El día que condenaron a muerte a Adolf Eichmann, el ejecutor del Holocausto
El arquitecto de la Solución Final fue condenado a muerte por crímenes contra el pueblo judío, contra la humanidad y crímenes de guerra
Se conoció a Adolf Eichmann como el arquitecto del Holocausto y de la Solución final. Había nacido en Solinge el 19 de marzo de 1906. El 13 de mayo de 1960 fue secuestrado en Argentina por el Mossad. Durante meses lo habían estado buscando. Al ser localizado se organizó la manera de sacarlo del país y llevarlo a Israel. Ricardo Klement, el nombre que adoptó en Argentina, gracias a la persistencia del fiscal alemán Fritz Bauer, salió del anonimato para ser juzgado por el genocidio que había organizado.
A Eichmann se le acusó del asesinato de 6 millones de judíos en las cámaras de gas y en los campos de concentración durante la Segunda Guerra Mundial. El propio Eichmann comentó: «me estremeceré dentro de mi tumba riendo, por la satisfacción de tener seis millones de judíos sobre mi conciencia, es la fuente de mi extraordinaria satisfacción».
Me estremeceré dentro de mi tumba riendo, por la satisfacción de tener seis millones de judíos sobre mi conciencia, es la fuente de mi extraordinaria satisfacción
La captura de Eichmann se bautizó como Operación Garibaldi. Una vez descubierto y secuestrado, el Mossad lo mantuvo narcotizado en un lugar seguro. Cuando llegó a Jerusalén, el primer ministro israelí, David Ben Gurión, anunció que lo habían capturado y que estaba en una cárcel de Israel. «Hemos capturado al mayor criminal de guerra nazi».
El juicio se inició el 11 de abril de 1961. «Entró en la cabina de cristal a las 08:55. Sin advertencia. Simplemente, entró y se sentó. Alto, delgado; traje oscuro, camisa blanca meticulosamente planchada, corbata. Dos agentes de policía quedaron inmóviles a su lado. Eso es todo». Estas frases las escribió el periodista Haïm Gouri.
El tribunal le explicó que se le juzgaba porque, después de la Conferencia de Wannsee, 20 de enero de 1942, se encargó de establecer la solución fina de la cuestión judía. También se le juzgaba por haber coordinado la deportación de los judíos de Alemania y Europa occidental, meridional y oriental a los campos de exterminio. Con otros organismos gestionó la confiscación de los bienes deportados. Comentaron que de 1942 a 1944 se convirtió en el principal administrador del mayor genocidio de la historia.
El juicio de Jerusalén era el segundo contra el organigrama nazi, después del de Núremberg de 1946. Como escribe Annette Wieviorka «el primer ministro israelí de la época, David Ben Gurión, quiso convertirlo en el Núremberg del pueblo judío. En Núremberg se habló de genocidio, pero entonces era solo uno de los elementos de la criminalidad nazi. Durante el juicio de Eichmann, estuvo en el centro».
Se quiso dar una lección histórica en aquel juicio. Durante los cuatro meses y tres días que duró pasaron 111 testigos. Rivka Yosselevska contó que su hija de 8 años le preguntó: «Madre, ¿por qué me has puesto la ropa de los domingos, ya que nos llevan a matar?». Ella sobrevivió, su hija no. Un superviviente del campo de Chelmno, en Polonia, también describe cómo le obligaron a cavar fosas tras el gaseo a los judíos: «Ya llevaba varios días trabajando allí (...) cuando llegó toda la gente del pueblo donde vivía (...) Mi mujer y mis dos hijos estaban allí (...) Me acosté junto a los cuerpos de mi mujer y mis hijos y quise que me mataran. Uno de los hombres de las SS se acercó a mí y me dijo: 'Todavía tienes fuerzas, puedes seguir trabajando'».
Los únicos responsables son mis jefes, mi única culpa fue mi obedienciaEjecutor del Holocausto
Eichmann se defendió sobre lo que había hecho. «Los únicos responsables son mis jefes, mi única culpa fue mi obediencia». Eichmann no mostró antisemitismo ni ningún trastorno psicológico. Hizo todo lo posible para salvar la vida. Se defendió de todas las acusaciones esperando el perdón del jurado. «No perseguí a los judíos con avidez ni placer. Fue el Gobierno quien lo hizo. La persecución, por otra parte, solo podía decidirla un Gobierno, pero en ningún caso yo. Acuso a los gobernantes de haber abusado de mi obediencia. En aquella época era exigida la obediencia, tal como lo fue más tarde la de los subalternos». El agente que lo detuvo, Peter Malkin, declaró que «lo más inquietante de Eichmann es que no era un monstruo, sino un ser humano».
El 11 de diciembre de 1960 el tribunal anunció el veredicto. El magistrado Mosche Landau dijo que «Adolf Eichmann fue culpable de crímenes aterradores, diferentes de todos los crímenes contra individuos, y que en realidad fue el exterminio de todo un pueblo». Fue condenado a muerte. Su abogado defensor, Robert Servatius, apeló la sentencia, que fue rechazada el 29 de mayo de 1962. Adolf Eichmann fue ahorcado, en la prisión de Ramla, la noche del 31 de mayo de 1962. Sus últimas palabras fueron: «Larga vida a Alemania. Larga vida a Austria. Larga vida a Argentina. Estos son los países con los que más me identifico y nunca los voy a olvidar. Tuve que obedecer las reglas de la guerra y las de mi bandera. Estoy listo».
Sus restos fueron incinerados y las cenizas dispersadas en el mar Mediterráneo desde una nave de la Fuerza Naval israelí en presencia de algunos supervivientes del Holocausto, fuera de las aguas jurisdiccionales de Israel. Los cuerpos no deben dejar ningún rastro. De este modo se pretendía evitar que su tumba se convirtiera en lugar de peregrinación.