en una etapa de la vida que casi no nos ha dado un respiro desde que nos dominara la pandemia.
Sin pretender ser pesimista, la realidad es que corren tiempos azarosos y convulsos, circunstancias que nos llevan a soltar la voz como Don Quijote aunque no tengamos la intención de recrear años tan distantes: «Dichosa edad y siglos dichosos aquellos a quien los antiguos pusieron el nombre de dorados, y no porque en ellos el oro, que en esta nuestra edad de hierro tanto se estima, se alcanzase en aquella venturosa sin fatiga alguna, sino porque entonces los que en ella vivían ignoraban estas dos palabras de tuyo y mío (...) Las claras fuentes y corrientes ríos, en magnífica abundancia, sabrosas y transparentes aguas les ofrecían. En las quiebras de las peñas y en lo hueco de los árboles formaban su república las solícitas y discretas abejas, ofreciendo a cualquiera mano, sin interés alguno, la fértil cosecha de su dulcísimo trabajo» (El Ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha). Obra excelsa, ésta de Cervantes, en cuya relectura es posible confundir la fantasía con la realidad.
Y es que a veces, más parecería que existimos en un sueño y no que habitamos realmente, por lo que no es difícil encontrar analogías a pesar de vivir momentos tan dispares, en los que las semejanzas se hacen patentes. Se palpa la desesperación en el campo y en las ciudades, estamos presenciando una evidente fragilidad mental de la población que resulta especialmente preocupante en unos jóvenes que, inmersos en la cultura de la inmediatez, están invadidos por una baja autoestima y una insatisfacción continuada. Carencia de valores reflejada en una sociedad que vaga sin rumbo.
No puede faltar nuestra colaboración, en la medida de lo posible, para poder dar pasos firmes y tener esperanza en un futuro que, a pesar de dibujarse incierto, contribuya a darnos la calma necesaria para que reine el optimismo del que nunca debimos carecer.