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Cuqui Fierro

Gente

Cuqui Fierro y Marichalar a la misma hora y en el mismo sitio

Una de las grandes damas de la sociedad madrileña abre sus salones para compartir con sus amigos que cumple un santo más

Ocho de la tarde en una calle del barrio de Salamanca madrileño, en la zona de palacetes y casas señoriales de rancio abolengo. Hay tres figuras recortadas en la semioscuridad, porque será zona de rancio abolengo pero también de reducción lumínica callejera, una sobresale sobre las otras, su metro noventa y cuatro, le delata. Es Jaime de Marichalar con el dueño de una joyería catalana, a la que el ex duque de Lugo está muy unido, y su joven esposa. Los tres charlan y nos saludan a Julio Ayesa y a mí, en cuanto nos ven. Hombre, Jaime, ¿también venís al cóctel de Cuqui Fierro? No, nosotros vamos a otro aquí al lado. La causalidad situaba su charla justo en la entrada de la casa de Cuqui.

Intercambiamos cuitas y allí les dejamos porque una de las grandes damas de la sociedad madrileña abre sus salones para compartir con sus amigos que cumple un santo más.

Cuqui Fierro recibe en la entrada de su vivienda, rodeada de ramos de flores que han ido llegando durante todo el día. Como todos los 14 de marzo, Santa Florentina Fierro, «Cuqui» celebra su santo y éste con mayor motivo. Hay ganas de reencontrarse con los amigos. Cuando ve aparecer a Julio Ayesa, compañero de andanzas ibicencas en su famoso yate, se le iluminan aún más los ojos.

Ella está sujeta del brazo de Jesús María Montes-Fernández y de navarro a navarro, Ayesa y Montes, se intercambian anécdotas. Ambos conocen a Cuqui desde hace décadas y valen más por lo que callan que por lo que cuentan. Gracias a que el fotógrafo, Bernardo Paz, me filtra alguna, me entero que Ayesa alquilaba el Joy Eslava para hacer las fiestas más imponentes que se recuerdan y que ahora serían inviables y que Fierro no se perdía ni una.

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Beatrice de Orleans, Cuqui Fierro y Julio Ayesa

Julio Ayesa es un excéntrico personaje que se instalaba en el hotel María Cristina, durante el festival de cine de San Sebastián, y se sentaba en su terraza vestido con un albornoz blanco y desde allí, con su martini blanco en la mano, veía la llegada de las estrellas tan ricamente y cuando ya estaban dentro, se enfundaba el esmoquin, bajaba las regias escaleras y se incorporaba al festejo.

Las anécdotas de Cuqui escandalizando a la alta sociedad con sus excentricidades son infinitas, de aquello nos queda que tiene un albornoz de leopardo para bajar a la piscina y que es una anfitriona exquisita, posiblemente en su casa se coma el mejor bacalao de todo Madrid. Su cariño por Portugal hace que siempre haya fuentes con ese manjar que nunca preparan igual, en cada recepción te sorprende con un guiso diferente.

Ella jamás ha cocinado, pero sabe dar las instrucciones para agradar a sus invitados. Encarnita Polo, que ahora vive en Ávila, siempre se queda con ganas de pedirle un tupper con algunas raciones. Y María Ángeles Sanz, que fuera esposa del torero Ángel Camino, me cuenta lo mucho que cuesta sacar adelante la ganadería de toros bravos que tiene en su finca y que pueden mantenerlos gracias a que se encarga de ellos su hijo Rafi Camino, porque ella no está para lidiar.

Y la alegría es ver a Beatrice de Orleans feliz porque a la vuelta del verano se le casa su nieto mayor, Luis Nicolás de 27 años, en la catedral de Valencia y con una valenciana, «lo que no me puede hacer más ilusión porque la tercera generación por fin vuelve a España». Y lo dice porque todos sus hijos se casaron con extranjeros, una portuguesa, una bávara y dos franceses.

«Mis hijos no se han casado con españoles y excepto François, que vive feliz en Mallorca con su esposa bávara, los demás viven en el extranjero y sin embargo, mis nietos tiran para España. Tengo varios estudiando en Madrid y el mayor, Luis Nicolás, desde la pandemia teletrabaja en España con horario de Estados Unidos.

Está feliz porque, después de un noviazgo de nueve años, ha decidido casarse en octubre con su novia valenciana. Conozco a la familia y son encantadores porque son personas auténticas, nada de postureo. «Estoy feliz porque igual soy bisabuela pronto». Y sin darnos cuenta, los manteles de hilo portugués y las bandejas de porcelana con alegorías primaverales se cuajan de tartas de mil colores y sabores, la de limón, las de chocolate, las de fresas con chantilly, las voluptuosas paulovas, los hojaldres, las torrijas, las piñas, mangos y kiwis con formas de bosque encantado con el arte topiario. Lo dicho, nadie recibe como Cuqui Fierro.

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