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El Efecto Avestruz

Naprotecnología, la alternativa a la fecundación in vitro que ve la infertilidad «como síntoma, no enfermedad»

El ginecólogo Juan Acosta y la enfermera María Miralles resuelven dudas sobre esta disciplina médica en el nuevo episodio de ‘El Efecto Avestruz’

Cuando Tamara Falcó anunció el pasado julio que tenía pensado utilizar las técnicas de la naprotecnología para quedarse embarazada, muchos españoles descubrieron este término, pero la historia de esta disciplina médica viene de más atrás. «En EE.UU., la naprotecnología funciona desde los años 90; allí es parte de la práctica médica habitual, una opción que toman cientos de miles de familias», explica el médico ginecólogo y especialista en naprotecnología Juan Acosta, que co-protagoniza esta semana el nuevo episodio de El Efecto Avestruz, el programa de entrevistas de la Asociación Católica de Propagandistas (ACdP).

En el capítulo interviene también la enfermera María Miralles, monitora de reconocimiento de la fertilidad y de métodos naturales y certificada en el método Creighton. Ambos expertos responden en el vídeo a las dudas más habituales que despierta la naprotecnología, un enfoque médico que aspira a identificar los problemas de salud que causan una infertilidad para tratarlos y facilitar la reproducción natural.

Acosta relata cómo el ginecólogo estadounidense Thomas Hilgers desarrolló la naprotecnología a raíz del citado método Creighton –una propuesta de planificación familiar basada en el conocimiento de la fertilidad y la observación del flujo cervical femenino–, y destaca que «hoy se ha convertido en un arma muy potente para ayudar a los matrimonios que tienen problemas para poder tener descendencia».

Las bases de la naprotecnología

El pilar de la naprotecnología como enfoque médico está –según Acosta– en que «ante un problema de fertilidad intentamos ver qué puede haber detrás; no lo vemos como una enfermedad, sino como un síntoma de que algo puede estar fallando en el ciclo o en alguno de los dos cónyuges». De ahí que el primer paso sea analizar en profundidad al hombre y la mujer, buscando problemas como endometriosis, ovario poliquístico, desarreglos hormonales o problemas de trompas.

«La finalidad última es que consigamos que haya fecundidad y que pueda haber descendencia, pero no somos resultadistas: no nos centramos totalmente en obtener un hijo, como si fuera un producto, sino que sobre todo queremos recuperar la salud», apunta el ginecólogo. Acosta reconoce que la naprotecnología en España es aún una disciplina muy reciente, pero apunta a estudios realizados en EE.UU. e Irlanda en los que se observan tasas de éxito «de entre el 50 % y el 70 %».

«Mi papel como monitora –añade Miralles– es acompañar a las parejas, ayudarles a reconocer cómo funciona la fertilidad y apoyarles en toda esa parte psicológica, que necesitan para poder afrontar esa gran dificultad que están teniendo». La enfermera critica que «hay un gran negocio montado detrás de las clínicas de reproducción asistida, y muchas parejas que acuden a ellas salen machacadas, tratadas como números», y añade: «Te hunden psicológicamente y te dicen que la única respuesta es su tratamiento».

Naprotecnología y reproducción artificial

Acosta indica que la diferencia básica entre naprotecnología y reproducción asistida es que esta segunda «usa todas las técnicas artificiales a su alcance para conseguir un embarazo, estimulando al máximo la ovulación de la mujer y obteniendo todos los ovocitos posibles, para después tener una reserva de embriones que quedan congelados». Frente a ello, la naprotecnología se plantea como una alternativa natural, con «menos indicaciones, menos riesgos y también unos costes mínimos comparados con la reproducción artificial», dice el médico.

Además, también está la cuestión moral. «En naprotecnología es fundamental que se respete la integridad de la relación conyugal, mientras que en los tratamientos de reproducción artificial no hace falta uno de los dos cónyuges, o a veces ninguno de los dos», lamenta Acosta. El ginecólogo también se refiere a la dignidad del ser humano, algo que no se respeta en la producción –y posterior desecho– de embriones.

Miralles, por su parte, contrapone el método Creighton a otros métodos artificiales de control de la fertilidad, como las pastillas anticonceptivas. «Esto lo que hace es anular tu ciclo, que es tu estado natural como mujer… Te estás medicando para algo que es correcto y sano». Acosta da un paso más: «La reproducción artificial y la cultura de la contracepción participan de la misma cultura de la muerte que el aborto», dice, y concluye que ver el éxito de la naprotecnología en España es «un signo de esperanza».

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