Vete de mi parte
El milagro de la calle Jorge Juan de Madrid
Un ejemplo clarísimo de cómo una arteria madrileña se hace grande y casi indispensable en el mapa gastronómico
Madrid sigue siendo la ciudad de las sorpresas, de la alegría, del buen comer y del buen vivir. Madrid es la capital de casi todo. Algunas de sus calles se han convertido en lugares de atractivo singular por el abanico de posibilidades que tienen para cautivar a la gente. La calle Jorge Juan es un ejemplo clarísimo de cómo una arteria madrileña se hace grande y casi indispensable en el mapa gastronómico de una ciudad con tanta competencia. Me gusta ir a la calle Jorge Juan, algunas veces para comer bien y otras pasa pasar el rato con una buena copa y buenos amigos. Hoy quiero que vengan conmigo a este importante núcleo urbano del barrio de Salamanca donde está prohibido el pesimismo.
Comenzamos en Amazónico, templo de la cocina imaginativa, con gran atención al producto y abierto siempre a lo más granado de la sociedad madrileña. Un lugar para disfrutar de un buen menú distinto a lo habitual y para codearte con los rostros de la fama. Seguimos viaje y, muy cerca de allí, está La máquina, un local amplio, con una barra enorme, siempre llena de gente ansiosa de beber, picar y alternar. Su éxito está en esa mezcla de ambientes y de sabores que le han colocado entre los grandes de la calle porque allí todo el mundo es feliz.
Me encanta sentarme en Lobito de mar, una de las joyas de Dani García, ese mágico lugar donde el pescado, el marisco y la riqueza gastronómica de Andalucía son eternas garantías de éxito. No se puede ir a la calle Jorge Juan y pasar de largo por este templo del sabor. Ultramarinos Quintín, otra gran idea del binomio formado por Sandrosilva y Marta Seco, puede presumir con razón de ser uno de esos restaurantes que necesitan paciencia para poder reservar una mesa.
También tiene una barra de obligada visita para un aperitivo con tapa incluida, pero su comedor está entre los preferidos de la zona sencillamente porque se come muy bien y con eso basta. Hace poco visité La Bien Aparecida y me da la impresión de que no acerté con la elección del menú, porque mis referencias eran muy buenas. A este tipo de restaurantes de mucho nombre hay que darles siempre una segunda oportunidad. Y se la daré.
Acostumbro a visitar con bastante frecuencia la Taberna Los Gallos, en la que Pepe Caldas y su gente han creado un espacio que conjuga buen comer con buena música y con esos ingredientes están causando sensación en ese Callejón de Puigcerdá, que ya forma parte de Jorge Juan y de su apabullante poderío.
Al final del callejón está El babero, ya joyita de la gran Cuchi, la hija de Florentino Pérez, uno de esos sitios acogedores en los que te sientes como en casa. Allí suelo ir a tomar esa copa de tarde que tanto se agradece, pero, si lo deseas, te puedes chupar los dedos con sus especialidades. Y dejo para el final El paraguas. Ahí empezó todo para Sandro Silva y Marta Seco. Ahí se inició su gran aventura vital. La cocina asturiana y de mercado tiene en El Paraguas representación de lujo. Para mí y para mucha gente más, sigue siendo el rey de la zona por estilo y por calidad.
Hay muchos restaurantes más en Jorge Juan, a los que volveremos seguramente algún día. Hoy nos conformamos con los que más nos han impactado. Los recomendamos en la seguridad de que lo van a pasar muy bien, van a comer de cine, van a sentir el embrujo inolvidable de Madrid y van a hacer nuevos amigos. Así es la calle Jorge Juan, un milagro más del Madrid que más quiero y al que les recomiendo que vayan de mi parte.