Gente
Veinte años sin Alfonso Hohenlohe, el Príncipe que inventó Marbella
Nació en el exilio y continuó viviendo entre palacios y castillos, pero en su feudo de Marbella era conocido como «olé, olé»
Los olé, olé en los años setenta en Marbella eran los Hohenlohe. Su Alteza Serenísima, el Príncipe Alfonso Hohenlohe, nació en Madrid y el Rey Juan Carlos estaba celoso de él, según le confesó, porque había sido bautizado en el palacio de Oriente, teniendo como padrinos a los Reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia, sus abuelos.
Él, sin embargo, había nacido en el exilio y fue bautizado en Roma. Así de regía empezaba la vida del Príncipe Alfonso. Nació en uno y continuó viviendo entre palacios y castillos, pero en su feudo de Marbella era «olé, olé». Y en cierta forma se merecía el apodo porque supo exprimir la vida con alegría y consiguió poner, ese trozo de Costa del Sol andaluza, en el mapa internacional.
Marbella entraba en la agenda estacional de todos los ricos y aristócratas mundiales. Cuando los ricos y los aristócratas eran extravagantes, elegantes, mundanos y divertidos. Marbella se codeaba con Saint Tropez, Gastad y Baden Baden. Y todo por obra y gracia de haberse casi arruinado, como me descubría su hijo «Hubertus perdimos mucho dinero por ser de Liechtenstein, porque al acabar la II Guerra Mundial los alemanes devolvieron las propiedades, que los rusos habían robado, a los que tenían pasaporte alemán y a nosotros no nos devolvieron nada. Por eso mi padre vino a España. Había perdido casi toda su fortuna». Y recaló en Marbella porque aquí conservaba un buen puñado de metros cuadrados para edificar y soñar a lo grande, según su costumbre.
Creó el Marbella Club, donde en los años 70 se reunía la «jet set» mundial pero la de verdad tipo Aga Khan o Agnelli. En ese espacio ajardinado por el príncipe con plantas que trajo de África, Su Alteza Serenísima y su esposa, Ira de Furstenberg, igual o mas Serenísima que Hohenlohe, levantaron un sueño, una fantasía temática para fortunas. No eras un verdadero Rotchild, Von Bismarck o princesa destronada o en vigor, sino estabas en Marbella.
Luego llegaron el díscolo Jaime de Mora y Aragón, hermano de la reina de los belgas, Kashoggi, Junot el primer marido de la bella Carolina de Mónaco, la Princesa Soraya y un etc. maravilloso. Barcos, caza, golf, casas de ensueño, playa privada, fiestas brilli brilli donde todos lucían ropa y joyones de su propiedad. No había prestamos de marcas, ni fotocoles, eso habría sido de un mal gusto extremo.
Ellos eran los que más gastaban pero sin la ostentación que llegaría años más tarde. Eran los mejores relaciones públicas de sí mismos, se atraían por la inercia del apellido o de la fortuna. Marbella era el paraíso. El Príncipe olé, olé concibió una auténtica revolución turística, social y glamourosa en el pueblo pesquero de Marbella.
«Luego, según me contaba su hijo Hubertus, llegó la época Gil y lo cambió todo, lo unificó y se perdió parte de ese glamour». Lástima que no viviese 100 años como su madre Piedita porque hoy estaríamos celebrando su centenario. El inventor de la Marbella glamurosa se estrenó como padre con los dos hijos que tuvo en su corto, escandaloso y prematuro, ella tenía 15 años, matrimonio con la riquísima princesa Ira von Fürstenberg.
El mayor, Kiko, murió y Hubertus, sin rencor, me contaba una realidad de su vida que retrata a este hombre singular «mi padre no se ocupó mucho de nosotros y mi madre le dejó para irse con un señor y no nos veía. Así que nos enviaron a internados en Austria, donde aprendimos idiomas y eso es un gran legado. Mi madre nos abandonó, pero con el tiempo quiso volver a vernos y probó a secuestrarnos. Pero no lo logró porque mi hermano y yo estuvimos tres años escondidos por Europa hasta que el señor con el que se fugó desapareció.» No se prodigó con los hijos pero sí con el trabajo, hasta el punto de algo que parecería incompatible por todas las esquinas, que el sindicato Comisiones Obreras de Marbella le reconociese como empresario modelo.
Cinco años de un primer matrimonio, apadrinado por los Reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia, que le dieron para mucho, luego, repitió con una casi desconocida actriz inglesa Jackie Lane, que le dio una hija, y finalmente, su amiga de infancia, Marilys Haynes, que se suicidó meses antes de morir el príncipe de cáncer.
Murió a los 79 años en su casa marbellí, que no podía llamarse de otra forma El Principito.