Entrevista
Daniel Arasa: «En general, los 'felizólogos' perjudican más que benefician, porque te centran en ti mismo»
El periodista e historiador publica '¡El amor de mi vida has sido tú!', en el que repasa 55 años de matrimonio
A pesar de que tiene siete hijos, diez nietos y más de 40 libros a sus espaldas, Daniel Arasa tiene muy claro que el amor de su vida tiene nombre propio: Mercè. A ella le dedica su última obra, ¡El amor de mi vida has sido tú! (Ediciones Carena), un cofre del tesoro lleno de experiencias y reflexiones fruto de los 55 años de matrimonio que han compartido ambos.
«El amor entre los mayores no solo puede ser fuerte, sino lleno de entusiasmo y de vibración», escribe el periodista, historiador y presidente de entidades como CinemaNet o la Plataforma per la Família. Arasa atiende a El Debate en Barcelona para hablar sobre la diferencia entre amor y enamoramiento, la necesidad de vivir una alegría matrimonial y cómo hacer de cada día —durante más de medio siglo— un nuevo just married.
— ¿De dónde nace este libro?
— Durante muchos años he escrito libros de historia —sobre la Segunda Guerra Mundial, la guerra civil o la persecución religiosa en España—, pero hace cinco años escribí un libro para mi mujer, como regalo por nuestros 50 años de matrimonio. Se titulaba A las 9 en la luna, y estaba pensado como algo íntimo, para familia y amigos, pero mucha gente se interesó y al final se hicieron varias ediciones.
— Y con los 55, ¿pensó en profundizar?
— Sí, pensé en hacer algo parecido, pero de otra forma. En ¡El amor de mi vida has sido tú! hay vivencias propias, pero el grueso son reflexiones sobre una vida matrimonial larga. Lo escribí porque se habla mucho del amor durante el noviazgo y en los primeros años de matrimonio, pero parece como si después ya todo fuese rutina… Y no: el amor puede ser vivo e intenso. Hay que luchar para que la convivencia no degenere en aguas estancadas, podridas, y que siga siendo un amor profundo a pesar de los años.
— ¿Eso cómo se hace?
— Mira, una de mis nietas, cuando tenía dos años y medio, un día no se dormía. Su madre le cantaba nanas, la paseaba… y nada. Y ella le dijo: «Mamá, tengo un secreto; no estoy cansada». Pues el secreto en la vida matrimonial es que no se trata de hacer grandes cosas, sino en hacer feliz al otro cada día. Tener claro que en el matrimonio el centro no eres tú, ni tu felicidad, sino el otro, y hacerle feliz. Hacer café, ayudar en casa, decir «te quiero», pedir perdón y perdonar… Es la suma de mil pequeñas cosas.
— Esto último suena algo contracultural, en este momento tan marcado por la autoestima y los cuidados propios…
— Le dedico un apartado en el libro a la plaga de los felizólogos… En gran parte, creo que los psicólogos perjudican más que benefician porque venden una idea de felicidad centrada en ti mismo, y eso está equivocado: la felicidad está precisamente en hacer felices a los demás. ¡Así de paradójicos somos los seres humanos! La felicidad no la tiene quien la busca, sino que llega como consecuencia al que se entrega. Y en el matrimonio, esta entrega es preferentemente con tu mujer, o tu marido.
— Las estadísticas sobre matrimonios en España no son demasiado halagüeñas. ¿Las librerías tendrán que poner este libro en la balda de ciencia ficción?
— ¡No es un mal planteamiento! (ríe) Es verdad que parece que esto se sale de lo corriente, pero tendría que ser lo ordinario. Fíjate que, aunque es cierto que los datos muestran que la mitad de los matrimonios se rompen, en todas las bodas hay la ilusión de que sea para toda la vida. Hemos de tender a lo mejor, y los casados hemos de animar a muchos otros. Por eso creo que es fundamental en el matrimonio la alegría, pero no una alegría postiza, sino esa que sale de dentro.
— ¿Qué hacemos cuando llega una crisis grande al matrimonio?
— Es complicado, pero creo que hay que ir a las fuentes. Una crisis matrimonial no es como una DANA, no viene de golpe un día, sino que suele ser la culminación de un proceso. Por eso hemos de querer blindar el matrimonio, y esto implica cosas como no hablar nunca mal del cónyuge frente a otras personas, querer al otro con sus defectos y pasar por alto muchas cosas o estar dispuestos a perder. Y hay otra cosa fundamental.
— Usted dirá.
— Hay que saber separar enamoramiento de amor. Estamos en una sociedad emotivista… pero el sentimiento es lo más voluble que hay, y es también algo egocéntrico. Por eso educamos en la emotividad en vez de en las virtudes, y decimos que «se me ha pasado el amor» cuando nos referimos solo al entusiasmo del primer momento, que es algo que inevitablemente pasará.
— ¿Qué le responde a quienes piensan que para estar juntos y quererse no hace falta casarse?
— Que un matrimonio es mucho más que unos papeles. Ya no digamos en el caso de un matrimonio cristiano, que es un sacramento y que se concibe como un matrimonio a tres: el marido, la mujer y Dios. Pero incluso en el matrimonio natural, que es un reconocimiento público de compromiso, está comprobado que las personas casadas son, de media, más felices.
— ¿Cuál ha sido la parte más complicada de escribir de este libro?
— Bueno, por ejemplo, las reflexiones sobre sexualidad, pensando en personas que llevan muchos años. En el matrimonio, mientras sea posible, no solo se pueden tener relaciones sexuales, sino que se deben tener. O plantear la idea del perdón, que es muy fácil decirlo, pero muy difícil llevarlo a la práctica.
— Terminemos: ¿a quién le puede servir leer ¡El amor de mi vida has sido tú!?
— Mira, inicialmente lo pensé para gente que lleva muchos años casada, pero ya me han dicho que vale también para los novios y los recién casados, porque les permite ver el horizonte que se están marcando.