Gastronomía
El lado bueno del azúcar: beneficios desde tiempos de Nostradamus
El maravilloso azúcar que se adaptaba tan bien a innumerables preparaciones tomó el relevo y entusiasmó al mundo medieval
Aunque la faceta más conocida del célebre Nostradamus es la de profeta, gracias a sus famosas Cuartetas que bajo el título Les Prophéties se han aplicado a mil momentos históricos diferentes, también escribió otras obras. Este fascinante visionario vivió en una de las localidades más hermosas de Francia, en Saint-Rémy-de-Provence, en la primera mitad del s. XVI. Justamente donde siglos después, la mismísima Carolina de Mónaco desahogaría las penas por el fallecimiento de su marido.
En realidad, Nostradamus era boticario, y su afición a la astronomía era tan sólo una actividad paralela. Así que, como experto conocedor de los frutos de la naturaleza, de sus propiedades, tiempos y medidas, escribió un precioso librito de confituras. De un minucioso y paciente boticario podemos esperar que sus recetas estén bastante bien calibradas y minuciosamente explicadas, como se observa en el librito. Haber escrito la obra: Traité des fardemens et confitures y conocer tan a fondo el azúcar se explica porque en la época (1555), el azúcar se dispensaba en las boticas.
Y fue todo un éxito porque la expansión del azúcar se produjo en Europa a partir del Medievo. El azúcar era una vieja conocida en España desde el mundo andalusí y su uso se fue expandiendo; aunque también los caballeros cruzados del norte de Europa la conocieron en Tierra Santa.
El azúcar tiene innumerables propiedades en la cocina, pero pronto descubrieron que, además, tenía un efecto instantáneo sobre el organismo: proporcionaba energía inmediata y reponía fuerzas. Y estaba buena, muy muy buena. Aquello era la panacea. Así que se desarrollaron con azúcar innumerables recetas: confituras, pastillas, caramelos, mermeladas, jaleas. Además, permitía conservar durante mucho tiempo productos frescos, como vegetales, hortalizas, flores y frutas, adquiriendo en el proceso todo su sabor y aroma. Y ¡qué colorido!
Michele de Nostradamus no se dejó ninguna preparación en el tintero, y el librito que escribió es una auténtica joya. Y en cuyas páginas uno pierde la respiración entre limones y naranjas confitadas, jengibre verde, almendras garrapiñadas, confituras de membrillos (lo que hoy conocemos como carne de membrillo). Incluso dulces con flor de borraja que promete Nostradamus que rejuvenece.
No faltan siropes de rosas y ruibarbo, una mermelada de peras, mazapanes, el dulce de pulpa de calabaza y el jarabe rosado. Incluso los coloridos dulces de guindas, licores de cerezas y hasta una gelatina de cerezas para grandes señores. Todo ello salpicado de clavo, canela, espinacardo, limas y todo lo que pueda ser sugerente en repostería hasta dejar al lector sin aliento. La miel empezaba a parecer algo rústica, pasada de moda y quizás, incluso, vulgar.
Así que este nuevo producto, el maravilloso azúcar que se adaptaba tan bien a innumerables preparaciones tomó el relevo y entusiasmó al mundo medieval, una ola que continuó hasta nuestros días y que facilitó que Nostradamus nos contara los secretos de su botica y de su despensa.