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Gunilla Von Bismark junto a su madre, su hermano Maximilian , Aristoteles Onasis, Alex Onassis , Cristina Onassis y el Rey de Arabia Saudi durante un Acto público en Marbella

Gunilla Von Bismark junto a su madre, su hermano Maximilian, Aristoteles Onasis, Alex Onassis , Cristina Onassis y el Rey de Arabia Saudí©GTRESONLINE

Dinastías y poder

La tragedia griega de los Onassis: drogas, suicidios, CIA y accidentes de avión

En Argentina empezó a oler negocio en la importación de tabaco turco donde comenzó el Imperio de Aristóteles Onassis, quien vio que con bandera panameña sería más fácil vulnerar las leyes oceánicas y empezar a llenar el bolsillo

Vivieron rodeados de lujo, pero no fueron felices. Drogas, suicidios, CIA y accidentes de aviación marcaron la vida de una de las sagas más poderosas de armadores griegos de todos los tiempos. Aristóteles Onassis protagonizó escándalos y una vida familiar desastrosa. Durante buena parte del siglo XX, fue uno de los hombres más ricos del planeta; hizo fortuna con las navieras, el petróleo y los cargueros mientras Grecia se debatía entre el autoritarismo de Metaxas y el conservadurismo del Rey Pablo. Se casó con la hija de Livanos, amó a María Callas y se convirtió en segundo marido de la «viuda de América» al desposar a Jackie Kennedy. Amigo de Winston Churchill y enemigo eterno de Stavros Niarchos, surcó el Mediterráneo a bordo del Christina, el fastuoso yate con el nombre de una hija infeliz que, única heredera de un Imperio, vivió incapaz de superar una juventud inestable.

Winston Churchill con Aristóteles Onassis

Winston Churchill con Aristóteles Onassis©GTRESONLINE

Aristóteles Onassis nació en Esmirna en 1906, en un momento en el que el puerto del Egeo era un crisol entre ortodoxos, helenos, armenios y musulmanes. Su familia se dedicaba al comercio de tabaco y aunque formalmente pertenecían al Imperio otomano, las Guerras Balcánicas y la Primera Guerra Mundial condicionaban su territorialidad. El terrible incendio provocado por los turcos de Atatürk, en septiembre de 1922, determinó el giro en la vida de un Onassis adolescente: espantado por la tragedia, fue uno de los millares de refugiados que abarrotaron las embarcaciones en las que huían de una ciudad masacrada. Un destino incierto que terminó en Argentina, donde el despierto Aristóteles, dotado de instinto, sugestión y algo de mentira, empezó a oler negocio en la importación de tabaco turco y las comunicaciones marítimas. Había comenzado su Imperio. Con bandera panameña era más fácil vulnerar las leyes oceánicas y empezar a llenar el bolsillo. Negocio exitoso, pero turbio.

Europa como centro de operaciones

En 1946, al fin de la Segunda Guerra Mundial y ya millonario, Onassis se casaba en la catedral ortodoxa de Nueva York con la jovencísima Athina Livanos, hija del griego más potentado del mercado de barcos. No le dio buena vida, aunque tuvieron dos hijos: Christina y Alexander, que moriría años después al estrellarse con su avioneta en el aeropuerto de Atenas cuando protagonizaba un sonadísimo romance con Fiona Thyssen, una de las exmujeres del famoso barón. En Grecia acababa de restaurarse la monarquía en el Rey Pablo, aunque las rivalidades con el primer ministro Karamanlís y las tensiones en con Chipre, hacían complicada la situación política.

Fue entonces cuando Onassis trasladó su centro de operaciones a Europa y comenzó su década de mayor esplendor. Se hizo con la sociedad dueña del casino de Montecarlo, entró en plataformas petrolíferas y juró enemistad eterna a Stavros Niarchos. Tenía negocios con Arabia Saudí, financiaba a los palestinos y se lucraba con la nacionalización del canal de Suez por el gobierno de Nasser en Egipto y el conflicto entre Francia, Inglaterra e Israel: cerrado el canal, se requería el doble número de barcos para mantener el consumo de petróleo en Europa.

El Príncipe Rainiero III de Mónaco, a la derecha, y la Princesa Grace de Mónaco, a la izquierda, aparecen con el magnate naviero griego Aristóteles Onassis y la estrella de la ópera griega María Callas, en Palma de Mallorca, España

El Príncipe Rainiero III de Mónaco y la Princesa Grace de Mónaco aparecen con el magnate naviero griego Aristóteles Onassis y la estrella de la ópera griega María Callas, en Palma de Mallorca, EspañaGTRES

Capri, Estambul y el Adriático. Liz Taylor, Frank Sinatra o John Wayne en aquellas legendarias fiestas de mar. Ari –como le llamaban sus íntimos– siempre con puros habanos e inconfundibles gafas de pasta negra. Entre medias, muchas infidelidades, un divorcio y un impetuoso romance con «La Divina», María Callas. La diosa del bel canto venía de un matrimonio truncado y en 1959 cayó cautivada ante la legendaria seducción del magnate. Ella perdió la voz, quiso perder peso y esperó un compromiso matrimonial que nunca llegó. Durante más de diez años protagonizaron cientos de portadas en prensa hasta que en 1968, la viuda del presidente Kennedy entraba en escena. En Grecia, mientras tanto, el juramento del joven Rey Constantino al golpe de los Coroneles legitimaba el nuevo régimen. Callas se quedaba sin novio y Jackie se convertía en la flamante esposa del armador. Fue en Skorpios. Ella con un elegante traje corto de Valentino. Él con fama de mafioso y veinte años mayor: los americanos se sintieron traicionados y muchos vieron el fin de la «década de la esperanza» que se había inaugurado con la llegada de JFK al poder. La conservadora sociedad griega se quedó muda.

Pero aquello terminó en desastre. Primero moría Alexandre. Luego su exmujer por una sobredosis de barbitúricos y apenas un año después, en 1975, Aristóteles Onassis fallecía en un hospital de París a causa de una neumonía. Comenzaba un pleito por la herencia que colocó a su única hija, en heredera de la mitad de su fortuna. Con la otra mitad, había creado la Fundación Alexandre, en memoria de su hijo difunto. Pero Crhistina Onassis Livanos terminaba con su vida en una bañera de Buenos Aires en 1988, después de cuatro matrimonios fracasados. No había cumplido los cuarenta años. Su única hija, Athina –nieta de Onassis– heredaba el legado financiero. Tenía tres años. Hoy esa niña, ya adulta, ha reclamado judicialmente la presidencia de la Fundación que lleva el nombre de su tío, se ha deshecho de parte de las sociedades inversoras y ha vendido Skorpios a la hija de un magnate ruso que, como ella, se dedica al mundo ecuestre. Nuevos tiempos para nuevas generaciones que han sustituido las navieras por los fertilizantes.

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