Por derechoLuis Marín Sicilia

A costa de la democracia

Cada día esta más claro el titular del medio británico The Economist

Actualizada 04:30

Como si fuera una especie de capricho del destino que nos coloca ante nuestro espejo, la sociedad española ha visto cómo ha coincidido el archivo de la causa contra dirigentes etarras responsables del asesinato de Miguel Ángel Blanco con la presentación, por parte de sus correligionarios de Bildu, de la reforma de la ley de seguridad ciudadana.

En efecto, Sánchez ha premiado a los herederos de quienes ponían bombas asesinas y disparaban a la nuca para que presenten su consensuada reforma legal que maniata y deja prácticamente indefensos a quienes velan por nuestra seguridad. Todo ello a cambio de que Sánchez disfrute por más tiempo del Falcon y de que su mujer pueda seguir haciendo negocios en el palacio de la Moncloa. Por eso está cada día esta más claro el titular del medio británico The Economist para el cual «Pedro Sánchez se aferra al cargo a costa de la democracia española».

Desgraciadamente, una adormecida sociedad, dopada con somníferos de todas las especies suministrados por quienes la desean servil y acritica, está más empeñada en construir cordones sanitarios, no para cercar a los delincuentes, no para luchar contra el delito, no para acabar con la extorsión y el crimen. Nada de eso; se trata de establecer fronteras, construir trincheras, levantar muros y aislar a personas y grupos, no por su maldad sino simplemente porque no piensan como uno.

Tristemente, desde el acceso de Sánchez al poder se han gastado enormes energías para intentar reverdecer hechos lamentables acaecidos hace tres cuartos de siglo y cuyos protagonistas decidieron superarlo con un ejemplar abrazo. Y, mientras insisten en hurgar en las heridas de aquella desgraciada época, pretenden que nos olvidemos de tantos inocentes exterminados a traicion en plena democracia, al tiempo que sus representantes, que ni siquiera han pedido perdón por sus crímenes, se ufanan de cómo van a conseguir desarmar a los agentes del orden limitando sus atribuciones para proteger a la ciudadanía.

El sanchismo es algo más que una droga. Es imponer una conducta social servil ajena a las sociedades liberales reconocidas como sociedades abiertas, alejadas del dirigismo y el dogmatismo. Es imponer el autoritarismo en detrimento de la libertad. Es acabar con el pensamiento crítico mediante el adoctrinamiento. Y en eso está empeñada esa legión de asesores y opinadores que repiten los mantras, sin recato ni respeto a un mínimo de inteligencia.

Triste final sería el de una sociedad ocupada, dirigida y manipulada por intolerantes. Triste final el de una sociedad que no aprende las lecciones de la historia. Triste final si nuestro futuro han de decidirlo quienes son incapaces de dialogar con los distintos porque solo miran por la parte estrecha de sus dogmas y sus creencias. Triste final, como intuye el periódico londinense, si Sánchez sigue sobreviviendo a costa de nuestra democracia, porque ello nos lleva a una sola alternativa: o Democracia o Sánchez. Ustedes dirán.

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