Moda
El devenir de la tiara rusa
Doña Letizia ha vuelto a utilizar una diadema que no suele lucir a menudo
La Reina Letizia ha vuelto a lucir la tiara rusa con motivo de la recepción al presidente de Italia, Sergio Mattarella. Se trata de una impresionante pieza de las «joyas de pasar» que porta el estilo que la Emperatriz María Fedorovna de Rusia puso de moda a finales del siglo XIX.
Doña Letizia ya había estrenado esta tiara hace unos años con motivo de la cena de Estado ofrecida en el Palacio Real en honor del presidente de China, Xi Jinping, y su esposa, Peng Liyuan. La tiara rusa fue la última gran joya de la Familia Real que le quedaba por estrenar a Doña Letizia. En aquella ocasión, la acompañó de un fastuoso pero sencillo vestido de terciopelo de Felipe Varela, de los enormes pendientes de chatones de la reina Victoria Eugenia y de las pulseras gemelas de brillantes de Cartier.
En esta ocasión, ha combinado la tiara con un collar de chatones de tamaño mediano que utilizaba mucho Doña María, la madre del Rey Juan Carlos, y de una pulsera a juego. No ha escatimado, prendiendo junto a su escote un broche con la perla «Peregrina» o su sustituta, como debatimos en otro artículo paralelo. Con tanto aderezo, ha decidido no lucir pendientes ni vestirse en exceso, ya que iba sobradamente coronada.
La Tiara Rusa fue un encargo de la Reina María Cristina, madre de Alfonso XIII y Regente de España entre 1885 y 1902, fecha en la que se declaró la mayoría de edad de su hijo. Esta tiara se inspiró en la moda de las otras casas reales europeas, ya que todas contaban con su propia «Tiara Rusa».
Hecha en platino, perlas y brillantes, se asemeja a las tiaras de estilo kokoshnik de las Familias Reales de Suecia, Dinamarca, Rumanía, Holanda e Inglaterra. En 1888, la entonces princesa de Gales, Alexandra de Dinamarca, había recibido con motivo de sus bodas de plata con Eduardo VII una diadema de inspiración rusa, pieza que siempre había deseado desde que se la vio a su hermana, María Fedorovna, Emperatriz de Rusia y madre del último zar, Nicolás.
Los tocados de estilo Kokoshnik –palabra que literalmente se podría traducir del ruso por «peine de gallo»– eran de origen popular y los llevaban las señoras casadas para cubrir su cabello. Como tantas otras veces, la moda popular llegó a la cúspide del estilismo real.
Tras la muerte de la reina Maria Cristina en 1929 y la separación de Alfonso XIII y Victoria Eugenia, el Rey exiliado cedió la pieza a su futura nuera, María de las Mercedes de Borbón y Orleans, madre del Rey Don Juan Carlos, como regalo de su boda con Don Juan.
Las tiaras kokoshnik estuvieron de nuevo a la moda en 1920, pero ya no tanto cuando la heredó la Condesa de Barcelona, quien, a su vez, cedió la tiara a su hija Pilar para su boda con Luís Gómez-Acebo décadas más tarde y a su nieta Simoneta para la suya en 1990.
Don Juan Carlos, verdadero continuador de la labor de su abuela en la ampliación de las «joyas de pasar» de Victoria Eugenia, negoció con sus hermanas para quedarse con esta preciada pieza y Doña Sofía empezó a lucirla en el año 2006 durante una visita oficial a Noruega.
Los tocados kokoshnik habían sido en su día impulsados por la Reina Catalina la Grande, gran revitalizadora de las costumbres rusas a pesar de haber nacido en Alemania. Escondidos durante la época de la Revolución Bolchevique, los habían lucido actrices, bailarinas como Anna Pavlova, emperatrices y princesas, pues era un símbolo de riqueza y elegancia que poco a poco se convirtió en un must entre las casas reales europeas en la Belle Epoque. Ahora, un siglo después, renace la popularidad de las diademas kokoshnik. Todo vuelve.