El terror de la guillotina que acabó con la Monarquía en Francia
40.000 personas murieron durante el Reinado del Terror de Robespierre y hubo 800.000 encarcelados en los años de la revolución, lo que supone el 4 % de la población francesa
El 21 de enero de 1793, Luis XVI salió de su celda en la prisión Conciergerie de París y lo llevaron en un carruaje hasta la Plaza de la Revolución, escoltado y rodeado por una multitud de más de 20.000 personas. Una vez allí subió por su propio pie al patíbulo, donde esperaba Charles-Henri Sanson, el famoso verdugo de París, que activó el mecanismo de la guillotina. El filo de la cuchilla cortó de un tajo la cabeza del ciudadano Luis Capeto, como bautizaron al Rey los revolucionarios. Con la muerte de Luis XVI acabó la monarquía en Francia, pero también fue el detonante del periodo más sangriento de la Revolución francesa, conocido como la época del Terror. Pero, ¿por qué mataron al monarca?
En 1789 empezó la revolución francesa con la toma de la Bastilla y el asalto a Versalles, donde vivía la familia real. Los Reyes fueron obligados a trasladarse a París y vivieron como prisioneros de sus súbditos en el palacio de las Tullerías, con la esperanza de recuperar su poder algún día. Esto cambió en junio de 1791, cuando los Reyes emprendieron, en secreto, la huida hasta Bélgica para pedir ayuda militar a sus vecinos europeos. Pero fueron descubiertos en Varennes y escoltados de vuelta a la capital, donde pasaron varios meses en los calabozos.
Ahora además de déspota, el Rey se había convertido en un traídos a los ojos de su pueblo y perdió el poco apoyo que tenía. La nueva Asamblea Nacional, compuesta por casi 800 burgueses –en su mayoría abogados–, debían debatir cuál sería el futuro del Rey y su familia. Por un lado, estaban los jacobinos, como Robespierre, a favor de la muerte de Luis XVI porque entendían que la simple existencia de la monarquía era contraria a los valores que defendía la revolución. Frente a ellos los girondinos defendieron la moderación como arma para que la nueva Francia que estaban construyendo perdurase. En diciembre de 1792 se inició un juicio contra Luis XVI por traición, y el 17 de enero de 1793 lo declararon culpable, pero aún faltaba decidir qué pena se impondría. Los miembros de la Asamblea votaron y el resultado de 387 frente 360 determinó que la condena para el Rey sería la muerte.
La revolución se fue radicalizando y convirtiéndose en una tiranía que tenía a Robespierre como líder indiscutible
Meses después, sería el turno de María Antonieta y de tantos otros. La revolución se fue radicalizando y convirtiéndose en una tiranía que tenía a Robespierre como líder indiscutible. La violencia se extendió por Francia y empezó lo que pasó a la historia como el Reinado del Terror (1793 – 94), un periodo de dos años llenos de muerte, destrucción y terrorismo de Estado, auspiciado por personajes como Marat, que difamaba y llamaba a la persecución de católicos, monárquicos y oponentes políticos girondinos con artículos que publicaba en su panfleto El Amor del Pueblo. Hizo muchos enemigos y una de ellas fue Charlotte Corday, que lo apuñaló mientras tomaba un baño de sales medicinales en su casa, convirtiendo a Marat, sin quererlo, en un mártir de la causa y un dios pagano para los jacobinos, que el pintor Louis David retrató como si fuese la Piedad de Cristo. Robespierre y Danton crearon el Comité de Salud Pública, y el gobierno de Francia quedó bajo el control de esta organización. Durante este periodo ordenó un auténtico exterminio en Normandía, el único territorio que se había opuesto a la revolución. Cansados de su liderazgo opresor, un grupo de líderes revolucionarios dio un golpe de Estado en julio de 1794, tomaron el control del Comité y detuvieron a Robespierre. Al día siguiente, de forma un tanto paradójica, el incorruptible murió en la guillotina.
Su ejecución marcó el comienzo de un período mucho más moderado, donde se llevaron a cabo una serie de reformas políticas y sociales que pusieron fin a la represión y la violencia, pero también a la revolución. Los nuevos gobernantes se enfrentaron a la creación de un Estado, donde las desamortizaciones realizadas años atrás generaron una serie de problemas de territorio y peores condiciones de vida para los campesinos, que cambiaron de dueño. Además, las clases populares rompieron con la Iglesia, que antes había sido la esperanza de las clases bajas rurales. A nivel político se creó un directorio, un comité de tres jacobinos que intentaron solucionar la situación, convocaron varias elecciones sin éxito y cada vez fue más complejo aplicar en la práctica las premisas de libertad, igualdad y fraternidad. Ante la incertidumbre, aparecieron una serie de figuras militares como el joven Napoleón dispuestos a tomar las riendas de su nación.