Entrevista
Mónica López Barahona: «La adopción prenatal de embriones nunca puede ser una alternativa para seguir congelándolos»
La presidenta de la Fundación Jérôme Lejeune en España reflexiona sobre las implicaciones bioéticas de los procesos de fecundación in vitro
¿Qué destino espera a los más de 600.000 embriones congelados que se acumulan en las unidades de reproducción asistida? Se plantea esta cuestión la doctora en Ciencias Químicas, Bioquímica y Biología Molecular, y máster en Filosofía, Mónica López Barahona. La también presidenta de la Fundación Jérôme Lejeune en España y directora de la cátedra de bioética homónima en la Universidad Francisco de Vitoria reflexiona en El Efecto Avestruz, la serie de entrevistas de la Asociación Católica de Propagandistas (ACdP), sobre las implicaciones morales de la producción indiscriminada de embriones in vitro.
–¿Cuál es la situación actual respecto a los embriones criopreservados en España?
–Según los últimos datos que tenemos, en España hay más de 600.000 embriones congelados en las unidades de reproducción asistida. ¿Por qué tantos? Por la propia técnica empleada: para la fecundación in vitro se genera el embrión fuera del útero de la mujer, y al transferirlo a la madre las probabilidades de que haya un aborto espontáneo son muy altas, puesto que ella no ha preparado su útero -molecularmente hablando- para acogerlo. Para ello, se producen entre cuatro y seis embriones, sobreestimulando el ovario de la mujer para que genere más de un óvulo por ciclo. Si se consiguen cuatro embriones, dos se transfieren y dos se congelan.
–¿Para qué se congelan?
–Por si acaso no prenden los embriones transferidos. O para que, si esta mujer desea volver a tener descendencia por la práctica de la fecundación in vitro, no tengan que volver a estimular el ovario, algo que se sabe que no es bueno para la mujer. En este caso, se recurre a los hijos en fase embrionaria que tiene congelados.
–Desde el punto de vista de la bioética, ¿qué se genera sobre la placa de cultivo?
–Lo que se genera es, evidentemente, una vida humana. Un ser humano. Y si quien lo genera no estuviera convencido de esto, no lo transferiría al útero de la madre. Todo lo que no sea reconocer esa realidad objetiva es faltar a la verdad: una clínica de reproducción humana asistida no implanta en el útero de una mujer un grupo de células que no sabe muy bien qué es; implanta un embrión humano. En estado de pocas células, sí -en estado de mórula temprana-, pero un ser humano. Y, por tanto, una persona, puesto que no existe otra forma de pertenecer a la especie humana que no sea la de ser persona.
No es éticamente aceptable cómo se han generado ni cómo se están manteniendoPresidenta de la Fundación Jérôme Lejeune en España
–¿La congelación de estos embriones «sobrantes» es moralmente aceptable?
–No. No es éticamente aceptable mantener a un ser humano con su metabolismo detenido, a temperaturas de 150º bajo cero, para estar a disposición de poder ser, o no, gestado, en función del deseo de la pareja, o la mujer en solitario, que lo ha encargado. Su vida se ha detenido en ese momento, en estado de cuatro células, y cuando se descongelen, si es que llega el momento, retomarán ese ciclo que detuvieron. No es éticamente aceptable cómo se han generado ni cómo se están manteniendo.
–¿Qué opciones legales y éticas hay para esos 600.000 embriones congelados?
–La ética dice, y es así, que ninguna de las soluciones va a ser buena al 100 %; siempre nos movemos en el terreno de lo que llamamos el «mal menor». Hoy en día nuestra legislación permite cuatro destinos posibles para estos embriones, aunque lo legalmente posible no siempre es éticamente aceptable. Las cuatro opciones son: mantenerlos congelados indefinidamente; donarlos para un proceso de adopción prenatal; tirarlos a la basura de restos biológicos, previa autorización de sus padres, y utilizarlos para investigación, lo que también acabaría con su vida.
–¿Alguna de estas opciones es moralmente aceptable?
–Para empezar, ni la tercera ni la cuarta opción son éticamente aceptables, porque atentan directamente contra la vida del embrión: no hay posibilidad alguna de que un embrión sobreviva fuera del congelador o del útero de la madre. La opción de dejarlos congelados implica aceptar de facto una situación indefinida para un ser humano, mantenerlo en hidrógeno líquido hasta que mueran de muerte natural… pero no sabemos cuándo se dará esta, porque la única manera de saber cómo está ese embrión es descongelándolo, y al hacerlo -sin transferirlo después al útero- morirá.
Lo que debe prevalecer es rescatar a estos miles de vidas con destino inciertoPresidenta de la Fundación Jérôme Lejeune en España
–¿Queda, pues, la opción de la adopción prenatal?
–Se trataría de descongelar el embrión para transferirlo al útero de una mujer que desee gestarlo, entrando en un proceso de adopción prenatal. Seguimos en el terreno del mal menor, porque esta adopción nunca puede ser una alternativa para seguir generando indefinidamente embriones congelados. Es una solución de emergencia que debería pasar necesariamente por parar la congelación de embriones. Es una opción de rescate: lo que debe prevalecer es rescatar a estos miles de vidas con destino incierto, más que el deseo de paternidad o maternidad.
–¿Podemos equiparar, moralmente hablando, la adopción prenatal a la adopción convencional?
–La adopción prenatal, efectivamente, emula la adopción del nacido, si entendemos de verdad que allí hay una vida humana, tan vida como la del niño ya nacido. En ambos casos, se trata de vidas que -por las circunstancias que sea- no es querida ni puede ser asumida por sus progenitores: una está en un congelador a 150º bajo cero; otra, en un orfanato o centro de menores. La adopción es la única opción compatible con la vida, y que va a permitir su desarrollo en un entorno digno. De hecho, en España ya se llevan a cabo estos procesos, aunque habría que regularlos y establecer unos protocolos equivalentes -al menos- a los de la adopción de nacidos.
–Hay otros expertos en bioética que plantean que «dejar morir» a los embriones es la única opción moralmente aceptable. ¿Qué le parece el planteamiento?
–Es cierto que hay quien plantea que «dejar morir» -entre muchas comillas- es la mejor opción, puesto que se han generado en una situación no digna para el ser humano, y mantenerlos congelados sine die tampoco es digno. La cuestión es que descongelarlos y no intervenir no es «dejarlos morir», sino un acto positivo que les provoca la muerte. Esta opción, que en ocasiones se ha mencionado desde sectores que tienen una visión personalista y trascendente de la bioética, no es correcta, porque técnicamente hay una opción real de vida: transferirlo al útero de una mujer que desee gestarlo. Cuando hay una opción, hay que luchar por ella. Además, hay otra apreciación.
La forma en la que han sido generados estos embriones no justifica acabar con su vidaPresidenta de la Fundación Jérôme Lejeune en España
–¿Cuál es?
–La forma en la que han sido generados estos embriones no justifica acabar con su vida. Estos mismos sectores que defienden esto no apoyarían nunca que una mujer que ha sido violada abortara, y una violación es la forma más vejatoria para generar una vida humana. La cuestión está en que el individuo generado a través de una violación o de técnicas de reproducción asistida no es culpable de ello. Se pueden juzgar los actos -la violación es absolutamente reprobable; la fecundación in vitro no es moralmente aceptable-, pero estos no pueden tener, además, la consecuencia de acabar con la vida del individuo que se ha generado así.
–¿Cómo podemos prevenir estas situaciones y transmitir una «cultura de la vida»?
–Bueno, yo creo que pasa, necesariamente, por la educación. Cada vez encuentro más profesionales sanitarios o estudiantes de Medicina o Enfermería que no conocen estas cuestiones, y es importantísimo que se incida en ellas desde el colegio y la universidad. También es muy importante que los consentimientos informados que se firman en las prácticas de fecundación in vitro recojan la realidad, porque no siempre es el caso. Creo que antes de tomar la decisión de entrar en este proceso, la mujer debe conocer con detalle a lo que se está exponiendo
–¿En qué sentido?
–En el de que la fecundación in vitro no es buena para ella. Los ciclos hormonales que tratan de provocar la generación de más óvulos tienen como consecuencia el síndrome de hiperestimulación ovárica. Además, cada vez tenemos más datos en la literatura científica que indican que esta sobreestimulación puede causar el desarrollo de tumores ginecológicos hormonodependientes.. Y lo mismo es cierto para el hijo: hay más de 200 publicaciones que recogen una mayor incidencia de tumores pediátricos en niños generados por fecundación in vitro. La mujer que acude a una unidad de reproducción asistida ha de saber que por el camino van a morir cuatro o seis hijos, porque las tasas de eficacia son del 24 % –según la estadística que uno mire–. Yo entiendo el drama de la infertilidad, y el deseo de ser padre y madre, pero ¿a qué precio? ¿Los hijos son un don o un derecho? Existen otras formas de maternidad: la adopción, la acogida permanente… Todo esto se debe transmitir a la sociedad.