Al terminar la ceremonia y trasladarse al palacio de Amalienborg, los invitados disfrutaron de un banquete de alta cocina escandinava a base de timbal de marisco de los mares nórdicos en salsa de erizos de mar. Entre lo más destacado del día, las lágrimas del ahora monarca y su sentido discurso: «La alegría y la fuerza que me das son como el sol de día, que, con su resplandor, derrite todas las dudas y la oscuridad en la Tierra. Y como la luna por la noche, brillas con un rayo vigilante y delicado de dulzura, que apaga las travesuras y los engaños utilizados por los símbolos de las tinieblas. Te amo María. ¡Ven, vamos! A través de mil mundos, el amor ingrávido espera», concluyó.