La dieta mediterránea: alimentación, cultura y longevidad
El mecanismo se pone en marcha con pequeñas cosas tan sencillas como desayunar bien, usar aceite de oliva virgen extra, comer frugalmente y moverse
La pasada semana me invitó la Agencia de la Salud y Dieta Mediterránea a las terceras jornadas científicas en Alicante. No se asusten, creo el tema les va a gustar, «La Dieta Mediterránea como factor motivador de la felicidad». ¿Hay algo más importante que la felicidad, que estar sano y repleto de energía? No hay nada mejor que comer bien y que encontrarse bien después. Y eso se puede conseguir fácilmente, no hay misterios, no hay grandes revelaciones, no hay productos caros o imposibles.
Lo saben Gregorio Varela y Lluis Serra, Mª Jesús Álava, Javier Aranceta y otros muchos ponentes, que dejaron bien claro que el estilo de vida mediterráneo es la clave de todo esto de la salud, del bienestar y la felicidad. Que el mecanismo se pone en marcha con pequeñas cosas tan sencillas como desayunar bien, usar aceite de oliva virgen extra, comer frugalmente, moverse y estar en contacto con otras personas, mejor si son queridas. Consumir con entusiasmo los buenos platos de legumbres y darle a la verdura y fruta de temporada, añadiendo carne y pescado con moderación y fibra sin ella, bastante agua, poco alcohol e infinita diversión. Parece un buen plan, francamente, porque incluye aspectos como la sostenibilidad, la inclusión en la dieta de los alimentos de cercanía, los planes con amigos para hacer algún deporte y hasta sonreír y abrazarnos.
Un hermoso esbozo para una vida mejor.
Mientras más avanza la investigación en casi cualquier campo, desde la médica, a la bioquímica, la psicológica y hasta la de carácter histórico, comprobamos que ya habíamos dado en la clave hace cientos de años. Que la dieta mediterránea era fácil de seguir, que era económica, rica, saludable y completa. Que muchos influencers, innumerables grandes marcas que inventan modas a base de puro marketing para que gastemos en sus productos, y los vendedores de esas novedades nos confunden cuando no nos engañan directamente.
Que desayunar bien, comer buen pan y estofados bien elaborados, tomar más lentejas, naranjas y manzanas nos va a salir infinitamente rentable porque nos va a hacer felices. Que las dietas de moda y la comida basura no sirven nada más que para sacarnos los cuartos, y lo peor es que a veces hasta para provocar enfermedades que van desde la obesidad hasta la depresión. Y es tan fácil, sólo hay que comer con sentido productos del territorio, platos de la tradición aligerados de grasas, claro, tostadas con buen aove, zumos naturales y fruta de temporada. Sin exagerar, sin excesos, y dándose algún caprichito para endulzar la vida ¿hay algo más sensato, más fácil, más saludable?
Es un hecho, y todos ellos lo han demostrado en las investigaciones que han presentado que la dieta mediterránea era y es la clave de un estilo de vida que nos conduce a ser más felices. He salido de las Jornadas exultante, dispuesta a seguir con muchos de los buenos hábitos y a implementar otros, y feliz de que ninguna de las recomendaciones de mis estimados colegas sea imposible de seguir.
Ahora que llegan los días fríos repasaré las recetas de mis abuelas, recordaré con cariño los guisos de la infancia para repetir todos los que sea posible y reuniré a mis amigos alrededor de una merienda repleta de finísimas tostadas de pan de masa madre salpicadas con aceite de oliva, crujientes y doradas. Añadiremos brochetas de fruta, algunos zumos interesantes, patés de aceitunas y garbanzos, jamón ibérico y mucha buena conversación para invertir en salud, en buena gastronomía, en longevidad y en felicidad. Esta es la mejor receta, de verdad, síganla.