'Euphoria' y los adolescentes: «Los padres se han convertido en cuidadores ñoños»
El catedrático de la Universidad Abat Oliba CEU Jorge Martínez analiza en el último episodio de El efecto avestruz la antropología presente en la serie de Sam Levinson
«Tengo claro que nunca pondría esta serie a mis hijos adolescentes, pero creo que es muy útil para que los adultos entiendan bien lo que está sucediendo en el mundo de los jóvenes». Quien habla es Jorge Martínez, catedrático de Medios de Comunicación de Masas en la Universidad Abat Oliba CEU, y la serie en cuestión es Euphoria, la exitosa creación de Sam Levinson de la que hace unos días se confirmó su tercera temporada.
Alabada por su crudeza y su sentido estético, Euphoria sigue a un grupo de estudiantes de instituto mientras lidian con cuestiones como las drogas, el sexo, la identidad o el trauma. En el nuevo capítulo de El Efecto Avestruz, la serie de entrevistas de la Asociación Católica de Propagandistas (ACdP), Martínez analiza esta obra, y advierte de que «muchos adultos se comportan como si sus hijos vivieran en un mundo idílico, pero tienen más contactos con el mundo retratado en Euphoria de lo que se imaginan».
–En el libro Imaginarios de los trastornos mentales en las series (UOC) y otros trabajos ha estudiado a fondo Euphoria. ¿Qué le atrae de esta serie, y por qué no otra?
–Primero, porque hace una descripción bastante realista de la generación Z, que ha vivido con mucha influencia de las pantallas. Son chavales que han crecido con la pornografía a un simple golpe de teclado, que asumen las relaciones sexuales bajo la lógica de Tinder, del mero consumo. Es verdad que es una serie estadounidense, y que en EE.UU. las relaciones sexuales se dan antes, pero creo que Euphoria retrata la vanguardia: si en España no hemos llegado aún a ese problema, nos queda muy poquito.
–También es una serie donde el consumo de drogas tiene un papel muy destacado.
–Sí, pero no hace un retrato complaciente. No banaliza el consumo ni las consecuencias de este tipo de relaciones: como espectador, las experimentas en tus propias carnes. Además, Euphoria no analiza la juventud de forma aislada, sino que identifica claramente que el problema es la gran ausencia del adulto. Es decir, muchos de los personajes son como son, en gran medida, porque no han experimentado la gratuidad del amor.
–No han experimentado un amor familiar auténtico.
–Son adolescentes que han estado hiperprotegidos, con todas las facilidades de la tecnología… Pero han crecido prisioneros del deseo de sus padres para cumplir sus objetivos. Euphoria pone frente al espectador el gran problema de nuestra cultura, que es el sentido de la propia existencia. En la serie no hay adultos que puedan decir –con su existencia, no de palabra– que la vida vale la pena ser vivida. Y que la vida es algo bueno pese al dolor y el sufrimiento.
–El sufrimiento, precisamente, está muy presente en Euphoria.
–Está en ese grupo de series que he estudiado, como The Wire o Black Mirror, que ponen el dolor como un componente de la vida. En nuestra sociedad parece que el dolor se evita, o se intenta evitar. Los padres tratan de evitarles el dolor a sus hijos sobreprotegiéndolos: es un acto reflejo, motivado por el hecho de que ellos mismos no le encuentran sentido, no ven el dolor como un punto en la narración de la vida que incluso permite ahondar en las razones del propio vivir.
–En este sentido, ¿Euphoria retrata una crisis de la paternidad?
–Una de mis investigaciones es relacionar la serie con un concepto del psicoanalista italiano Massimo Recalcati, el complejo de Telémaco. Para Recalcati, hoy los hijos ya no responden al arquetipo de Edipo –que se enfrentaba a su padre, porque consideraba su cultura como algo castrador–, sino al de Telémaco, que espera en Ítaca a que vuelva su padre ausente.
–¿El padre está ausente porque ha dejado de ejercer su paternidad?
–Hoy los padres se han convertido en cuidadores ñoños de sus hijos, incluso en amigos. Su ideal es no envejecer, parecerse cada vez más a los chicos. Recalcati pone en evidencia que muchas conductas extrañas de los chavales de hoy, muchos ataques a su propio cuerpo, vienen de que están buscando esa figura del padre. Esto lo vemos, por ejemplo, en el primer especial navideño de Euphoria.
–Trouble Don't Last Always, en el que Rue –el personaje interpretado por Zendaya– habla con su padrino de Narcóticos Anónimos, Ali.
–Exacto. Rue es politoxicómana, tiene un problema de adicción, y llama a Ali tras recaer. En ese encuentro se ve perfectamente como Rue, a través de la droga y el daño a sí misma, busca a su padre, que ha muerto. Y Ali juega aquí esa figura de la paternidad, le da a Rue testimonio del sentido de la vida, en un diálogo muy bello, a pesar de que Euphoria es una serie muy cruda. Ali, converso al islam, le dice que es «un adicto al crack que quiere hacer algo positivo antes de palmarla».
–No es, desde luego, un modelo de adulto perfecto.
–No, pero en él se ve que algo, él habla de Dios, en términos muy cristianos, por cierto, ha vencido su mal. Esta imperfección también la explica Recalcati: el tipo de paternidad que hoy es posible no es una paternidad poseedora de la ley, sino una paternidad que intenta obedecerla. Es un camino conjunto entre padre e hijo, aunque la relación no es horizontal: el padre lleva un cierto camino adelantado, pero también ha de recorrer el camino.