Todo lo que los hombres hacen (sin mala intención) en el parto que saca de quicio a sus mujeres
Cinco madres recuerdan aquello que sus maridos preguntaban, comentaban o intentaban hacer mientras ellas traían a su hijo al mundo
Aunque el papel del hombre durante el parto no está completamente definido, su principal función es la de estar: a la cabeza de la cama, dando la mano a su mujer, apoyándola y motivándola. Pero también no molestar ni entorpecer la labor de médicos y matronas.
Puede cronometrar el tiempo que pasa entre una contracción y la siguiente, hacer más amena la espera con alguna actividad que guste a ambos, como leer o escuchar música, recordar las técnicas de respiración para cuando sienta dolor... en definitiva, ninguno de los dos estará aburrido.
Un parto acompañado
Desde los años setenta del siglo pasado llevan publicándose estudios que afirman que es mejor para la madre no pasar sola el parto, pero uno en 2015 rompió esta tendencia al afirmar que era mejor que algunos padres no bajasen al paritorio porque podría hacer que las mujeres sintieran más dolor.
Esto solo ocurriría en situaciones concretas, que los investigadores del University College of London especificaron como aquellas en las que, por ejemplo, no había suficiente confianza en la pareja o tenían una relación menos afectuosa. Estas mujeres preferían estar acompañadas por alguna otra persona.
Hay quien guarda de su parto recuerdos graciosos, dramáticos o quizá tristes, pero si alguien preguntase a Cristina si tiene alguno bonito de su marido mientras daba a luz diría que es imposible: «Yo lo quería matar», cuenta. Tras tres hijos, Ignacio sigue todavía vivo.
Ante los nervios y el dolor
No hay cursillo preparto que te ayuda a controlar los nervios y te enseñe a responder cuando aprieta el dolor, por eso, el marido de Teresa, cuando se paró la máquina de la epidural, le enchufó la mascarilla del gas de la risa mientras ella intentaba gritarle: «¡Qué llames al anestesista!».
¿Estar o no estar? Esa es la cuestión, que para María, que tiene dos hijos con Miguel, su marido, tiene una obvia respuesta: «Muy recomendable, aviso», dice, y continúa: «Lo más bonito es la cara que se le queda». La mezcla entre los nervios, la emoción y el miedo dejó algunas muecas para el recuerdo. Esto mismo le ocurrió a Blanca, que confiesa: «Dijo `ostras´, y lloró; nada más». O ella no recuerda nada más, admite.
Amenazas varias
Carlos tampoco lo recuerda bien –los nervios le traicionaron–, pero su mujer sí. Almudena cuenta que cada 15 segundos él preguntaba si estaba bien. Después de las quince primeras veces, la matrona le pidió calma y silencio bajo amenaza de echarle del paritorio.
Un parto es cansado y largo dure lo que dure, más para la madre –está claro–, pero Guillermo pareció no darse cuenta cuando tras muchas horas se le ocurrió decirle a Rocío: «Tranquila, cariño, que ya no queda nada». Si volvía a repetírselo, respondería su mano por ella, en su cara: «Llevaba más de diez horas con la misma cantinela y aquello no terminaba nunca».