El marqués que revolucionó La Rioja elaborando el primer vino
Militar, enólogo y empresario vinícola, Luciano Murrieta exportó a España las técnicas francesas de Burdeos para elaborar vino de calidad
hay historias que merecen ser contadas y la que están a punto de leer contribuyó a posicionar España en el mundo vinícola de primer nivel. El marqués de Murrieta, al que muchos no quisieron entender en su día por tener una visión adelantada a su tiempo, fue el creador del primer vino de La Rioja en el siglo XIX. Un infatigable viajero que aprendió de cada destino que pisó.
Su periplo le lleva desde Perú a España pasando por Reino Unido, Alemania y Francia. Luciano Murrieta García Ortiz de Lemoine nació en Arequipa, el 1 de septiembre de 1822. Tras una corta carrera militar, pasó a ser ayudante personal del general Espartero. Una amistad que le sirvió para poder iniciarse en su verdadera vocación: el negocio del vino.
De sus viajes a Burdeos, exportó a España la forma en la que se elaboraba el vino de calidad francés y logró producir el primer vino fino de Rioja en 1852. Un vino que por primera vez en la región era capaz de perdurar en el tiempo. Fue así el artífice de uno de los hitos más importantes del sector, consiguiendo exportar los primeros Rioja a Cuba en ese mismo año.
En 1872, el Rey Amadeo I de Saboya le concedió a Luciano Murrieta el título nobiliario de «Marqués» en reconocimiento a su labor en la obtención de vinos riojanos de calidad.
Consciente de las posibilidades reales del vino de Rioja, Luciano Murrieta adquirió, en 1877, a las afueras de Logroño una extensa finca para convertirse en el primer bodeguero en constituir un château, a la francesa como en Burdeos. La bautizó con el de nombre Ygay, lugar donde nacerán después algunos de los mejores vinos del mundo.
Tras una inmensa aportación al sector, el marqués de Murrieta murió en 1911, sin descendencia directa y dejó la propiedad en herencia a su sobrino, hijo primogénito de su primo el Conde de Artaza. Sin embargo, desde entonces sus descendientes deciden centrarse en otros proyectos empresariales y abandonan el sueño de Luciano.
La huella de Luciano Murrieta perdurará para siempre y fue nombrado hijo adoptivo y predilecto de la ciudad de Logroño. Para el recuerdo, en el álbum histórico, queda la imagen del marqués de Murrieta despidiendo al joven Rey Alfonso XIII en la estación del ferrocarril de Logroño después de su visita en 1903. Luciano le regaló un bastón de caña con puño de oro, que había pertenecido al Príncipe de Vergaray.
Nueva etapa
En 1983, Vicente Cebrián-Sagarriga, empresario de origen gallego y X Conde de Creixell, adquiere la bodega y comienza una nueva etapa en la historia de la bodega. Acometió ambiciosas inversiones, consiguiendo situarla entre las mejores del mundo y exportar sus vinos a más de treinta y cinco países. En 1990 construyó en Pontevedra la bodega Pazo de Barrantes, destinada a elaborar vino albariño.
El nuevo dueño de la bodega murió prematuramente en Madrid a consecuencia de un infarto, en 1996, y su hijo Vicente Dalmau Cebrián-Sagarriga asumió el liderazgo y da impulso a un proceso de actualización de Marqués de Murrieta, en sus vinos que han conquistado a la realeza.
El Rey Juan Carlos descorchó una botella de Castillo de Ygay el día de su abdicación, el 19 de junio de 2014, se tomó la copa de vino con unos huevos fritos. Unos meses después, en octubre de ese año, Don Juan Carlos inauguró la rehabilitación del Castillo de Ygay, sede del primer proyecto de vinos de Rioja. La relación entre el padre del Rey Felipe y la familia Cebrián siempre ha sido muy cercana.