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Lectura nocturna

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Cuentacuentos contra el naufragio de la atención: por qué hay que leer a los niños antes de dormir

El diagnóstico creciente de niños con TDAH es uno de los grandes retos a los que padres, psicopedagogos y comunidad educativa tienen por delante. La lectura a temprana edad es un buen antídoto para ello

«Entonces, el Caballero de los Espejos cayó derribado por el ingenioso hidalgo, el loco cuerdo, el que después sería el Caballero de los Leones, tras arremeterle con su lanza en el pecho». 

Estamos urdidos de narraciones. Nuestra historia es precisamente eso, un relato con pulsaciones que empieza en un momento de un universo ya definido y que acaba, normalmente, en un punto indefinido poco después sin que nuestro deambular haya cambiado un ápice el curso de los astros. Sin embargo, el estar, el que nos cuenten, puede suponer  quitarle unas décadas al olvido antes de convertirnos en polvo.  Que alguien, dentro de seis generaciones, todavía recuerde al tatarabuelo que le echó leche al depósito del tractor o a la bisabuela que hacía garrapiñadas como nadie, está dentro de las pocas misiones que todo ser humano debería aspirar a cumplir. No por sus méritos, sino para los que vienen por detrás sepan de las tontunas y heroicidades silenciosas de las que vienen.  Por eso, lo que dice Pablo Velasco, es más pertinente que nunca recordarlo: nos explicamos gracias a que tener elementos que explicar. Esto y que «nuestra historia tiene encaje en otras narraciones mayores. Nuestro nacimiento es entrar en narraciones que ya existían. Conocer un rasgo de mi identidad consiste en conocer alguna narración de carácter general, que da marcos de sentido a ese rasgo». 

Por ello, la lectura, el imbuirnos en la ficción, es la llave del códice de la realidad. La que permite su expansión y comprensión. Es por ello que la lectura a los pequeños de la casa desde temprana edad no les garantiza ser más felices, pero, tal y como indica el maestro de escuela, ensayista y filósofo Gregorio Luri, sí que puede ser un factor determinante para las distintas etapas de la vida. Porque el conocimiento –no solamente el que se mide por exámenes y resultados sino también el que se adquiere entre las sábanas del hogar– es, en palabras de Luri, «el petróleo del siglo XXI». 

El diagnóstico precoz, fundamental

Según la Fundación Orienta, especializada en salud mental infantil y adolescente, «el porcentaje de niños con sospecha de TDAH (Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad) es de 5,3 por ciento frente al 2,9 por ciento de las niñas». La prevalencia mundial en ambos sexos sube hasta el 7,2 %, siendo el diagnóstico precoz clave para la buena salud y éxito escolar, entre otros factores, de los más pequeños.

El déficit de atención, esa pandemia de la dispersión que trae de cabeza a millones de familias en todo el mundo, tiene varias vías para se enfrentada. Por un lado, está la parcela farmacológica. Un tratamiento largo que puede llegar, incluso mantenerse, una vez entrada en la vida adulta. Por otro lado, están las medidas psicopedagógicas, destinadas a que el niño sea consciente de lo que le está ocurriendo cuando se distrae constantemente en clase o no es capaz de hacer los deberes en el tiempo estipulado. Y, por último, donde coinciden todos los implicado en tratar y acompañar este trastorno de la conducto está en la lectura. 

Sacralizar el momento del cuento nocturno, el hacer que los niños nos demanden historias escritas o inventadas, es uno de los garantes para tener una generación atenta a cómo lo extraordinario de la vida se abre paso entre lo cotidiano sin aspavientos, sin grandes mecanismos tecnológicos. Solamente una voz apasionada, capaz de modular la tensión dramática de la historia, y un par de ojos diminutos entrecerrándose, son suficientes para apuntalar una sociedad que no se olvide de los gigantes que nos precedieron. 

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