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Un niño triste en una fiesta de cumpleaños

Un niño triste en una fiesta de cumpleañosPexels

Lo que la ciencia dice del «cumpleaños triste»

¿Por qué algunos niños lloran durante su fiesta de cumpleaños?

Aunque se planteen como un motivo de alegría, algunos cumpleaños infantiles acaban en lágrimas. Los expertos explican por qué le ocurre a algunos niños y, sobre todo, cómo se puede evitar

Una tarta, globos, regalos, amigos, familias y, sin embargo... lágrimas. Para muchos padres, ver llorar a su hijo durante su fiesta de cumpleaños resulta desconcertante: ¿Por qué un momento tan alegre puede terminar siendo una experiencia angustiosa? La ciencia y la psicología (y también la música) tienen respuestas claras.

Si en 1963 Lesley Gore cantaba su inmortal It's my party, and I'll cry if I want to (Es mi fiesta y lloraré si quiero), casi 50 años después, un estudio publicado en Infant Mental Health Journal iba a explicar el porqué de tan extaño comportamiento.

Tal y como recogía el informe, cerca del 23% de los niños de entre 3 y 6 años presentan signos de sobreexcitación, llanto o incluso ansiedad durante sus propias fiestas. Las causas, según los expertos, son múltiples: expectativas irreales, incomodidad social, presión por ser el centro de atención y, sobre todo, sobreestimulación sensorial.

Una «tormenta sensorial»

La psicóloga infantil Tovah Klein, directora del Barnard College Center for Toddler Development (Universidad de Columbia), explica que «para muchos niños pequeños, estar en el foco de atención puede resultar abrumador. No todos disfrutan siendo observados o aplaudidos mientras soplan las velas o abren regalos».

Un factor clave es la sobreestimulación. La Universidad de Harvard, en su programa Center on the Developing Child, advierte que los cerebros infantiles aún no regulan bien las emociones ante situaciones nuevas, ruidosas o con muchos estímulos. Y pocas cosas pueden compararse con una tormenta sensorial de tal calibre como una fiesta de cumpleaños: música alta, juegos, voces, muchas personas de diferentes edades, luces, velas (fuego), grandes cantidades de azúcar y comida poco habitual.

El «cumpleaños triste»

Otro elemento que puede llegar a generar frustración es la expectativa: los niños que tienen ideas preconcebidas sobre cómo debe ser su fiesta —influidos por anuncios, por las redes sociales, por experiencias previas de sus amigos, o por las conversaciones de los días previos— tienden a frustrarse más si algo no sale como imaginaban. Algo a lo que no ayuda que sean los propios padres quienes tengan una elevada presión por impactar a los invitados con fiestas apoteósicas.

Incluso pueden los niños llegar a experimentar cierta tristeza si comparan su fiesta con la de otros (o con sus propias ensoñaciones), lo que hace que algunos psicólogos se refieran a este fenómeno como «cumpleaños triste».

La solución: reforzar lo esencial

La solución, según los especialistas, pasa por reducir la presión, el deseo de impactar en niños y adultos, y adaptar la celebración a la personalidad del niño. «No todos necesitan grandes fiestas: a veces, una merienda sencilla con los más cercanos puede ser mucho más feliz», dice la psicóloga Catherine Steiner-Adair, profesora asociada de Harvard Medical School.

Evitar demasiadas sorpresas, dar los regalos de forma progresiva y no con una catarata inacabable, dejar que el niño elija parte de la celebración, no saturar con música muy alta, prever momentos tranquilos o de reposo, y alertar al niño de aquellos en los que va a haber más bullicio (como, por ejemplo, a la hora de soplar las velas de la tarta o de hacer algún juego) son prácticas que marcan la diferencia.

Porque, al final, de lo que se trata es de que el niño descubra que el mayor regalo no es lo que reciba, sino la compañía de su familia y amigos, y que el mayor motivo de celebración es haber vivido un año más junto a los suyos.

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