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Arnaldo Otegi y Pello Otxandiano durante un mitin de la campaña

Arnaldo Otegi y Pello Otxandiano durante un mitin de la campañaEFE

Final de la campaña

El miedo a un triunfo de Bildu mayor del esperado acongoja al PNV y el PSE

Peneuvistas y socialistas tragan saliva ante las elecciones más inciertas en cuanto al resultado, no tanto en cuanto a los pactos. Hay un final previsible y tres improbables tras el domingo

ETA dinamitaba coches, casas cuartel, aparcamientos y hasta centros comerciales. Al menos Bildu solo dinamita campañas electorales. Lo hizo con la campaña de las municipales de 2023, tras la inclusión de 44 condenados por terrorismo en sus candidaturas, y lo ha vuelto a hacer con la de las vascas.

La negativa de Pello Otxandiano de llamar banda terrorista a ETA y su posterior disculpa impostada han sacudido los últimos días de la contienda vasca más reñida que se recuerda. Irónicamente, Arnaldo Otegi dio un paso al lado y colocó a Pello Otxandiano como candidato porque el jefe de Bildu tiene demasiado pasado. Pero ha bastado con rascar un poco para comprobar que Otxandiano es lo mismo, pero con distintas gafas. La serpiente nunca murió del todo.

La reacción del PNV y del PSE a las palabras del candidato de Bildu esconde una verdad inconfesable: el vértigo a que los legatarios de Batasuna obtengan un triunfo mayor del que han venido pronosticando las encuestas, dado el elevado número de indecisos (en torno a uno de cada cuatro votantes) y la dificultad para calcular el porcentaje de participación.

De ahí los golpes en el pecho de Pedro Sánchez, de José Luis Rodríguez Zapatero y del candidato del PSE, Eneko Andueza, después de cinco años de pactos y complicidades con la coalición de Otegi. Uno de esos pactos se produjo entre el grupo parlamentario socialista y el de Bildu el mismo día -martes- y a la misma hora en que la portavoz del Gobierno cargaba contra Otxandiano desde la sala de prensa de la Moncloa por «cobarde», como contó El Debate.

De ahí los golpes del candidato del PNV, Imanol Pradales, al mentón de Otxandiano en los últimos debates y en las entrevistas que ha concedido desde el lunes. No solo por no llamar a ETA por su nombre, sino también por sus propuestas en fiscalidad, vivienda, sanidad y seguridad, entre otros temas.

Imanol Pradales junto al aún lendakari Íñigo Urkullu y Andoni Ortuzar

Imanol Pradales junto al aún lendakari Íñigo Urkullu y Andoni OrtuzarEFE

La clave está en Álava, la provincia predestinada a deshacer el empate, en el caso de un final muy ajustado. No en vano, los sondeos vaticinan que el PNV ganará en Vizcaya y Bildu, en Guipúzcoa. El sistema vasco tiene la particularidad de que cada provincia reparte 25 escaños, a pesar de que Vizcaya tiene más del triple de población que Álava. De manera que, en esta última, un escaño cuesta muchos menos votos que en Vizcaya.

Así las cosas, Álava, tradicionalmente la provincia vasca más españolista y hoy convertida en granero de Bildu, se ha convertido en la gran esperanza de la izquierda abertzale. Y el motivo por el que puede darse la paradoja de que el PNV obtenga más votos, pero que Otxandiano saque más diputados. En mayo de 2023, Bildu ganó en votos y concejales en el Ayuntamiento de Vitoria, aunque el PNV y el PSE se asociaron para cerrarle el paso, con la colaboración del PP.

Los escenarios que se plantean para el día después son diversos, aunque lo más factible es que el PNV y el PSE reediten su coalición de gobierno. Una de las incógnitas es si por sí mismos sumarán 38 escaños, la mayoría absoluta, o si necesitarán al PP para la gobernabilidad de la legislatura. No tanto para la investidura, puesto que el sistema vasco impide mayorías de bloqueo. Dicho de otra manera: si el PNV y el PSE sacan un escaño más que la suma de Bildu, Podemos y Sumar, Pradales no tendrá problemas para ser investido lendakari.

El candidato del PSE, Eneko Andueza

El candidato del PSE, Eneko AnduezaEFE

El resto de los escenarios son descabellados o, al menos, altamente improbables.

Coalición PNV-Bildu (o viceversa)

Bildu lleva toda la campaña ofreciendo al PNV gobernar en una coalición soberanista. Sabe que solo con Sumar y Podemos no llegará de ninguna manera a la mayoría absoluta, que sería la única forma factible de que Otxandiano fuese investido lendakari (de hecho, tanto Sumar como Podemos pueden quedarse sin representación). Y por eso ha lanzado ese guando a los peneuvistas.

Pero el PNV no gobernará con Bildu. Antes le dejaría el campo libre, como lo hizo en la Diputación Foral de Guipúzcoa en el verano de 2011. Entonces, la falta de acuerdo entre el PNV y el PSE hizo que el candidato de Bildu, Martín Garitano, que había sido el más votado, resultara elegido diputado general. Sin embargo, el contexto era muy distinto: peneuvistas y socialistas estaban a la gresca; ahora no.

Coalición Bildu-PSE

También está descartado que el PSE apoye a Bildu. O, al menos, eso es lo que el socialista Andueza ha repetido hasta la saciedad durante la campaña. De hecho, ha prometido que dimitiría antes de dejar a los de Otegi gobernar. Para Pedro Sánchez es puro pragmatismo: si saca al PNV de Ajuria Enea, el PNV puede irse con el PP en Madrid. Pero si impide que Bildu llegue a Ajuria Enea, Bildu no va a irse con el PP en Madrid en ningún caso.

Como contó este periódico al inicio de la campaña, Bildu acaricia la idea de que Sánchez les entregue el Gobierno del País Vasco en el medio plazo, como lo hizo en diciembre con el Ayuntamiento de Pamplona. Los de Otegi tienen asumido que no será todavía, que no gobernarán tras las elecciones del 21 de abril. Pero cuentan con que estas elecciones activarán la cuenta atrás hacia la llegada del primer lendakari de la izquierda abertzale.

Gobierno del PSE con apoyo de Bildu

Hay una cuarta opción que suena a política ficción, pero que también está sobre la mesa. Una especie de Borgen vasco: que Bildu dé la campanada y ofrezca al candidato del PSE investirle lendakari para sacar a la derecha nacionalista del Gobierno del País Vasco. ¿Aceptaría Eneko Andueza esa manzana? De momento les toca a los vascos pronunciarse en las urnas. Luego vendrá el tiempo de los despachos.

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