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Robespierre, su hermano Augustin y sus amigos Antoine Saint-Just y Georges Couthon fueron ejecutados en la guillotina el 28 de julio de 1794

Robespierre, su hermano Augustin y sus amigos Antoine Saint-Just y Georges Couthon fueron ejecutados en la guillotina

¿Podría ser la Revolución francesa la semilla del comunismo?

Historiadores fundan los orígenes de la ideología comunista en la Revolución francesa, estableciendo un nexo entre esta y las ideas de Marx o Lenin, admiradores de la révolution.

En 1928 el historiador francés Pierre Gaxotte (Revigny-sur-Ornain, Lorena, 1895 - París, 1982), publicaba el que sería su trabajo más famoso, La revolución francesa, que denuncia los hechos allí sucedidos. El pensamiento de su escrito radica en que las ideas que sustentan el comunismo se pueden rastrear hasta la revolución. No por nada eligió como título de su duodécimo capítulo El Terror comunista.

No sorprende la fecha en la que se escribió, 1928: hace poco más de una década se había producido la revolución rusa, cuatro años antes Lenin había muerto. No obstante, el comunismo había impregnado toda Rusia, así que la URSS seguía en adelante ahora con una figura más intimidante, la de Iósif Stalin.

Stalin, heredero de Robespierre

A modo de advertencia, Gaxotte repara en las similitudes entre el comunismo que le tocaba vivir y la revolución francesa. Así, estableció en esta un 'proto-comunismo' que según el historiador llegó a su punto álgido durante el gobierno de los jacobinos, de los que Robespierre era líder.

Como parte de la historiografía conservadora, Gaxotte hace hincapié en las muertes y miseria que causó la revolución, a diferencia de la historiografía progresista, que marca la fecha de 1789 como el comienzo de la era del hombre libre siendo a su vez profundos admiradores de Robespierre, a quien consideran como un verdadero héroe.

Entre estas convergencias Gaxotte destaca un sistema de abastecimiento y propiedad de la tierra comunal; es decir, los citoyens, especialmente los campesinos, perdían su derecho a la propiedad. El resultado no fue otra cosa que la miseria de muchos. Así, a pesar de que Robespierre y sus cada vez más escasos amigos siguieran defendiendo sus ideas, el resto de personas estaban cada vez más cansadas de medidas que no llegaban a ninguna parte más que a la pobreza y el terror, por lo que empezaron a conjurar contra él. El líder «no veía mal alguno, toda aquella miseria era necesaria, era el precio a pegar por la república, el camino a seguir», declara Gaxotte.

La forma de Estado bajo el Antiguo Régimen, a pesar de llamarse absolutista (monarquía absoluta), jamás llegaría a ser tan autoritaria como la República, que mediante los diversos comités llegaba a controlarlo todo. En 1793 los franceses se vieron obligados a declarar sus bienes a las municipalidades, incluidos los de primera necesidad, los más necesarios debido a la enorme pobreza. Con esta ley, los agentes del gobierno eran capaces de introducirse en cualquier sitio. Los que no lo hicieran serían considerados como «enemigo público»; un título que recaía sobre los futuros guillotinados. Debido a la creciente legislación, poco o nada podía hacerse sin autorización gubernamental.

Totalitarismo

El individuo anulado en favor de la masa, la despersonalización de la persona y la subordinación total al nuevo régimen estuvieron también presentes durante la década de los 90 del siglo XVIII, así como lo estuvieron en la revolución rusa de 1917, cuyo maestro, Lenin, tuvo presente las ideas revolucionarias gracias a sus investigaciones y a las que también hizo el propio fundador del comunismo, Karl Marx.

Todos estos tenían un eje común, la intolerancia, la beligerancia revolucionaria y la aniquilación de aquellos que no quisieran seguir sus ideas. De este modo, el gobierno de Robespierre es llamado «El Terror»: cualquiera que fuera sospechoso de no pensar de igual modo terminaría por perder la vida. Atendiendo a sus ideas y no a sus actos, las personas eran sacadas de sus casas por los sans-culottes (una turba al servicio de los revolucionarios) y arrastradas hasta la guillotina.

En el 93 los jacobinos se habían hecho con el comercio interior, en el 94 se harían con el exterior. Así, el Estado pasaba a ser el único importador: la explotación a gran escala estaba prohibida, la menor tenía normas estrechísimas, asimismo, la flota comercial se había requisado. «Del mismo modo que sucedía con los bienes, pasaba con las personas pues cada individuo se encontraba al servicio de la República, siendo esta la que fijaba los sueldos de todos. Sin derechos, los obreros terminaron por ser los que más sufrieron durante el Terror», afirma el autor.

Desde 1789 los partidarios de la revolución establecieron una dinámica de destrucción que aún pervive y que fue fundamental para el desarrollo de la URSS.

El Terror rojo

Karl Marx consideraba la Revolución Francesa como la primera fase del despertar del proletariado, aunque todavía no se podía considerar como un socialismo puro pues los intereses de la burguesía se encontraban todavía demasiado presentes, hacía falta expurgar ciertas condiciones de los franceses, había que purificar los objetivos y medios de la revolución.

Por otra parte, es sabido que Lenin solía comparar su propia revolución bolchevique con la francesa. Entusiasmado con los «grandes revolucionarios franceses», declaró lo que hoy en día sigue vigente: «Cualquiera que estudie seriamente la historia admitirá que, aunque fue aplastada, la Revolución Francesa triunfó, porque sentó para el mundo entero unos cimientos tan firmes de democracia (añade, burguesa), de libertad (otra vez, burguesa), que nunca podrían ser desarraigados». Así, añade que él mismo considera que los bolcheviques habían superado con creces a los jacobinos.

Siguiendo la posición historiográfica de Gaxotte, se publicó en el año 2014 (originalmente en el 2001) Las furias: violencia y terror en las revoluciones francesa y rusa de Arno Mayer, historiador estadounidense, en el que por temáticas: revolución, violencia, terror, venganza, religión, etc., establece las similitudes (y diferencias) entre ambas revoluciones.

A pesar de los esfuerzos de esta serie de historiadores, se puede afirmar que la Revolución francesa sigue siendo considerada como un acontecimiento positivo para la gran mayoría de la población, no teniendo mucha relevancia las líneas de investigación que estos dejaron establecidas.

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