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Cena de los acompañantes de los jefes de Estado y de Gobierno que participan en la cumbre de la OTAN

Cena de los acompañantes de los jefes de Estado y de Gobierno que participan en la cumbre de la OTANEFE

¿Se eligieron bien los menús servidos en las cenas de la OTAN?

José Andrés ha hecho mucho mejor las tareas que Paco Roncero, a quien le sobran ya los kikos, el ceviche, la picaña

Con infinito interés sigo la cuestión gastronómica, ya que se ha suscitado un interesante debate tras la reunión de jefes de Estado de la OTAN en Madrid. Se ha abierto un tema difícil pero evidente, que ha sido posible vivir en directo con los menús propuestos y que tiene relación con nuestra tradición, con nuestra producción, con lo que somos.

El asunto es que, realmente: ¿es comer una cuestión política? Sí. Lo es y no en cierta manera, sino totalmente. Como lo es que ondee la bandera al derecho, como lo es el protocolo. Aquí se trata de si la gastronomía debiera ser considerada una cuestión nacional. Y les adelanto mi opinión: Sí.

Sobre los visitantes internacionales ha causado un gran impacto el recorrido realizado por Madrid, ciudad que ha actuado de anfitriona, imagen y representación de toda España. El arte (que admiración evidente, la de Johnson), la arquitectura, la artesanía y los saberes tradicionales (como el soplado de cristal), el ensayo de la ópera Nabucco en el fantástico Teatro Real, parecen haber impresionado muy positivamente en todos ellos. Entre nosotros: nada más que pasear sobre las magníficas alfombras de la Real Fábrica de Tapices que cubren sus suelos, es toda una experiencia.

Al espectador le conmueven las diferencias, lo que caracteriza a un país. Con esta idea se ha invitado a los mandatarios a conocer el Palacio Real, han paseado a sus acompañantes por los Reales Sitios, les han regalado unos exquisitos juegos de cristal de La Granja y una moneda en la que se representa a uno de los más insignes pintores españoles, Goya.

La experiencia de conocer España no puede ser completa en tan pocas jornadas, pero se les ha mostrado lo mejor, jugando con las grandes cartas que tenemos: El Prado y el Museo Reina Sofía, la maravilla de transitar por un paseo de la Castellana señorial y vacío… y detrás de todo eso, no nos confundamos, no hay políticos. No se llamen a engaño: hay enormes profesionales capaces de hacer sus respectivos trabajos muy bien, a pesar del gobierno. Desde las fuerzas de seguridad a los técnicos de Patrimonio. Y claro, recalamos en ellos, en los cocineros.

Cocineros y no chefs, ya saben que soy algo puntillosa en el asunto de esta palabreja. Porque si tenemos una preciosa palabra (cada una es un diamante) en español, ¿Por qué utilizan una muletilla gala? Es innecesario. Quedamos, por tanto, en que tenemos magníficos cocineros.

Convengamos también en que el producto español es extraordinario. Producimos (de nuevo pese al gobierno) carnes, pescados, frutas y hortalizas de gran calidad, que se exportan a toda Europa.

Fresas de Aranjuez

Y además disponemos de otra cosa tan importante como el producto: la cultura y la historia milenarias que ha provocado la aparición, transformación, ocaso y renacimiento de multitud de elaboraciones. Los platos, vamos, nuestro recetario, las preparaciones con que estos cocineros que han tenido la suerte de representar a nuestra historia y a ese patrimonio. Y sí, los platos seleccionados son emblemáticos, porque como el resto de la cultura, nos representan. Según mi criterio, José Andrés ha hecho mucho mejor las tareas que Paco Roncero, y su postre con barquillo, anís de Chinchón, fresas de Aranjuez y caramelo de violeta tiene un aroma castizo a chulapa que conmueve. Menuda elección bárbara, querido José Andrés. A Paco le sobran ya los kikos, el ceviche, la picaña… aburrido y repetitivo, ha sido demasiado.

Con esa enorme oportunidad que los diferentes cocineros han tenido, podrían haberse pensado las cosas un poco mejor, y haber mostrado no tanto las habilidades personales como la tradición española. Que es grande por vieja, por experta, por bien arraigada, por buena.

Del menú de Paradores ni hablamos, un halal y un dumpling conforman la oferta del mayor emblema del turismo y la restauración en España ¿Desde cuándo esos platos representan a la cocina española? ¿Es que tan poco la aprecian que no ha sabido encontrar otras opciones? Por no hablar de la fatal elección de vinos, todos, con una excepción, D.O. Madrid. Hay oferta, mucho más generosa y grande. Un negativo a Paradores.

Ya está bien. Tomémoslo en serio, porque muchos convenimos, como sucede con mi querida Julia Pérez Lozano, que ha abierto el debate, en que sí, que la gastronomía es una cuestión nacional. Que nos identifica, que nos representa y que forma parte de la imagen evidente que los visitantes, llámense turistas o presidentes de Estado, se llevan de nosotros.

Que somos grandes, también, en este sector, que ya está bien. Que podemos sacar pecho, estar orgullosos y hacer bandera de una de las mejores gastronomías del mundo. Pero no la reinventada, no la impostada, no la postiza, sino la que de verdad significa algo. La gastronomía que expresa historia, cultura, territorio, producción… Esa es la clave, esa era la oportunidad que no ha sido bien aprovechada. Que no necesitamos ni préstamos ni regalos. Que tenemos lo que hay que tener para presentar los mejores menús del mundo. Ya está bien.

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