De este agua no beberéRafael González

Los años compartidos

«El mundo está lleno de gente solitaria que no se atreve a dar el primer paso»

Actualizada 04:30

Aunque la Nochebuena se nos presenta con el celofán amoroso de la fraternidad familiar y la dureza fría y ácida para los que la viven solos, es en nochevieja cuando las ausencias afloran como un traicionero balance de cuentas. Porque si algo tienen los días que ya se han marchado es que con ellos se ha ido cierta gente, unos por fuerza mayor y otros porque así lo han decidido. También ha llegado otra a modo de reemplazo cuartelero, a veces insospechado. Nuevas amistades, o amores sorpresivos, compañeros de trabajo vestidos con el mono del relevo generacional e incluso reencuentros inesperados y felices. Pero las ausencias están presentes. Tienen el eco de otras nocheviejas repletas de ruido y cava, de matasuegras y cuñados, de buenos deseos y lágrimas por los que también entonces ya se habían desvanecido inexorablemente.

Puede que a la hora de contar los huecos uno se sienta culpable por las pérdidas, pero no debe ser así. Los años limpian la era y dejan los días en barbecho para algo mejor de lo que se fue. Nos dicen constantemente que vivimos tiempos polarizados, pero no es la polarización la culpable de las rupturas que dejan las sillas vacías, sino la soberbia, que es el pecado que más factura pasa en nochevieja y a la hora de morirse, porque condena irremisiblemente a las almas que la padecen. También la envidia, vieja española conocida y canija, que cuando es descubierta da un portazo hueco, marchándose y maldiciendo al envidiado. Y así, el ruido quizá cada vez es más apagado en la última noche del año, ya sin risas forzadas ni confeti barato.

En la película Green Book, Vigo Mortensen- Tony Lip le dice al doctor Donald Shirley- Mahershala Ali que el mundo está lleno de gente solitaria que no se atreve a dar el primer paso. El doctor es un hombre solo por ser negro en una América de blancos y artista brillante (y homosexual) envidiado por su familia. Un hombre culto y triste frente a ese gañán italoamericano con una familia grande que le espera por Navidad, y que le habla al genio y pianista precisamente de la soberbia, de los orgullos venenosos, los que él, guardaespaldas a sueldo, quizá ha sabido tragarse con más corazón que ganas pero anteponiendo lo que importa a lo caducamente mundano.

Si es usted uno de los que debe dar el primer paso no dude en caminarlo. Le esperan si lo hace nocheviejas más cálidas y serenas de espíritu, sin duda. Pero si los que se han marchado lo han hecho por sus propias miserias, sus miedos o su incapacidad de soportarse a sí mismos, relájese, disfrute por llegar al concierto de año nuevo más ligero de equipaje y agradezca, en cualquier caso, los años compartidos con los ahora ausentes. Porque también merecieron la pena.

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