Crónicas castizas
El que nace para martillo del cielo le caen los clavos
Hace un siglo que los muchachos de la CNT-FAI tuvieron su canto del cisne. Al fracasar el golpe militar del 18 de julio, desde la Rosa de Fuego, desde Barcelona, las milicias anarquistas se lanzaron sobre Aragón con la idea de tomar al asalto la ciudad de Zaragoza, en mano de los rebeldes.
Santiago, todavía de pantalón corto, tenía tres hermanas mayores que en Monzón, Huesca, tenían fama de mozas guapas y «bien plantás». Su padre era ferroviario, un gremio rebelde y concienciado socialmente, rojos, aunque en su casa eran católicos y de derechas.
Casi toda la provincia de Huesca quedó en Zona Roja. En Barbastro, los anarquistas se pusieron las botas. Milicianos de la columna de Ascaso asesinaron a todo cura que se encontraron en su camino y con ellos a mucho seglar y pequeño propietario agrícola de la zona. Luego proclamaron el comunismo libertario y convirtieron la provincia de Huesca en el caos. Abolieron el dinero, proclamaron el triunfo del amor libre… ¡la caraba! La familia de Santiago fue sobreviviendo como pudo. Los ferroviarios, con fama de revolucionarios, se protegían unos a otros y, dado que era un trabajo estratégico, el padre de la familia siempre tuvo un chusco de mal pan que poner encima de la mesa.
Santiago, ya abuelo, cuando llegó la moda de los panes de autor, siempre decía que para él pan blanco, bastante morralla había comida durante la guerra.
El Innombrable no logró tomar Madrid, a pesar de intentarlos varias veces. Con la caída del Frente Norte lanzó la ofensiva de Aragón. En el verano de 1937 los Nacionales liberaban Huesca. La familia de Santiago hizo un hatillo con lo poco que pudieron llevar y se fueron para Francia cruzando el Pirineo a pie, ante el temor de que los Regulares de Franco hicieran madres a las hijas de la familia. ¡Cosas de la propaganda roja!
Ya en Francia, el poderoso sindicato galo de ferroviarios les proporcionó una vivienda en las afueras de Paris, lo que permitió a Santiago, ya casi un hombre, conocer en directo la nación vecina.
Terminada nuestra Guerra Civil, cuando se preparaban para regresar a España, estalló la Segunda Guerra Mundial, por lo que la familia decidió seguir en las afueras de Paris protegidos por los ferroviarios galos. Meses después los alemanes vencían al Ejército francés y ocupaban la mitad de Francia. ¡Santiago y familia habían salido de Málaga para llegar a Malagón!
Santiago se convirtió en un experto en el mercado negro. Los alemanes no sometieron a Francia a una ocupación muy dura, más bien todo lo contrario. Los comunistas galos gozaban de una situación de privilegio con los alemanes dado que eran sus amigos y aliados de confianza, hasta el comienzo de la invasión de la URSS por Hitler en junio de 1941. Adolfo y Pepe Stalin se habían repartido Europa gracias al pacto Molotov-Ribbentrop y los comunistas galos hacían de cabos de vara, colaboracionistas, de los nazis en la Francia ocupada. Con todas las ventajas que esto suponía para los chicos del PC galo.
En el 40 y 41 no le fueron mal las cosas a Santiago y familia. Los ferroviarios comunistas se siguieron ocupando de sus colegas españoles. Pero con el inicio de la Operación Barbarroja todo cambio. La familia volvió a hacer el petate y «pa España». Cruzaron la frontera por la estación de Canfranc y de vuelta a Monzón.
Santiago trabajó cortando madera y bajándola por los ríos, hasta que fue metido en caja para hacer la mili. Le destinaron al recién nacido Ejército del Aire. Estuvo de observador aéreo en el Pirineo y le cogió la invasión del maquis. ¡No hay dos sin tres! ¡El que nace para martillo del cielo la caen los clavos!
Sobrevivió a tres guerras –¿si es que los del maquis se puede considera una guerra?– sin un rasguño. Terminó casándose con Remedios. Nacieron Mariángeles y Rosa. Se hizo seguidor del Real Madrid. Nunca comió pan que no fuese de harina, pan blanco.