El secreto de Paloma Cuevas es una poderosa arma
La empresaria y diseñadora asistió en Valencia a la entrega de las Medallas de Oro Mayte Spínola 2022
«Nunca me habían dado un premio» por curioso que resulte, es la primera vez que Paloma Cuevas recibe un reconocimiento. Una de las mujeres más mediáticas y más silenciosas, no concede entrevistas, acaba de recibir una medalla de oro Mayte Spínola por su triunfo como diseñadora.
Lo que comenzó como una vía de escape a la pandemia y por qué no, una terapia al tsunami en el que se convertía su vida familiar, con el descubrimiento de la nueva vida sentimental de su marido y padre de sus dos hijas, Enrique Ponce, que, para más dolor, estuvo meses mostrándola públicamente sin pudor, ha sido el motivo por el que ha recibido en Valencia una de las medallas que entrega anualmente la empresaria y filántropa, Mayte Spínola. Fueron treinta y tres los premiados; Catalina de Hasburgo-Lorena, Miguel Mas San Eduardo, Marián Rojas y Morante de la Puebla, entre otros.
Posiblemente, en estos días, sea Paloma Cuevas una de las mujeres más perseguidas por la prensa. La diseñadora llegaba a la masía valenciana donde se celebraba la lujosa entrega de medallas, como no podía ser de otra forma del brazo de Rosa Clará y de su marido, Josep Artigas. La diseñadora catalana también recibía un diploma de manos del archiduque Casimiro de Habsburgo-Lorena, descendiente de Sissi. Los tres recién llegados de París «de hecho vengo con las joyas de la boda de mi hijo porque no he tenido ni tiempo de meterlas en la caja fuerte». La relación entre Cuevas y Clará es estrecha y veterana. El matrimonio acogió a Paloma en su casa catalana, a la que se desplazaba Paloma con su salvoconducto de trabajo, cuando teníamos prohibidas las salidas por la pandemia. Allí, las dos emprendedoras, gestaron el proyecto por el que ahora ha sido premiada.
Paloma llevaba años recurriendo a Rosa para que la vistiese en sus eventos y entre las dos creaban los vestidos que luego lucía Cuevas. «Yo siempre le decía a Rosa, y si le ponemos esta falda, y si le sacamos un pliegue aquí y si…». De esta forma, con un pliegue aquí y una pasamanería allá, nace la primera colección de vestidos de fiesta firmada por Paloma Cuevas. Pocas prendas pero escogidas y éxito absoluto. Así han ido surgiendo el resto de colecciones, mientras su vida sentimental se ha ido reorganizando y sin abandonar en ningún momento su trabajo en una sociedad inversora y como gestora del patrimonio familiar. Paloma, la estética la lleva en los genes, es una mujer elegante, y los negocios los aprendió licenciándose en economía en Boston.
Posee dos armas invencibles. La dulzura, hasta su perfume de Bvlgari es dulce, huele a magnolia, y su fuerza interior, que es su mejor arma de resistencia, como ha quedado patente en estos últimos años. Paloma Cuevas, sin temblarle el pulso, ha llevado el mando y ha marcado los tiempos. Sin que nadie se lo pida y con discreción, se echa a su familia a la espalda y lo hace sin que se note pero con coraje y desde hace mucho tiempo tiene la suerte de que el Sol de México le cante las mañanitas al oído cuando las musas aparecen. Cuando lee comentarios adversos, en vez de enrojecer de ira, sonríe y desea que los que así la definen, puedan ser tan felices como lo es ella porque el amor es más poderoso que el odio y cuando la tildan de aburrida, sube el volumen y suena con acento mexicano; «Y es que no sabes lo que tú me haces sentir. Si tú pudieras un minuto estar en mí. Tal vez te fundirías….» Y entre la noche se fundía Paloma del brazo de otra gran y corajuda mujer, Rosa Clará, mientras sonaba el himno de Valencia. Compartir literalmente dos sillas para tres (Cuevas, Clará y yo) y una noche Spínola da para varios Debates.