Viajes
De islote sangriento en Menorca a destino de moda en el Mediterráneo
La fascinante Isla del Rey, que acogió en 1711 el primer hospital militar de la Armada Británica fuera de las islas británicas, se convierte en visita obligada para amantes de la historia, la naturaleza y el arte
Durante décadas estuvo perdida en ese olvido que a veces depara la desidia y el transcurrir del tiempo. Pocos sabían de la interesante y azarosa existencia de este pequeño islote en el puerto de Mahón hasta que se fijó en él hace dos décadas, el general Luis Alejandre Sintes, exJefe de Estado Mayor del Ejército de Tierra. Menorquín de pro, hombre culto e inquieto, decidió que esta sería su última batalla, y aunque ya no la libraría de uniforme, estaba dispuesta a ganarla.
Creó la Fundación Hospital de la Isla del Rey, con un grupo de voluntarios y buenas dosis de ilusión y paciencia, y se propuso impulsar la recuperación de su memoria, rehabilitar sus maltrechas y abandonadas dependencias y divulgar la sorprendente historia de esta pequeña isla que debe su nombre a Alfonso III, al ser éste el lugar en el que, en 1287, desembarca el monarca para emprender desde allí la reconquista de las tierras menorquinas en manos musulmanas.
Su posición estratégica en las rutas por el Mare Nostrum ha marcado el destino de este islote situado a tan solo 400 metros de Mahón y con una extensión similar a unos 5 campos de futbol. En ella se ha dado cita durante los últimos siglos los intereses y las rivalidades de las grandes potencias, historias de conquistas, navíos legendarios, invasiones…
A principios del siglo XVIII, en la primera dominación británica de Menorca, los ingleses construyeron en ella un hospital militar de generosas dimensiones, con nada menos que 1.200 camas, para la asistencia de su flota naval. Fue el primero hospital militar inglés fuera de las islas británicas. A la Isla del Rey se la empezó a conocer entonces como «la isla sangrienta», Bloody Island, denominación que probablemente deriva de «hospital de sangre», que es como se ha llamado durante siglos a las dependencias sanitarias castrenses situadas en primera línea de frente.
El siglo XVIII fue especialmente convulso en Menorca, pues la isla vivió tres períodos de dominio británico, una breve ocupación francesa y unos años de reincorporación a la Corona española. Y todo esto se refleja en las dependencias militares del pequeño islote, que, además, ya en el siglo XIX, y en manos españolas definitivamente, sirvió de lazareto durante la epidemia de fiebre amarilla que estalló en 1821.
Después de la conquista de Argel por Francia en 1830, las autoridades españolas dieron permiso a los franceses para que establecieran en ella un hospital de guerra donde atender a los heridos de la campaña africana. Tres años más tarde, las instalaciones fueron ocupadas por los norteamericanos, que la utilizaron como estación en el Mediterráneo para su escuadra, y en 1840 los franceses la usaron como depósito de carbón para suministro de los vapores que cubrían la línea con Argel. Tras todas esas vicisitudes, a partir del 1843, el edificio volvió a recuperar su destino primigenio de hospital militar que mantuvo durante más de un siglo hasta que por fin se decidió su cierre definitivo en 1964. Durante la Segunda Guerra Mundial, dio cobijo a los supervivientes del hundimiento del acorazado italiano «Roma».
De todos estos avatares dan cuenta hoy diferentes salas museizadas en los últimos años por voluntarios de la fundación que preside Alejandre y que vuelven a abrir sus puertas este fin de semana para una nueva temporada estival tras el largo paréntesis invernal. La isla fue visitada en 2023 por los Reyes Felipe y Letizia, lo que supuso el espaldarazo definitivo para un enclave que no solo ofrece una visita histórica fascinante y cada vez más demandada, también una excursión inolvidable para recorrer sus interesantes jardines, comer en alguno de sus dos restaurantes, como el más que recomendable Cantina, un coqueto bistró en medio de un bosque que destacada por sus arroces, su pescado fresco y especialmente su diseño.
El bistró es parte del segundo proyecto que ha cambiado radicalmente la vida de este islote: la apertura de la sede menorquina de la prestigiosa galería de arte suiza Hauser&Wirth. De nuevo el destino de la «isla sangrienta» da un giro espectacular y se convierte en nueva y esperada meca para los amantes del arte de vanguardia. En 2016, los galeristas visitan la isla y allí se produjo un flechazo que desemboca en un acuerdo que permite a la galería rehabilitar y acondicionar uno de los antiguos barracones anexos al hospital y dedicarlo a nueva sede de Hauser&Wirth.
De la reforma de esta parte del antiguo hospital se encarga el arquitecto argentino Luis Laplace, otro enamorado de Menorca y de la magia de su arquitectura vernácula. La Isla del Rey empieza en 2021 a aparecer en revistas de arte y arquitectura de todo el mundo gracias a su cuidada programación, a sus actividades culturales y didácticas, a su emplazamiento en un islote encrucijada de tantas historias. La intervención de paisajistas de talla internacional, como Piet Oudolf, pone la guinda a un pastel en el que también hay esculturas de Bourgeois y Chillida, entre otros.
Precisamente la obra del artista donostiarra, que pasó muchos veranos en Menorca, isla a la que se sentía especialmente unido, es objeto de una de las dos grandes exposiciones de esta temporada. Con motivo de la celebración de su centenario, Hauser&With inaugura este fin de semana una gran exposición que reunirá más de 50 obras del escultor y que podrá verse hasta el próximo 27 de octubre. El legado de Chillida convivirá en este islote lleno de historia y de futuro con la propuesta de la artista norteamericana Roni Horn, muestras ambas que auguran récord de visitantes en esta cuarta temporada de la sede balear de la galería.