Salud digital
Uno de cada cinco jóvenes corre el riesgo de ser adicto a las pantallas
La tecnología juega un papel fundamental en la educación, pero también se corre el riesgo de que se convierta en una mera distracción
La pandemia y el confinamiento han puesto encima de la mesa nuevas realidades de las que todavía hoy se están conociendo las consecuencias. Una de ellas es la exposición continúa y prolongada a dispositivos con pantallas, que sin duda alguna han traído consigo importantes repercusiones, en especial entre los más jóvenes.
Las pantallas, ¿son aliadas o meros elementos distractores? Esta es la pregunta que se hace Daniel Rodríguez, técnico del equipo de estudios de Cáritas y coautor del informe `Impacto de las pantallas en la vida de la adolescencia y sus familias en situación de vulnerabilidad social: realidad y virtualidad´. Para responderla, explica que desde la llegada del COVID-19 estos dispositivos se han convertido en herramientas imprescindibles para que los más jóvenes pudieran continuar con su educación. En este sentido, no se las puede considerar enemigas, ya que también se ha visto que significan una importante fuente de consulta, no solo textual, sino también de videos explicativos o distintas infografías muy útiles para los alumnos.
Las pantallas en el ámbito escolar
Sin embargo, como punto opuesto, aglutinar en un mismo dispositivo las aplicaciones educativas, los métodos de estudio y las redes sociales personales puede conllevar una pérdida de atención. Esto hace que se difuminen las fronteras entre la vida escolar o académica y la personal. En todo caso, los resultados de la nueva investigación de Cáritas, de la que Rodríguez forma parte, muestra que existe una correlación entre el absentismo y el fracaso escolar y la adicción y el uso abusivo de las pantallas. Esto viene a significar la probabilidad de que un menor falte al colegio o suspenda tres o más asignaturas aumenta en un 27 % si es adicto a las pantallas.
La directora general de Cáritas Española, Natalia Peiró, afirma que este estudio se establece como una radiografía de cómo y cuánto utilizan las pantallas el colectivo de jóvenes en situación de vulnerabilidad y de exclusión social, precisamente para evitar que estos dispositivos se conviertan en una causa añadida de aislamiento en la sociedad. Para elaborar el informe han sido encuestados 930 jóvenes, padres y tutores procedentes de familias acompañadas por Cáritas, sobre el uso que hace de los dispositivos la población de entre 12 y 17 años en situación de vulnerabilidad.
Educación digital
En esta relación con la tecnología y las pantallas, existen diferencias en cuanto al sexo. Ellos son más propensos a jugar a videojuegos, mientras que las chicas lo son a ser más activas en sus perfiles en redes sociales, lo que hace que se encuentren más expuestas.
La totalidad de los adolescentes tiene contacto con pantallas a lo largo de su día a día, mientras que un 96 % de ellos posee un móvil propio, que les ha sido entregado, de media, a los 10-11 años, aunque la mayoría de aplicaciones de las que hacen uso son para mayores de 16. Ante este acceso cada vez más temprano a la tecnología, Rodríguez hace hincapié en la necesidad de educar, no solo a los jóvenes, sino también a sus familias, sobre una utilización responsable.
En una sociedad tan extremadamente digitalizada, el uso de pantallas se convierte en abuso cuando el tiempo de exposición a ellas pasa de las seis horas diarias. Según el nuevo informe de Cáritas, uno de cada seis jóvenes supera este tiempo, algo que el técnico de la investigación indica que puede llevar o no a una adicción. Sin embargo, Rodríguez también desvela que, independientemente de su situación, tristemente uno de cada cinco jóvenes en España corren el riesgo de sufrir adicción a las pantallas.
El derecho al aburrimiento
La consecuencia más directa de ello es el aislamiento social, por lo que ante el temor de Peiró, las pantallas se convertirían en un nuevo factor de exclusión social en nuestro país. El 28 % de las familias encuestadas opinan que las pantallas son las culpables de que haya empeorado la comunicación intrafamiliar.
Según apunta Carmen García, responsable del programa de infancia de Cáritas, el primer motivo para usar el móvil es el aburrimiento: «los jóvenes no saben aburrirse, y los adultos tampoco. Desde Cáritas reivindicamos el derecho al aburrimiento y a disfrutar de un tiempo libre saludable».
Ella misma afirma que, y coincide con Rodríguez, en que la tecnología es una oportunidad, pero también un riesgo. Los diversos canales de comunicación que han surgido obligan a triplicar las habilidades sociales, algo que hace que aumente el aislamiento ante los cambios en las formas de relacionarse.
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La falta de acceso también es exclusión
Igual que el abuso y la adicción se van consolidando como formas de exclusión, también lo hace la falta de acceso a la tecnología. «Las pantallas e internet se ha convertido en una necesidad más. Para las familias más vulnerables esto implica un gasto que muchas veces no pueden asumir para sentirse incluidas en esta sociedad totalmente digitalizada», explica García.
Encontrar el equilibrio es clave para prevenir el abuso y la adicción a las pantallas, algo para lo que la responsable de infancia receta poner límites, «porque en los menores es sinónimo de protección». Coincide de nuevo con el técnico al sentenciar que es necesaria la humanización de la tecnología. Esta se conformará como una de los elementos de protección de los menores, junto con el ejemplo que los jóvenes reciben en casa y compartir tiempo de ocio con sus iguales de forma presencial, ya sean deportes o actividades culturales, que reducen a la mitad la probabilidad de sufrir una adicción.