Aranceles: el empobrecimiento del proteccionismo
La guerra comercial puede restar entre 1,5 y 0,5 décimas al crecimiento mundial
Vivimos un tiempo en el que parece que el proteccionismo y sus prácticas tratan de abrirse camino de nuevo en el contexto internacional, con todo el efecto negativo que ello tendría en la economía y el empleo, como ya dije hace algunas semanas en El Debate.
Sólo se puede entender el desarrollo actual de nuestra sociedad, tanto de la nacional como de la internacional, desde la óptica del libre comercio, de su internacionalización y del derribo, por tanto, de barreras al mismo. Los datos no dejan lugar a dudas: tanto en la primera mitad del siglo XIX como en la segunda parte del siglo XX y el tiempo que llevamos en el siglo XXI han sido momentos de gran expansión económica y una paz internacional más duradera y amplia. El libre comercio y la internacionalización de la economía aportan elementos muy positivos al progreso económico:
• Generan competencia entre las empresas, para las que constituye un incentivo para ser más eficientes para poder vender más.
• Esa competencia consigue disminuir costes, que desemboca en mejoras de la productividad.
• Esas mejoras de la productividad, que hacen bajar los precios, logran una mayor competitividad de dichas empresas y productos.
• El libre intercambio, sin aranceles ni barreras, permite que los ciudadanos puedan comprar más tipos de productos y más baratos, lo que les hace mejorar su bienestar, tanto por la diversificación de productos y servicios a los que tienen acceso, como por el menor precio que tienen que pagar por ellos, que les hace ganar poder adquisitivo.
• Todo lo anterior, permite aumentar transacciones, actividad económica y empleo, que dotan a las sociedades de prosperidad, seguridad y paz.
Por el contrario, las restricciones al comercio y a la internacionalización de la economía son nocivas para el desarrollo económico, al frenar la actividad económica y el empleo. Cuando se implantaron en la segunda mitad del siglo XIX, generaron el caldo de cultivo de las dos grandes guerras del siglo XX.
Por tanto, el proteccionismo es un peligro para el crecimiento económico, el empleo y la prosperidad de todos los ciudadanos, pues impide el progreso y, con ello, la generación de actividad, puestos de trabajo y riqueza.
Ahora, con Trump va a volver con fuerza y es un afán proteccionista preocupante, pero no debemos olvidar que es la continuación de un equivocado proteccionismo el que ha desarrollado Estados Unidos en los últimos quince años, incluido el primer mandato de Trump, que se une a una tradición proteccionista histórica de Estados Unidos. Así, en los últimos tiempos vivimos unas constantes tensiones proteccionistas en todo el mundo. Recordemos la guerra comercial de Estados Unidos con China, con Francia y con toda la Unión Europea, que fue un constante peligro que atenazó la economía.
Ahora, las medidas que Trump ha aplicado, con aranceles del 25 % a las importaciones procedentes de Canadá y México –especialmente sorprendente, al compartir un tratado de libre comercio– y a las procedentes de China, con un 10 %, pueden afectar gravemente a la economía mundial, también a la estadounidense, con la UE en el punto de mira de futuros aranceles por parte de Estados Unidos. Igualmente, ha impuestos aranceles del 25 % sobre la importación del acero y el aluminio.

Porcentaje de aranceles impuestos por Estados Unidos
China ha contestado imponiendo aranceles del 15% sobre algunos productos de Estados Unidos, así como cortapisas administrativas a la exportación de productos chinos que precisa la industria tecnológica de Estados Unidos. Con la UE, hay amenazas cruzadas de guerra arancelaria. Todo esto no conduce a ninguna parte, más que al empobrecimiento mutuo.
Adicionalmente, ha anunciado que empezará a estudiar la imposición de aranceles recíprocos y a gravar con un 25 % los automóviles, aunque ha aplazado la decisión definitiva a abril, además del anuncio de aranceles, que concretará en abril, a productos de la UE.
Trump, que tiene muchos aspectos positivos en la política económica, como la bajada de impuestos, la desregulación o el fin de la política woke, que afecta también a la economía, pues esa ideología, aparte de tratar de modificar el pensamiento de la sociedad, llena de costes a las empresas y personas, con empobrecimiento inherente, fruto, por ejemplo, del fundamentalismo ambiental, tiene una sombra importante con su política comercial, pues su proteccionismo, como todo proteccionismo, es empobrecedor, tensa los precios, disminuye la capacidad adquisitiva de los agentes económicos y perjudica a la inversión vía un menor ahorro, por pérdida de renta disponible, y vía una menor confianza a la hora de invertir en determinadas localizaciones, además de por el probable mantenimiento de tipos altos en la zona dólar, para combatir las potenciales presiones inflacionistas que pueden surgir derivadas de los aranceles que se establezcan.
Ese proteccionismo aplicado causará un daño importante sobre el conjunto de la economía internacional, que puede ver rebajado su crecimiento entre medio punto y punto y medio, según sea la intensidad de respuesta y la escalada en la guerra arancelaria, con la consiguiente pérdida de puestos de trabajo, además en un entorno de desaceleración económica en la UE y quizás en Estados Unidos, pese a la fortaleza que ha mostrado su economía hasta ahora, tal y como ya están recogiendo los mercados de valores.

Potencial impacto de la guerra arancelaria en el crecimiento mundial
Adicionalmente, el proteccionismo suele contestarse con más proteccionismo, en forma de contraataque, por parte de los países afectados por los aranceles del primer país, pudiendo entrar en una guerra comercial que podría llevar hasta el infinito, empobreciendo las economías de los países afectados. David Ricardo dejó claro que la ventaja comparativa y el comercio internacional sin restricciones contribuía a mejorar la prosperidad de las economías que se implicasen en ello, y, por tanto, el proteccionismo impedía esa mejoría y, generalmente, procuraba un empeoramiento.
Por tanto, el proteccionismo no es el camino, ni por parte de Trump ni por parte de nadie, sino que suele ser una medida que demuestra la incapacidad de una economía para mejorar competitivamente. Estados Unidos no debería aplicar aranceles, porque solo contribuirá a una aparente mejoría de sus ventas nacionales en el cortísimo plazo, pero con empeoramiento por el lado del precio de las importaciones en el corto plazo, antes de que disminuyan las transacciones, y un empeoramiento de la misma en el medio y largo plazo.
China es un caso aparte, porque dice jugar con las reglas de la economía de mercado, pero no deja de ser una economía planificada e intervenida, cuyo propósito es derrotar a las demás. Y la UE, debe centrarse más en eliminar la normativa delirante que impide que crezca.
Al fin y al cabo, Trump es un empresario en negociación constante, y si las reglas son claras, probablemente pueda llegarse a un acuerdo
Trump debería abrazar la libertad del comercio internacional y abandonar las ideas proteccionistas, sin duda, y se le puede incentivar a ello si se negocia inteligentemente en el campo internacional. Al fin y al cabo, Trump es un empresario en negociación constante, y si las reglas son claras, probablemente pueda llegarse a un acuerdo con él para que el proteccionismo no se imponga, porque las medidas proteccionistas anunciadas por el presidente estadounidense son un inmenso error empobrecedor, es la sombra que nubla otras muy buenas medidas de política económica que llevaba en su programa, antes citadas.
- José María Rotellar es profesor de Economía y director del Observatorio Económico de la Universidad Francisco de Vitoria.