La exótica noche de Francisco de Borbón en Tánger: una jaima, flamenco y ritmos 'gnawa'
El duque de Sevilla inauguró la pasada semana una exposición pictórica en el fastuoso museo Villa Harris de la ciudad marroquí
La noche era fría, algo desapacible y ventosa, lo que sorprendió a algunos de los invitados: «No pensaba que en Marruecos hiciera tanto frío», confesaba una elegante dama española a su acompañante mientras se ceñía el abrigo. Sí; en el país alauita puede refrescar, y mucho, y también llover a cántaros, como había ocurrido esa misma mañana en Tánger.
Con el suelo aún húmedo, en la noche del jueves de la pasada semana, los convidados a Le Musée de la Villa Harris arribaron puntuales al deslumbrante e historicista palacete levantado a finales del siglo XIX por el periodista inglés Walter Burton Harris. Frente al edificio de estilo neomorisco de resplandecientes muros blancos rotos por las filigranas de sus ventanas labradas, un folclórico grupo de músicos gnawa —un rico repertorio marroquí de antiguas canciones y ritmos religiosos espirituales islámicos africanos— recibía a los invitados al son de tambores e instrumentos de percusión.
Francisco de Borbón, duque de Sevilla, era el principal invitado del evento organizado por madame Soumaya Akbib, la presidenta de la organización Art et Culture Sans Frontières. Se trataba de una exposición llamada Le patrimoine culturel de Tanger au monde, que pretende «poner de relieve los profundos lazos culturales e históricos entre Marruecos y España», según explicó madame Akbib.
Para certificar estas excelentes relaciones, al evento acudieron también la cónsul española en Tánger, Aurora Díaz-Rato, junto a su marido, Ignacio Montes, o el presidente de la región Tanger-Tétouan-Al Hoceïma, Omar Moro.
Tras los saludos protocolarios y la sesión de photocall llegó el turno de los reconocimientos. Sonia Fernández-Durán Thiebaut, presidenta del Instituto Internacional de Salud y Hábitos Saludables, fue una de las distinguidas, por «su constante apoyo a las iniciativas culturales y sociales» en Tánger.
A continuación se pasó a una vistosa jaima roja con ribetes dorados instalada en el jardín, donde se celebró la cena de gala acompañada de ritmos flamencos y marroquís. Lo mejor de la gastronomía del lugar fue servido a los cerca de noventa invitados: carnes especiadas, exquisitas verduras asadas, cuscús y dulces tradicionales para poner el punto y final a la cena.