Los cinco lenguajes del amor
Lo que dos aficionados a «músicas incompatibles» enseñan para mejorar tu matrimonio
Llevar a cabo «actividades de calidad» es uno de los «dialectos» expresados por Gary Chapman para definir los lenguajes del amor que deben cultivar una pareja
Tracie creció rodeada de música clásica. Durante su niñez, la casa estaba llena de música sinfónica, y al menos una vez al año, acompañaba a sus padres a un concierto de cámara. Larry, en cambio, creció en una región con música country. Nunca asistió a un concierto, pero la radio siempre estaba encendida en esa emisora de música «campesina». Él decía que la clásica era demasiado elevada. Y de no haberse casado con Tracie, podría haber pasado toda su vida sin asistir, ni una vez, a escuchar una orquesta sinfónica.
Este es el ejemplo con el que el experto asesor matrimonial Gary Chapman, autor de la teoría de Los cinco lenguajes del amor y de su obra homónima, explica uno de los «dialectos» afectivos que comparten miles de personas: las actividades de calidad.
Dentro del lenguaje del amor del tiempo de calidad, Chapman explica que, para quien tiene como primer lenguaje emocional el tiempo de calidad, es posible que lo viva de un modo más pleno cuando se llevan a cabo actividades conjuntas. «El énfasis está en estar juntos, en hacer cosas juntos, en darse atención individual el uno al otro», explica.
Del country a la música sinfónica
Por eso, el ejemplo de Tracie y Larry es tan ilustrativo. «Antes de casarse –relata Chapman en su obra–, mientras estaba todavía en ese estado del enamoramiento obsesivo, Larry fue a un concierto sinfónico con quien entonces era su novia. Pero aun en su estado emocional eufórico, su actitud era: «¿Cómo puedes llamar música a esto?». Era una experiencia que no esperaba repetir nunca después del matrimonio». Sin embargo, «varios años después, cuando descubrió que el tiempo de calidad era el lenguaje básico del amor para Tracie, y que a ella le gustaba especialmente el dialecto de las actividades de calidad –y que ir a escuchar música clásica era una de sus actividades favoritas–, él eligió acompañarla con un espíritu entusiasta».
El motivo de la decisión, revela el asesor matrimonial, «era claro: no era asistir al concierto sinfónico, sino amar a Tracie y hablar su lenguaje. Con el tiempo llegó a apreciar la sinfonía y ocasionalmente a disfrutar de un movimiento o dos. Nunca llegaría a ser un amante de esa clase de música, pero ha llegado a ser un experto en amar a Tracie».
Los tres ingredientes de una actividad de calidad
Según explica Chapman, «las actividades de calidad pueden incluir cualquier cosa en la que uno o ambos tengan interés. Porque el énfasis no está en qué hacen sino en por qué lo hacen». Así, «el propósito es experimentar algo juntos, y que se marchen con este sentimiento: El otro se preocupa por mí. Ha estado dispuesto a hacer conmigo algo que yo disfruto, y lo hizo con una actitud positiva». «Eso –remarca– es amor, y para algunas personas, amor con mayúsculas».
Por ese mismo motivo, «las actividades de calidad pueden incluir cosas como plantar un jardín, visitar sitios históricos, observar aves, ir a un concierto, trabajar juntos o tener pareja a la hora de hacer la sopa y el pan hechos en casa», puesto que «solo las limitan tu interés y disposición para probar nuevas experiencias», precisa.
Eso sí, para poder disfrutar de las actividades de calidad en una pareja, este experto que imparte seminarios y conferencias ante parejas de todo el mundo apunta tres ingredientes esenciales:
- Que al menos uno de los dos quiera hacerlo,
- Que el otro esté dispuesto a hacerlo,
- Que ambos sepan por qué lo hacen: para expresarse amor estando juntos.
El beneficio de los recuerdos
Además de mejorar la comunicación y reforzar la unión de la pareja, una de las consecuencias más beneficiosas de las actividades de calidad es, en palabras de Chapman, «que proporciona un banco de recuerdos del cual extraer en los próximos años».
Y pone algunos ejemplos, en los que cualquiera puede verse reflejado: «Es afortunada la pareja que puede recordar una mañana temprano paseando a lo largo de la costa, la primavera en que plantaron el jardín de flores, el día que visitaron de nuevo el vecindario de su infancia, la noche en que asistieron juntos a su primer partido de baloncesto, la única vez que fueron a esquiar juntos y él se rompió una pierna, los momentos tranquilos trabajando juntos durante la noche en la oficina de casa, los parques de atracciones, los conciertos, las catedrales, y, claro que sí, el encanto de pararse debajo de una catarata después de una caminata de tres kilómetros. Casi hasta pueden sentir la llovizna cuando lo recuerdan». Todo este tipo de recuerdos «son memorias de amor, especialmente para la persona cuyo lenguaje primario del amor es el tiempo de calidad», asegura el experto.
Cómo vencer las dificultades
Ahora bien. Como en toda su obra, Chapman sabe que la teoría es fácil de aprender, pero muchas veces es difícil de aterrizar en el día a día de un matrimonio, singularmente si tiene hijos pequeños. Por eso, no elude los desafíos a los que se enfrentan las parejas y él mismo plantea una batería de preguntas: «¿Dónde encontraremos tiempo para tales actividades, sobre todo si ambos tenemos profesiones fuera del hogar? Pues haciendo tiempo, lo mismo que lo hacemos para comer y cenar. ¿Por qué? Porque es tan esencial para nuestro matrimonio como lo son las comidas para nuestra salud. ¿Es difícil? ¿Requiere de una planificación cuidadosa? Sí. ¿Significa que tenemos que dejar de lado algunas actividades individuales? Tal vez. ¿Significa que hacemos cosas que particularmente no disfrutamos? Ciertamente. ¿Pero son valiosas? Sin ninguna duda».
Y concluye con una nueva pregunta, que él mismo se encarga de responder: «¿Y qué saco yo de eso? Nada más y nada menos que el placer de vivir con un cónyuge que se siente amado y que sabe que he aprendido a hablar con fluidez su lenguaje del amor».