Euroescéptico no se nace, se hace
El curioso cometido de la economía es enseñar a los hombres lo poco que realmente saben sobre aquello que imaginan que pueden diseñar”
A lo largo de las últimas semanas, con motivo de los comicios al parlamento europeo celebrados el pasado 9 de junio, se han vertido en los diferentes medios de comunicación innumerables críticas para todos aquellos que defienden y sostienen un discurso en contra de la actual Unión Europea y la tendencia política y económica que está trazando en el presente y que, parece ser, seguirá llevando a cabo en el corto y medio plazo. Este artículo no trata de posicionar al lector en un lado o en otro del discurso en referencia a como debería ser la Unión Europea, sino a intentar comprender los motivos por los cuales aquel proyecto de unión económica y social cada vez ilusiona menos. ¿Cuáles son los motivos por los que ha perdido fuerza el proyecto?
Muchos son los motivos que aluden los llamados «euroescépticos» que dejan de manifiesto la fragilidad y debilidad por la que atraviesa la Unión Europea en estos momentos y, además, los datos y las cuentas cada vez parecen estar más de su lado y sin embargo, por otro parte, los cuentos y los discursos vacíos comienzan a arraigar de forma muy negativa y bastante peligrosa para los intereses de todos los europeos.
Europa pierde a pasos agigantados la hegemonía económica y social que desde tiempos inmemoriales tuvo ya que, desde hace varios años no es la zona geográfica más rica del planeta, tampoco la más productiva y ni mucho menos un espejo en el ámbito social en el cual mirarse. Europa está en decadencia, es un hecho fácil de aceptar, pero… ¿Fácil de combatir, fácil de contrarrestar? En la práctica no lo parece. La Unión Europea está centrada desde hace años en caballos de batalla que no deberían ser los nuestros como son, entre otros las emisiones de CO2, las guerras comerciales con China y la inflación.
Europa emite tan solo el 8% del CO2 a nivel mundial, las 25 ciudades más contaminantes del mundo están en China, India y EE. UU. y, sin embargo, la Unión Europea, legisla, asfixia burocráticamente y construye un discurso desde el miedo y la irresponsabilidad de todos los europeos frente a este asunto, cuando claramente podemos ver con los datos que Europa, en absoluto, es la culpable. En lo que hace referencia a las guerras comerciales Europa siempre se había posicionado en contra ya que siempre, o eso parecía, había abanderado el discurso de la libre circulación de personas, mercancías y capitales hasta llegó a arremeter contra el gobierno de Trump por los aranceles que impuso a España durante un tiempo.
Ahora bien, cuando han tenido que poner en práctica lo que creían defender… se han caído por su propio peso. Desde Bruselas hay una obsesión con imponernos el vehículo eléctrico porque afirman que es lo mejor para todos, pero no quieren competencia y fijan aranceles para la entrada de vehículos eléctricos chinos que compitan con los europeos para así, darnos mejores productos a un mejor precio. Conclusión, por la ejecución de sus políticas económicas y sociales pareciera que la ciudadanía y su bienestar les importa poco o nada.
Para terminar, la inflación dicen saber controlarla y llevamos sufriéndola más de tres años, y lo que queda. El euro, nuestra moneda, ha perdido un 40% de poder adquisitivo desde que entró en circulación, una absoluta barbaridad, lo que significa que año tras año somos más pobres, ya que el ritmo de crecimiento de los salarios es mucho menor al del aumento de la oferta monetaria y como contrapartida al ritmo de devaluación del euro. En definitiva, todos estos argumentos y muchos más han hecho que muchas personas miren hacia Bruselas con desconfianza, sin ninguna ilusión y reflexionando acerca de donde quedó el proyecto que tanto enamoró a todo un continente. Por lo tanto, los que hoy son euroescépticos, debido a la situación en la que nos encontramos, ¿han nacido con ello o se han hecho? Es decir, ¿nacen o se hacen? Saquen sus propias conclusiones.