El perol sideralAlfredo Martín-Górriz

Pornograf-IA infantil y los nuevos románticos

Actualizada 04:30

España participó junto a otros 17 países en la primera operación de la Europol contra la pornografía infantil completamente generada por IA. Fue a final del mes pasado y se produjeron 25 detenciones. El modus operandi era el siguiente. El artífice de las imágenes las ofrecía a través de una plataforma, que requería de un pago, a partir del que se generaba una contraseña que permitía acceder al usuario. Aunque el código penal español y numerosas convenciones legales condenan este tipo de pornografía, existen bastantes agujeros por los que se puede colar el pervertido, teniendo en cuenta además que para la elaboración de este tipo de imágenes no se necesitan grandes redes.

En principio, con solventar esas lagunas todo estaría solucionado. Pero no, con determinados conceptos de libertad hemos topado. Cuál fue mi sorpresa en días anteriores que, en un determinado muro de Facebook, se daba cita un grupo de adultos teóricamente funcionales, profesionales liberales e incluso un conocido profesor universitario que lideró un partido político de resultados desastrosos. Gran parte procedían del ámbito conservador o liberal, y entre ellos se contaban incluso articulistas de medios conocidos. Todos ellos favorables a que no se penase la pornografía infantil producida por IA.

Los argumentos esgrimidos por estas personas iban desde que no existía delito, pues tan sólo era de pensamiento (a pesar de la existencia de productores y plataformas), a que la situación podía ser semejante a la de reflejar escenas de desnudos y violentas en obras de ficción (saltándose la naturaleza concreta de las obras y las intenciones de emisor y receptor). Alguno llegaba a comparar la pornografía infantil con cuadros de Sorolla o El Padrino (en serio, esto sucedió), o que se trataba de un delito sin víctima al ser las imágenes artificiales (el código penal está repleto de delitos sin víctima en diversos ámbitos). La conclusión era que debía existir libertad para estas cuestiones. Estamos hablando de películas de violaciones y torturas a niños de todas las edades, representados por imágenes variopintas, pues la IA puede ir de la caricatura al hiperrrealismo. Ante la alucinante actitud de profesionales liberales, articulistas y profesores (también había alguna madre partidaria), llegué al humor negro: quizá pensasen que al final de la película el bebé se casaba con el violador. ¡Serían en realidad unos románticos!

Estos ilustrados individuos parecían no entender que el bien común a proteger es la infancia, que podría existir correlación entre el visionado de las imágenes y la comisión de delitos pero, sobre todo y mucho más importante, que permitir películas de pornografía infantil por IA supone dar carta de naturaleza a la pedofilia, que queda normalizada. De la peor parafilia y perversión imaginable pasa a ser... un apetito más si no se daña directamente a alguien. Eso tiene otra consecuencia directa: restar gravedad a la pederastia. Y todo por un concepto tergiversado de libertad que prima al individuo, aunque sea el mayor degenerado, por encima de los más desprotegidos de la comunidad en conjunto, en este caso la infancia.

Pero, ¿era todo un error de concepto? ¿Una ofuscación pasajera? ¿incapacidad de discernimiento por premura? Quién sabe. Quizá habría que mirar en los discos duros de alguno.

En la sociedad actual, la izquierda trata de destrozar a la infancia mediante su sexualización temprana, usando para ello los medios de la educación pública, además de tratar de subvertir la patria potestad introduciendo las políticas trans en ese ámbito. Ahora, la derecha liberal, con la excusa de la libertad, tratará de arrasar la infancia con la pornografía infantil generada por IA. Como leía recientemente en Twitter a propósito de otro asunto, nunca pensamos que nos iban a dar tanto miedo los apóstoles de la libertad.

Si el niño sobrevive al aborto, ahí están la izquierda y la derecha liberal, dos caras de la misma moneda, para tomar el relevo. Ambas compuestas de gente aparentemente normal, grandes profesionales, profesores, articulistas, políticos... Todos ellos saludan siempre en la escalera.

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