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Una familia en el parque del Retiro

Una familia en el parque del RetiroEP

La caída de las adopciones internacionales que no sorprende a nadie: «No estaban listos para lo que iban a encontrar»

El proceso de adopción dura una media de cuatro años, aunque depende de la Comunidad Autónoma desde la que se solicite el certificado de idoneidad y del país de origen del niño

En 2023, tan solo 153 niños de otros países encontraron una familia en España. Antes de la pandemia habían sido 375 los adoptados internacionalmente. En contraste, hace una década eran 1.200 y el último año del siglo XX fueron más de 3.000. Este descenso, en realidad, no sorprende a quienes se dedican a ello, como Cristina Núñez, coordinadora de Adopta, una de las asociaciones en España dedicadas a facilitar los trámites para la adopción internacional.

Desde 1996 se dedica a encontrar una familia para menores en situación de abandono en sus países de origen y admite que entonces se vio un aumento de las personas interesadas en adoptar hasta tal punto que España se puso a la cabeza de toda Europa. «Países que tradicionalmente habían adoptado mucho más, como Francia, Suecia u Holanda, tenían números más bajos», explica Núñez. Entre los técnicos no se entendía qué pasaba ni por qué, pero coincidían en que «no parecía que se fuera a mantener en el tiempo». Ya supieron entonces la bajada que ahora constatan los datos.

Núñez comenzó a trabajar en el sector el mismo año que Televisión Española emitió el documental Las habitaciones de la muerte, que contaba los abusos que sufren los niños en un orfanatos de Shanghái. Como resultado, casi 500 parejas españolas pidieron adoptar niños chinos en tan solo tres meses. Esto se convirtió en una tendencia al alza, que se estancó con la crisis de 2008 y que ahora cae en picado.

La psicóloga analiza este crecimiento inicial como una respuesta impulsiva de los españoles. «Entonces, nadie se paraba a pensar lo que realmente implica y las consecuencias que puede tener la adopción», indica. La diferencia entre el gran número de solicitudes de antes y las de ahora es principalmente, en palabras de la coordinadora de Adopta, que se trataba de futuros padres «poco preparados para afrontar lo que luego se iban a encontrar». Con los años, admite, han encontrado personas dispuestas a adoptar niños mucho más conscientes de que el proceso no es fácil ni rápido.

«Hay mucha burocracia. Al final son dos países que se tienen que poner de acuerdo y hay un menor en medio», explica Núñez. El proceso de adopción dura una media de cuatro años, aunque depende de la Comunidad Autónoma desde la que se solicite el certificado de idoneidad y del país de origen del niño. Tras solicitar a la Administración autonómica la idoneidad, el expediente de los futuros padres adoptivos pasa al país de origen del menor, donde caen en lista de espera hasta que se certifique que la documentación es correcta y se les puede asignar un niño. Cuando esto ocurre, el informe del posible hijo adoptivo viaja hasta España, donde tiene que ser aprobado por la administración y pasar a los padres, que deciden si siguen adelante con el proceso. De dar una respuesta afirmativa, han de planificar su viaje para constituir la adopción, recoger a su hijo y llevarlo al consulado Español y, por fin, a su nuevo hogar.

Algunos países de origen requieren que los progenitores pasen un tiempo determinado allí, mientras se terminan de finiquitar los papeles del menor. En Adopta trabajan sobre todo con Hispanoamérica y Haití, y Núñez explica que por ejemplo, en Perú los padres han de pasar dos meses allí, tres en Bolivia y uno en Colombia. Hispanoamérica es el segundo continente de origen de los niños adoptados por familias españolas, mientras que el primero es Asia. Concretamente Vietnam e India son dos de los países más ágiles en cuanto a estas tramitaciones, lo que les ha convertido con las naciones con mayor número de adopciones constituidas, seguidas de Colombia.

Antes, China, Rusia o Etiopía eran los más rápidos en liquidar el proceso. Los cambios en las políticas domésticas de protección a la infancia y, más adelante, los conflictos, las han paralizado. En 2011, Rusia se cerró a las adopciones de países que hubieran legalizado las uniones civiles homosexuales, por ejemplo, y ahora con la guerra en Ucrania, los procesos han quedado bloqueados.

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