Las curiosidades del exótico Bután que Almeida encontrará en su luna de miel
El primer alcalde de Madrid que contrae nupcias durante su mandato reparte su viaje de novios entre las playas paradisiacas de Maldivas y la espiritualidad y naturaleza prístina del único reino del Himalaya
Bután y Maldivas. Dos pequeños países de Asia que en nada tienen que ver y que combinados en un mismo viaje ofrecen ese tipo de sugestiva mezcla que muchos recién casados de alta capacidad adquisitiva buscan ahora para sus lunas de miel. Alternar unos días de descubrimiento de un destino exótico con mucho que ofrecer, campo o ciudad, con otros de absoluto relax en una playa paradisiaca. Maldivas, formado por unas 1.200 islas de coral, acapara uno de los desarrollos turísticos más formidables del continente. Si la pregunta hace unos años era «¿Dónde está Maldivas?», la cuestión ahora es «¿Dónde, en Maldivas? El país cuyo lema parece una isla, un resort» ofrece opciones para todos los gustos. Ha evolucionado desde un posicionamiento casi exclusivamente de destino de viaje de novios para abarcar viajes familiares, de amigos, aficionados al surf, al submarinismo, etc.
Con más de quinientos hoteles y resorts, incluidos dos marcas españolas, el matrimonio Almeida ha tenido donde elegir en un abanico que abarca resorts super exclusivos de un par de villas sobre el agua hasta complejos superferolíticos con restaurantes submarinos o encima de las palmeras, todo tipo de opciones gastronómicas y de entretenimiento y deportes. El gobierno del país apuesta abiertamente por el turismo, la llegada de inversión extranjera y la promoción en nuevos mercados. Las posibilidades de que el edil madrileño se encuentre con algún compatriota (al menos en el aeropuerto) son elevadas. Los españoles figuran entre los diez países que más turistas mandan a Maldivas, un dato interesante teniendo en cuenta la gran oferta de sol y playa de nuestro país.
Bután está en las antípodas de este planteamiento. Hace tan solo 50 años se abrió al turismo internacional, por las mismas fechas que Maldivas empezó a recibir visitantes extranjeros. Una efeméride que van a celebrar a lo largo de este 2024 sin poner en peligro la máxima de mantenerse relativamente «aislados» del mundo, con el fin de preservar su fuerte identidad nacional, una idiosincrasia que el país preserva como su principal tesoro nacional junto a los gigantes de India y China.
¿Posibilidades de que Almeida se tope con españoles en el país de la felicidad? Más bien, escasas. Según informan a El Debate fuentes oficiales del Turismo del país, tan solo 700 españoles visitaron Bután el año pasado y un número similar el anterior, cifra que ascendía al millar antes de la pandemia. El pequeño reino del Himalaya ha estado cerrado a cal y canto durante dos años a raíz de la covid y empieza poco a poca a recuperar su controlada y bien planificada actividad turística para no poner en peligro ese tesoro nacional basado en un patrimonio espiritual profundamente entrelazado con su belleza natural, su historia y sus tradiciones.
Bután no es un lugar al que se viaja así como así, en ningún sentido. El país está protegido del resto del mundo por los poderosos gigantes montañosos del Himalaya y desde Madrid las conexiones son costosas y largas. Para evitar el turismo de masas, los visitantes tienen que pagar una tasa fija de 100 dólares por día, necesitan visado. Ya no es necesario organizar el viaje a través de un operador acreditado, como hasta fechas recientes. Bután, destino imprescindible de los muy viajados, es realmente un país diferente al resto del mundo. Profundamente religioso, consciente de la importancia de las tradiciones, modesto, pero increíblemente cálido y con una felicidad tranquila. Felicidad, palabra clave en el país. En los años 70 del siglo pasado, Jigme Singye, padre del rey actual, introdujo la felicidad nacional bruta como medida de prosperidad en Bután. Quería crear un equilibrio entre valores materiales y espirituales. Esta felicidad también incluye la naturaleza. El 60% del país, de tamaño similar a Suiza, debe permanecer cubierto de bosques. Hoy, Bután no sólo es neutro en emisiones de CO2, sino que incluso absorbe más de lo que emite. La naturaleza es especialmente bella en primavera y es la época en que se celebran los tradicionales festivales Tshechu en todo el país.
Y aunque el Himalaya nos sugiera escenas de nieve y frío, Bután se encuentra en la misma latitud que Canarias, por lo que tiene un clima suave todo el año, incluso a mayor altitud, con temperaturas de entre 15 y 20 grados. Además de su extraordinaria belleza y esa situación de encontrarse en un lugar remoto, en el que muy poca gente ha estado, el visitante valora mucho la genuina hospitalidad de los butaneses, siempre sonrientes. Y aunque el inglés se ha extendido en las últimas décadas, en paralelo con los índices de escolarización, no está de más responder con alguna palabra en su idioma. Kuzo zampo la! es el saludo de bienvenida en la lengua local. Seguro que lo escucha muchas veces el matrimonio Almeida estos días, dada la afabilidad local. Los butaneses acogen con agrado a los extranjeros, incluso les suele invitar al interior de sus casas, comparten dulces tradicionales, o les convidan a participar en sus celebraciones o festividades. El arco es el deporte nacional y también es muy popular el khuru, similar a los dardos. Tal vez sería bueno que los butaneses supiesen que la buena puntería no está entre las muchas virtudes del alcalde madrileño, en caso de que se les ocurra invitarle a participar en este tipo de actividades.
Dada la buena hospitalidad de los habitantes del país, y lo seguro que es el país, el Gobierno está promoviendo programas que permiten alojarse en casa de los butaneses, como el objetivo de que el visitante tenga una experiencia verdaderamente inmersiva y completamente local, si bien, como es natural, no es la opción más solicitada para los viajes de novios. Aunque la capacidad hotelera del país es muy reducida, dada su orientación al viajero de alto poder adquisitivo, nunca han faltado opciones de establecimientos de super lujo. Dos de las mejores marcas hoteleras del mundo, Aman y Como, llevan décadas en el país, a las que se han sumado en los últimos años las igualmente lujosas, Six Senses and &Beyond. Como y Six Senses también están presentes en Maldivas, con dos de los mejores resorts del archipiélago, lo que en muchos casos propicia que los huéspedes disfruten de las mismas marcas hoteleras en ambos países.
La combinación Maldivas-Bután no es la más frecuente, si bien está ganando terreno como opción para viajes de novios bajo la fórmula from the sea to the sky, desde el mar a cielo, dada la altitud del pequeño reino, que con 3.280 metros es el país de mayor altitud media del mundo. «Lo más corriente es ir a Bután y combinarlo con Nepal, India y Tailandia», explica Alfonso Martínez Fisher, socio fundador de Beworld, especializada en viajes de lujo. «Bután sigue siendo un destino extraordinario, nunca defrauda, con esa conexión con la espiritualidad, la naturaleza, la amabilidad de su gente, las tradiciones». Recién llegado del país, entre sus recomendaciones destacan, además de los mencionados hoteles de super lujo, el pequeño y familiar Gangtey Lodge, en el Valle de Phobjikha, un valle donde contemplar las grullas de cuello negro, muy veneradas en el país. Los itinerarios, siempre personalizados, incluyen las ciudades de Thimpú, Paro, o Punakha, valles y monasterios, especialmente el Monasterio del Nido del Tigre, el templo budista que se encuentra literalmente colgado sobre un lateral de una pared vertical. «Bután tiene magia, no necesita mucho más», concluye Martínez Fisher.