La procuradora Belén Landáburu sentada en la bancada próxima a los procuradores saharauis

Crónicas castizas

Una tarde con Teresa en el Mindanao

Me habló de ellas, mujeres que hicieron extenuantes campañas de recuperación de culturas regionales, que viajaron por la parda y verde geografía de España para sembrar en otras mujeres la semilla de la inquietud

María Teresa Loring, quien fue una hermosa enfermera malagueña, guapa por fuera, rica por dentro, me llama y me pide una cita tardía, y tal digo porque me hubiera gustado mucho antes de que se nos fuera la pascua a los dos, al decir de Góngora, incluso antes de que sirviera, vale quien sirve, como subdelegada y también la última secretaria nacional de la tan mal conocida Sección Femenina, consejera nacional del quietista Movimiento y diputada parlamentaria por la provincia de Málaga, entonces se decía procuradora, palabra más explícita, en Cortes (como consejera nacional) durante la Dictadura del innombrable.

Era Teresa descendiente de Jorge Loring y Oyarzábal, también diputado, ingeniero de caminos y primer marqués de Casa Loring. Constato que no me afecta.

Afiliada a la Falange en 1935, luego es Camisa Vieja, como todos los alistados antes de julio de 1936, que después algunos fueron oportunos y otros oportunistas. Trabajó Teresa como enfermera voluntaria del bando rebelde durante la Guerra Civil, una tarea no remota que no se hacía por teletrabajo.

La Sección Femenina le entregó en oro la «Y» de Isabel, esa mujer empoderada de verdad que montaba tanto como su marido Fernando. Eso fue en el año 1959, el del Plan de Estabilización que acabó con la autarquía y el país se internó para siempre en el cepo del Fondo Monetario Internacional, y a pesar de ello tuvo en la balanza de pagos un superávit, ¡qué palabra extraña tan poco usada y desconocida en la actualidad!

El 18 de noviembre de 1976, nuestra enfermera fue uno de los trece procuradores, ¡disidentes!, que se abstuvieron en la cardinal votación de la Ley para la Reforma Política defendida por quien había sido alcalde de Jerez, Miguel Primo de Rivera, y otros cómplices reales, que dio paso a la redacción de la Constitución Española de 1978, manifestando así su oposición quijotesca y premonitoria al paso a la partitocracia autonomista que sería y es.

Durante los últimos años de su vida, en Madrid y en su Málaga natal, siguió vinculada con sosiego a su pensamiento libre e independiente, sin vegetar como una anciana conformista, ni ceder a los cantos de sirena del confort ni a la tentación de una senectud con holgura, creando las asociaciones Nueva Andadura –que prolongó más allá, siempre plus ultra, el tiempo de la Sección Femenina, esa de mujeres al sol– y Plataforma 2003, más efímera y en memoria del hermano de Pilar Primo de Rivera.

Falleció Teresa en el año 2008, como resultado de una enfermedad degenerativa. Y antes de hacerlo me citó, curiosa era y seguía siendo, en el hotel Mindanao, en la cafetería, donde en esos tiempos de libertinaje y bacanales se podía fumar y decir de todo sin cortapisas, y ella lo hacía de una forma habitual, me tumbó fumando, bebiendo whisky y hablando.

La curiosidad concreta de Teresa al convocarme se entraba en saber quién era, porqué un hombre como yo, sin currículum en el régimen anterior –es decir, no había pertenecido a nada ni cobrado ni ocupado cargo alguno, ni siquiera había sido de la OJE–, crea esa Fundación en honor del Ausente mientras que a todos los que sí habían sido y disfrutado de prebendas o cargos no se les había ocurrido ni por asomo crear la Fundación José Antonio durante los 36 años en que estuvieron citándole mal, y exhibiendo su retrato en aulas y edificios oficiales y olvidando su opción por «la España alegre y faldicorta». De hecho, el dinero, que no era poco entonces, necesario para legalizar la fundación, le contaba a Teresa, lo tuve que pedir prestado en parte a mi amigo Juan Antonio entre otros, y lo devolví.

Loring quería conocerme por eso y me preguntó qué pensaba hacer. Mi respuesta fue directa y clara: dársela a quien le hiciera falta y crear la Fundación Ramiro Ledesma. Se rio primero con los ojos hasta que la risa brotó de su boca serena y traslúcida.

La sección femenina en la provincia española entonces de Sahara OccidentalLibro Falangistas de La Esfera de los Libros

Entonces me habló de ellas, mujeres que no se casaron todas, como su jefe Pilar, mujeres que hicieron exitosas y extenuantes campañas de recuperación de culturas regionales vascas, astures, castellanas, catalanas; misiones de vacunación, operaciones de extensión de salud agraria y de alimentación de grandes y chicos, que viajaron por la parda y verde geografía de España para sembrar en otras mujeres la semilla de la inquietud, imponiendo la fértil presencia de las señoras en la esfera pública y en el mundo del trabajo. Me habló de Rosario Pereda, la castellana que no sólo capitaneó mozas sino también a hombres, ocupando un espacio como oradora, otra esfera hurtada anteriormente a las hembras. En su relato también salen los nombres de la madrileña Mercedes Sanz Bachiller, y la abogada andaluza Mercedes Formica, autora de la «reformica» del Código Civil, conquistadora de los derechos legales de las casadas.

Una mujer azul atendiendo a una niña.

Escuchando a Teresa pensé nuevamente: qué lejos está la verdad de la Historia que sí fue de lo que se cree vulgarmente en el relato con que nos ciegan. Y Ella cogió otro cigarrillo, pidió otro whisky y me desveló otra verdad sentados en las altas banquetas de la barra de la cafetería del Mindanao.