Por derechoLuis Marín Sicilia

Preparemos la chequera

Sánchez está privilegiando a las mismas comunidades que Franco encumbró a costa del empobrecimiento general

Actualizada 04:30

Cuentan los más allegados que, en las primarias que catapultaron a Sánchez, tenido por moderado, frente al que creían más radical Eduardo Madina, quienes conocían bien al nuevo secretario general del PSOE comentaron que «habían elegido al personaje más peligroso». Los acontecimientos que adornan su trayectoria desde entonces no ofrecen duda de lo acertado del diagnóstico: el fraude en su tesis doctoral falsa, las urnas escondidas con papeletas, las promesas electorales incumplidas, la traición haciendo lo contrario de lo que prometió y la bajeza moral conque se conduce acreditan que estamos ante un personaje peligrosísimo por su orfandad de principios.

Al margen de la podredumbre del fango en que se desenvuelve, del cerco judicial más o menos concluyente que se cierne sobre su entorno político, familiar y gubernamental, resultan hoy de especial atención para el interés general los compromisos de calado económico que se vienen asumiendo para seguir gozando del apoyo parlamentario que le permita el usufructo del poder.

El Gobierno sanchista acaba de enviar a la Comisión Europea las nuevas reglas fiscales que, lejos de abordar con seriedad el control de un gasto público disparado por la relajación derivada de las exigencias de la pandemia, pone el acento únicamente en la subida de impuestos que comprometerá la estabilidad de las familias y de las empresas. En vez de realizar un esfuerzo, profesionalizando la gestión para mejorar los recursos económicos, se recurre a reformas fiscales de tinte populista y de nula eficacia para el avance económico y la competitividad empresarial.

Pero hay algo subrepticio que debe encender las alarmas de todos los que no sean residentes en el País Vasco o en Cataluña. El tipo más peligroso que podríamos elegir, en palabras de quienes lo conocen, ha atado su permanencia en el poder a partidos que no tienen otra finalidad que chupar la sangre nacional en beneficio propio, cual draculas de nuevo cuño. Aun recuerdo las palabras de Fernandez Ordóñez, ministro de Hacienda de UCD, que me comentaba abrumado lo difícil que era pactar con los nacionalistas porque había que hacerlo con la chequera encima de la mesa.

Nos subirán los impuestos, pero no rebajarán el gasto, ni suprimirán asesores, ni disminuirán ministerios y seguirán dilapidando gastos de representación y demás gabelas. Pero, eso si, con el fugado que no quisieron detener en Barcelona, ya están pactando en Zúrich miles de millones de presupuestos no ejecutados en Cataluña a cambio de que Sánchez siga montado en el Falcon. Y mientras tanto, Hacienda «rescata» al País Vasco y a Navarra cubriendo hasta el 80 % de sus ingresos por IVA, compensando deficiencias de la gestión de las administraciones autonómicas con ajustes superiores al cupo privilegiado que disfrutan.

Lo anterior son dos de los muchos ejemplos de cómo un gobierno que se llama progresista privilegia a unas regiones en perjuicio flagrante del interés general. Y parecería mentira que ello fuera respaldado por la ciudadanía si no fuera porque la izquierda española de hoy ha perdido su identidad social y solo le inspira la ostentación del poder a cualquier precio.

Por desgracia, la ambición política ha prevalecido casi siempre en nuestro país sobre el interés general. Ya Franco privilegiaba a Cataluña y País Vasco, invirtiendo el 40 % y el 20 % de los planes de desarrollo respectivamente en ambos territorios. Andaluces, extremeños, murcianos, y tantos otros marginados no tenían otro futuro que coger sus maletas y buscar sus habichuelas en territorios que representaban apenas el 20 % de la población nacional pero donde se invertía el 60 % para el desarrollo.

Hoy, la ambición del político más peligroso que podríamos pensar, amparada por una masa social que traiciona los valores de la izquierda y a la que sólo une la aversión a la derecha, está privilegiando a las mismas comunidades que Franco encumbró a costa del empobrecimiento general y del abandono de compromisos inversores programados en esas comunidades marginadas, una vez más víctimas de quienes quieren para sí los ingresos pero que los gastos y las pensiones se los paguemos los demás. Como diría mi amigo Paco Fernandez Ordóñez, preparemos la chequera.

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