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Grabado realizado por: Bernard Picart (1728)

Grabado realizado por: Bernard Picart (1728)British Museum

Picotazos de historia

El peor medio para conseguir ser famoso

El deseo de querer hacerse famoso y cometer auténticas locuras para ello recibe en psiquiatría el nombre de erotrastismo y esto se debe a Eróstrato, un pastor que sufrió las mismas necesidades de atención

Entren ustedes en internet y hagan una búsqueda en Google: «quería ser famoso», los resultados les estremecerán. Hay una lista enorme de individuos que han llevado a cabo todo tipo de disparates: asesinatos, destrucción de obras de arte, etc., por no hablar de hacer el «tontolahaba» para sacarse un selfie con consecuencias trágicas. Este comportamiento lo encontrarán tipificado en psiquiatría con un término curioso: erotrastismo. El Diccionario de la Real Academia lo define como «manía que lleva a cometer actos delictivos para adquirir renombre». Y es que el origen del término proviene de un nombre propio, esto es: de un individuo.

En el llamado papiro Laterculi Alexandrini, del siglo II a. C., se muestra el primer listado de las llamadas Siete Maravillas del Mundo. Se consideraban que eran: las pirámides de Guiza, el faro de Alejandría, el coloso de Rodas, los jardines colgantes de Babilonia, la estatua de Zeus de Olimpia, el templo de Artemisa de Éfeso y el mausoleo de Halicarnaso. Pues bien, uno de ellos fue víctima del primer acomplejado con afán de protagonismo del que tenemos noticia. El templo de Artemisa, financiado por Creso de Licia, una de las más bellas construcciones de la antigüedad, desapareció entre las llamas el 21 de julio del año 356 a. C., supuestamente la misma noche en la que nació Alejandro Magno. El autor del incendio fue un pastor que esperaba que su nombre adquiriera fama por medio de esa acción. Esto se supo por confesión del individuo, quien por cierto se llamaba Eróstrasto, por lo que, además de tener una muerte muy chunga, se prohibió que su nombre fuera repetido para que así cayera en el olvido y no alentar una conducta que se veía peligrosa.

Fracasaron en su empeño ya que los historiadores Valerio Máximo y Teopompo nos contaron su historia y ahora podemos acordarnos de los padres de Eróstrato cada vez que nos encontramos con alguna acción de sus herederos espirituales en los periódicos.

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