Pedro vive, y bastante bien, de su guiñol. Su fama abarca toda la lengua norte de España, y entre ferias y días de la Patrona, de abril a octubre, se traga miles de kilómetros con su guiñol portátil. Sus representaciones se reducen a dos. Caperucita Roja y el Lobo Feroz, y el Príncipe Valiente, que rescata a la princesa rubia secuestrada por un ogro con un dragón de centinela. Días atrás me lo encontré en el Caviedes, en «Cofiño» y tuve la fortuna de tomar el aperitivo con él. Después de comer, Pedro y su camioneta tenían una cita en un barrio de Llanes, un cumpleaños, y había sido contratado. No obstante, y no hay que ser un gran observador, ha perdido alegría, y reconoce sentirse muy despistado con el cambio de proceder de los niños. «Llevo 30 años con el guiñol a cuestas. Y me temo que, a estas alturas de mi vida y mi profesión, tengo que cambiar el repertorio, o darle la vuelta a las historietas tradicionales». Todo ha cambiado en España, hasta el guiñol.
«Hace años, no había problemas. Todos los niños de todas las localidades reaccionaban igual. Cuando Caperucita se dejaba engañar por el Lobo Feroz, los niños gritaban y le advertían de que no se fuera con el embaucador cánido. Cuando el Lobo llegaba a la casa de la abuelita y se la comía sin respeto alguno a su ancianidad, los niños le chillaban al Lobo toda suerte de insultos. Canalla, Lobo Malo, mentiroso… Más tarde aparecía Caperucita, con el Lobo Feroz en la cama, y el gorro de dormir y el camisón rosa de la difunta abuela cubriendo su peludo cuerpo. Y los niños le advertían . “Huye, Caperucita que es el Lobo Feroz. ¡Se acaba de comer a tu abuelita». Pero Caperucita, en mi guiñol, parecía sorda, y no se enteraba de nada. Al fin, después de intentar su degustación, Caperucita huía de la casa y se topaba con un cazador en el bosque. Los niños aplaudían entusiasmados. Y cuando el cazador disparaba certeramente contra el lobo, el lobo moría y el cazador conseguía sacar del esófago del lobo a la abuela de Caperucita, que no aparecía hasta que se ponía de nuevo el camisón, las ovaciones eran atronadoras. Y después con el Príncipe Valiente, lo mismo de lo mismo. Pero los niños han cambiado. Ahora, cuando aparece Caperucita los niños la insultan. ¡Cursi, pringada! Y cuando el Lobo Feroz surge de un lado del escenario, la ovación es estruendosa. ¡Viva el Lobo Feroz! En vista de ello he tenido que cambiar el cuento. Al final, el Lobo Feroz se come la cesta de la merienda, después a la abuelita, posteriormente a Caperucita, y finalmente, cuando entra el cazador, el lobo se ve obligado a matarlo de un par de dentelladas. Y los niños se abrazan, y gritan ¡Viva el Lobo Feroz! Mientras los padres de los niños sonríen orgullosos de la reacción de sus hijos, que son auténticos diablos. Al único niño que lloró con el cambio del argumento, le llamaron «¡Marica!» «Gay» y «Ultraderechista». Ovación unánime también cuando la princesa cautiva se suicida tirándose al vacío desde el alto torreón, después de comprobar que el Príncipe Valiente huye despavorido del ogro y el dragón, que son animados en su carrera por la gran mayoría de los niños asistentes al «cumple».
-Como comprenderás, tengo que dejar mi profesión. Para cerrar mi actuación me he inventado una nueva historia. Aparece Isabel Ayuso y se oye un abucheo y detrás, Pedro Sánchez y Begoña con sendos garrotes le arrean en la cabeza. Esa versión siempre que el alcalde de la localidad sea socialista. Si es del PP, es Isabel Ayuso la que reparte los golpes, con los niños en silencio, a Pedro Sánchez y Begoña, que llevan una bolsa vete tú a saber con qué contenido. En esos casos, el alcalde del PP me pide que la próxima vez sea más moderado, que no conviene envenenar la vida política y que no debo olvidar que Sánchez es el presidente del Gobierno, y ella, una honrada ciudadana dedicada a los pequeños negocios. Pero de los garrotazos a Isabel Ayuso, nada de nada-.
Y así están las cosas. El odio ha llegado hasta los guiñoles.