Mutina, la batalla que mató a la república romana
El vacío que quedó tras el magnicidio de Julio César provocó el enfrentamiento en Mutina de las tropas leales al Senado apoyadas por las legiones de Octavio y las legiones leales al César de Marco Antonio
En abril del año 43 a.C. la república romana se encontraba inmersa en el caos. Había pasado poco más de un año tras del magnicidio del dictador Julio César, y los distintos poderes y facciones internas de la política romana se encontraban en plena efervescencia. Por una parte se hallaban los personajes cuyo partido era claro: César o el Senado. Los partidarios de César y herederos de su política, como Marco Antonio, y los adalides del poder senatorial, como Marco y Décimo Junio Bruto o Cayo Casio Longino. Además, había toda una plétora de personajes cuyo partido o filiación política era sumamente difusa, y sus posiciones fluctuaron a lo largo del conflicto, casos como el de Lucio Munacio Planco, Cayo Asinio Polión o el entonces apenas conocido Cayo Octavio (el futuro emperador Augusto).
El César o el Senado
Octavio había llegado desde Apolonia, en Iliria, tras recibir la noticia del asesinato de su tío abuelo y padre adoptivo, y en lugar de presentarse con las legiones macedonias, el joven fue voluntariamente desarmado a presentarse ante el senado en Roma. Esto hizo que importantes personajes como Cicerón pusieran su confianza en él como joven promesa para acabar con la tiranía y restablecer la legalidad republicana (¡qué ironía!). Tras lo cual formó un ejército a sus expensas y fuera de la legalidad y, haciendo un alarde de interés por el bien del Estado, puso sus tropas al servicio de un necesitado Senado que le nombró propretor. Poco importó a la institución senatorial que el ejército levantado por el joven César fuera ilegal, mientras estuviera de su parte. Al tiempo, los cónsules elegidos por César para el año 43 a.C., Cayo Vibio Pansa y Aulo Hircio, convocaron la leva y levantaron varias legiones de reclutas con el objetivo de marchar contra Marco Antonio. Este, que había sido magister equitum de César (magistratura militar aparejada a la dictadura), se autoproclamó vengador del dictador asesinado, lo que le valió el apoyo de una fuerza de élite fiel a César: los veteranos de la guerras gálicas y civiles.
Décimo Junio Bruto, quien había sido designado propretor de la Galia Cisalpina por César, y que además fue uno de los principales cabecillas del magnicidio, se encontraba atrincherado en Mutina (actual Módena) con sus tropas, siendo perseguido por Marco Antonio con el fin de expulsarlo de la provincia. Allí, junto a la ciudad, levantó Antonio su campamento. Sería, pues, frente a los muros de Mutina donde los acontecimientos darían un vuelco definitivo en favor del personaje más inesperado de todos estos.
La primera derrota de Antonio
El 14 de abril tuvo lugar el primer enfrentamiento, en el Forum Gallorum, entre las fuerzas de Antonio y la conjuntas de Octavio y Pansa. Antonio, militar consumado, según Servio Sulpicio Galba, «sacó dos legiones, la II y la XXXV, y dos cohortes pretorianas, una, la suya y otra, la de Silano, y además una parte de los veteranos reenganchados», pensando que Pansa y Octavio contaban únicamente con cuatro legiones de reclutas.
Hay que tener en cuenta que, salvo excepciones, las batallas en la antigüedad se ganaban al primer choque: si tras este encuentro el miedo cundía entre las filas de alguno de los contendientes, y las fuerzas se daban la vuelta, entonces era cuando se producía la matanza. Antonio consideró que las fuerzas bisoñas de Pansa y Octavio no sería rivales para sus veteranos. Pero según cuenta Galba a Cicerón, por la noche Hircio, el colega de Pansa en el consulado, les había enviado una de las legiones más temibles por su cohesión y experiencia del ejército: la Legión Marcia, además de dos cohortes pretorianas (estas tropas toman su denominación del pretorio, el lugar central del campamento militar donde se encontraba el magistrado, es decir, eran una suerte de guardia del general).
Antonio tuvo un plan que parecía infalible: mostrar su caballería y su infantería ligera, mientras mantenía las dos legiones y las fuerzas veteranas ocultas en Forum Gallorum. Cuando las tropas de Pansa y Octavio cayeron en la trampa y persiguieron a las fuerzas visibles de Antonio, este sacó en orden de combate a su élite, entablándose una lucha encarnizada. La sorpresa de Antonio al ver que su ala izquierda cedía frente al empuje de la Legión Marcia le abrió los ojos: no era un ejército de reclutas. Antonio reaccionó rápido y envió a la velocísima caballería de los mauros (norteafricanos) a su ala izquierda para intentar flanquear a la Legión Marcia, obligando así la retirada de esta y del propio Galba. En el ala derecha, la principal fuerza de caballería de Antonio presionaba a las fuerzas de Octavio, llevándolas también a retirarse. Se inició una persecución que fue frenada en seco por las recién llegadas tropas de Hircio al campamento. Antonio, tras severas pérdidas entre sus fuerzas veteranas, tuvo que retirarse. Aun así, el cónsul Vibio Pansa murió al poco por las heridas.
Una batalla decivisva
Hircio y Octavio eran conscientes de que el tiempo corría en su contra, ya que Marco Emilio Lépido, otro general de César, se dirigía con sus fuerzas a apoyar a Antonio, y Lucio Munacio Planco, con las suyas, se encontraba en la Galia indeciso por qué bando tomar partido. Marco Antonio, ante tal situación, decidió mantenerse a la defensiva cercando a Décimo Bruto. Del lado del que cayera la victoria de este enfrentamiento dependería el destino de Roma.
Así pues, Hircio y Octavio volvieron a presentar batalla contra Antonio aprovechando su superioridad numérica, formando los restos de la aguerrida Legión Marcia frente al campamento de Antonio y contando con que las legiones de reclutas ya habían trabado combate en su anterior encuentro contra tropas veteranas.
El 21 de abril del 43 a.C., Octavio e Hircio atacaron el campamento de Antonio frente a Mutina, mientras Décimo Bruto realizaba escaramuzas con sus cohortes desde la ciudad. Antonio fue derrotado, y tuvo que retirarse. En el ataque al campamento, el cónsul Hircio fue muerto. Los dos cónsules, depositarios del último resto de legalidad republicana, habían muerto, y dicha legalidad cayó en manos de quien menos hubiera esperado el Senado: Octavio, verdadero beneficiado de la batalla de Mutina.