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El paso de la Princesa Charlene para desterrar a Carolina de Mónaco
La rivalidad entre cuñadas sigue patente en palacio, donde la Princesa sudafricana tiene cada vez más presencia
El deshielo no termina de instaurarse en Mónaco. Parecía que la vuelta a palacio de la Princesa Charlene, tras recuperarse de la infección otorrinolaringológica que la mantuvo en Sudáfrica durante medio año, había sembrado las bases de un acercamiento entre ella y Carolina de Mónaco. Sin embargo, todo indica que el distanciamiento entre las cuñadas sigue no solo patente, sino que se ha pronunciado de forma exagerada.
Los que sigan un poco la saga de la realeza monegasca lo saben bien: ver a la mujer y la hermana del Príncipe Alberto de Mónaco en un mismo evento es una rareza. Las dos siempre han organizado sus compromisos públicos para mantenerse alejadas la una de la otra. Y no tiene pinta que la situación cambie ahora que Charlene ha regresado para quedarse.
Mientras esta se estaba recuperando en Roc Agel, la residencia por excelencia de Grace Kelly, fue Carolina de Mónaco quien asumió el papel de acompañante y ganó presencia y relevancia en todos los actos públicos a los que asistía. Medios de comunicación como Matin y Paris Match veían la jugada de Carolina como una vuelta definitiva a la vida de Primera Dama oficial del Principado. Una función que no le era extraña, dado que tanto en vida de su padre como hasta la llegada de Charlene, era ella la que suplía con maestría esta tarea.
Aunque sigue siendo la tercera en la línea de sucesión, la importancia y visibilidad de Carolina ha ido en detrimento, mientras que la de su cuñada copaba todos los titulares. La situación no cambió ni siquiera cuando ella estaba enferma. Era Carolina quien daba la cara y aparecía en los actos públicos, pero la pregunta siempre era la misma: ¿dónde está Charlene?
Ahora, bien ubicada, los periódicos y medios se preguntan cómo ha podido cambiar su imagen de «princesa triste atormentada» por el de una mujer con gabinete de comunicación propio que vela por sus propios intereses. En su equipo se encuentra su hermano, Gareth Wittstock, que durante su ausencia ha revitalizado la imagen de su hermana mientras mantenía a raya la de Carolina. La revista Voici explica que el hecho de que el Príncipe Alberto reconociese el gabinete de prensa de su mujer es clave para ver a quién apoya realmente.
Algo que sucede desde que se conocieron. Cuando sus miradas se encontraron, Charlene de Mónaco derritió el corazón del Príncipe Alberto como una sirena descansando en su roca. Precisamente, la nadadora sudafricana asistía a una competición de natación en Mónaco el día que conoció al que ahora es su marido. Si el hijo de Grace Kelly y Rainiero III de Mónaco tardó mucho en pedir la mano de Charlene Wittstock, fue por varios motivos. Obviamente, buscaba convencerse de los sentimientos que tenía por él, pero también estaba pensando en una forma eficaz de hacer que fuera aceptada por sus dos hermanas.
Con Estefanía, la más joven del clan Grimaldi, la corriente pasó bastante rápido: compartían el gusto por el ejercicio físico y el rechazo de cualquier sofisticación excesiva. Con la mayor de la familia, Carolina de Mónaco, la tarea fue quizás un poco más dura. Y por una buena razón, después de todas las dificultades por las que pasó, rápidamente se estableció como líder del clan. ¿Tal vez ella también tenía miedo de ser eclipsada? Sea como fuere, desde que se instaló en el Palacio Grimaldi, Carolina no ve a la Princesa sudafricana digna sucesora de la corona monegasca.