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Así es Sandringham, por dentro: la histórica propiedad donde Carlos III pasa las Navidades
La Reina Isabel II instauró la tradición de pasar estas fechas tan especiales en esta finca del condado de Norfolk
Sandringham House era la querida residencia privada de campo de la difunta Reina Isabel. Desde sus marismas y granjas de frutas hasta el famoso museo y los jardines, es una finca que ha sido testigo de muchos acontecimientos reales, pero quizás sea más conocida como el hogar donde los Windsor pasan sus Navidades , una tradición que el Rey Carlos ha querido mantener tras el fallecimiento de su madre.
En este sentido, podríamos decir que también ha sido una especie de retiro para la Familia Real en sus momentos de crisis. De hecho, el propio Carlos III pasó un tiempo en la finca mientras lidiaba con su diagnóstico de cáncer. Ubicada en Norfolk, a poco más de 160 kilómetros al norte de Londres, abarca 8.100 hectáreas de tierra y es propiedad de La Firma –como se conoce a la Familia Real Británica– cuando la compraron para ser utilizada como residencia campestre por Eduardo VII, entonces príncipe de Gales, y su futura esposa, Alejandra de Dinamarca.
A lo largo de la historia, miembros de la realeza han vivido en la casa y han tenido una fuerte afinidad con ella, incluido Jorge V, quien una vez describió a Sandringham como «el lugar que amo más que cualquier otro lugar del mundo», según el sitio web. Su hijo, el Rey Jorge VI, padre de la Reina Isabel II, escribió que «siempre» era feliz en Sandringham y que «amaba el lugar».
Tras su muerte, la finca pasó a manos de la Reina Isabel II y, después, al Rey Carlos III. Aunque en un momento dado se hicieron planes para demoler la casa por completo y sustituirla por una estructura más moderna, nunca se hizo nada al respecto y Sandringham conserva la distribución y fachada original.
Durante la década de 1960, cuando el entonces príncipe Carlos y sus hermanos eran jóvenes, la familia real solía pasar la Navidad en el castillo de Windsor. Pero en la década de 1980, trasladaron la celebración festiva a Sandringham porque se estaban realizando reformas en la propiedad de Berkshire. La familia disfrutó tanto del cambio de sede que optó por regresar en los años siguientes.
La tradición era muy querida por Isabel II. En su discurso de Navidad de 1992, la monarca dijo: «Vine aquí por primera vez para Navidad cuando era nieta. Hoy en día, mis hijos vienen aquí para la misma fiesta familiar. Para mí, esta continuidad es una gran fuente de consuelo en un mundo de tensión y violencia».
En el interior, la finca al completo es «acogedora», a excepción del comedor, según el Príncipe Harry. Como escribe en sus memorias, Spare,«el comedor de Sandringham era nuestra versión del Infierno de Dante. Gran parte de Sandringham era cálida, pero el comedor era subtropical», en referencia al calor que hacía en la habitación.
Tanto él como su padre se escabullían para abrir una ventana, pero «los corgis siempre nos traicionaban. El aire frío los hacía gemir y la abuela decía: ¿Hay corriente de aire? Y entonces un lacayo cerraba la ventana enseguida. (Ese fuerte golpe, inevitable porque las ventanas eran muy viejas, siempre parecía el portazo de la puerta de una celda de la cárcel)», comenta.
Según The Telegraph, Sandringham House fue descrita en su día como «la más cómoda de Inglaterra» y «contaba con duchas y retretes con cisterna mucho antes que muchas otras en Gran Bretaña». Las habitaciones principales de la planta baja son utilizadas habitualmente por la familia real, pero también están abiertas al público. La decoración y el contenido siguen siendo muy similares a los de la época eduardiana.
Según el sitio web de la finca, más de 200 personas se ganan la vida en ella, entre ellas guardabosques, jardineros, agricultores y trabajadores del aserradero de Sandringham y de su planta de prensado de zumo de manzana. La finca pone un gran énfasis en el reciclaje, la conservación y la silvicultura, y es un santuario para la vida salvaje.
Además, también se ha utilizado para partidas de caza reales. En un momento dado, el Rey Eduardo VII, aficionado a la caza, ordenó que los relojes se adelantaran media hora a la hora GMT para aumentar la cantidad de luz del día disponible para cazar. Esta hora pasó a conocerse como hora de Sandringham y se mantuvo desde 1901 hasta 1936, cuando el Rey Eduardo VIII volvió a poner los relojes en hora GMT.