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Norris Bradbury, John Manley, Enrico Fermi y J. M. B. Kellogg, Robert Oppenheimer, Richard FeynmanWikipedia

Enrico Fermi, el arquitecto de la era nuclear que participó en la creación de la primera bomba atómica

Ante la posibilidad de que la Alemania nazi fuese el primer país en desarrollar bombas atómicas, el Gobierno de Roosevelt reunió a los mejores científicos para no quedarse atrás

En la primera mitad del siglo XX, físicos como Albert Einstein, Niels Bohr, Erwin Schrödinger, Max Plank, Max Born, Robert Oppenheimer o Enrico Fermi, entre otros gigantes de las ciencias, sentaron las bases de los conocimientos que tenemos hoy en día sobre relatividad, mecánica cuántica o fisión nuclear. En estos convulsos tiempos que corren, me gustaría centrarme en los dos últimos a los que se les puede considerar los padres de la primera bomba atómica.

¿Qué fue el proyecto Manhattan? ¿Quiénes fueron Oppenheimer y Fermi? ¿Y por qué, en cierta medida, se arrepintieron de su obra?

El arquitecto de la era nuclear

Enrico Fermi nace en Roma en 1901. Desde niño mostró cualidades innatas para las matemáticas y la ingeniería. Con 17 años sacó el número uno en los exámenes de acceso a la Universidad. Al licenciarse realiza algunos estudios en el extranjero, (al igual que Oppenheimer estudiaría con Max Born), mientras que, en Italia, tras la famosa Marcha sobre Roma, Mussolini llega al poder. Así, en 1927 el Ministerio de educación contrata a un jovencito Fermi, que ya era considerado una gran promesa de la física teórica, para la Universidad Sapienza de Roma y le pide que fiche a un buen equipo. Fermi convertirá su facultad en un importante centro de investigación a nivel mundial. En la universidad, Enrico conoce a Laura Capon una atractiva y joven estudiante de ciencias, hija de un almirante de la armada italiana con quien se casará en 1928. Aquel matrimonio iba a tener consecuencias muy importantes en el futuro.

Antes del proyecto Manhattan, Fermi ya era considerado el físico más cualificado en el campo de la fisión nuclear

¿Por qué Fermi, que había abrazado el fascismo por sentirse agradecido por todas las facilidades que le había dado el régimen, renegó del mismo y prácticamente huyo a Estados Unidos? En Roma tenía a su disposición un laboratorio con todos los medios económico y humanos que necesitaba. Sus estudios sobre neutrinos, elementos radiactivos y reacciones nucleares sorprendían a la comunidad científica y le valieron el premio nobel de física en 1938, (cuando contaba tan solo 37 años). En el 31 y el 36 habían nacido sus hijos y llevaba una feliz vida de familia, pero ese mismo año 38 Mussolini, haciendo un lamentable seguidismo del nacional socialismo alemán, promulgó las denominadas leyes racistas italianas y Laura era judía.

El padre de la bomba atómica

Julius Robert Oppenheimer nació en 1904 en Nueva York en el seno de una familia de emigrantes alemanes y, como Laura, de origen judío. Al igual que Fermi, fue un brillante estudiante, en su caso de química en Harvard, luego se interesaría por la termodinámica y la energía atómica y continuaría sus estudios en el Reino Unido y en Alemania. Sin embargo, a diferencia de este, que en su juventud había tonteado con un fascismo que luego rechazaría de plano, Oppenheimer, con la llegada al poder de Hitler y con el levantamiento de Franco, recaudó fondos para el bando republicano y se acercaría a grupos comunistas, de los que se acabaría desvinculando ante las imparables purgas de Stalin.

En 1939 algunos prominentes físicos europeos que huyendo del nazismo habían recalado en Estados Unidos como Einstein, el húngaro Leo Szilard y otros, alertaron al Gobierno de Franklin D. Roosevelt sobre la dramática posibilidad de que la Alemania de Hitler fuese el primer país en desarrollar bombas atómicas. Afortunadamente para el planeta, el fanatismo del führer y el infame Holocausto provocó una de las mayores fugas de cerebros de la historia, dificultando esta posibilidad. En cualquier caso, el riesgo era evidente y así nació el proyecto Manhattan.

El proyecto Manhattan

El proyecto iniciado en 1942, bajo la dirección militar del general Leslie Groves pretendía la investigación y producción de armas nucleares. Se trataba de un proyecto estadounidense, pero con apoyo de Reino Unido y Canadá. La dirección de la investigación recayó en Oppenheimer y la parte más importante de la misma se realizó en el que hoy en día es conocido como laboratorio nacional de Los Álamos en Nuevo México. El proyecto reunió a algunos de los científicos más brillantes en este campo, como Leo Szilar, Richard Feniman, Robert Wilson y otros, pero el más valioso fue Fermí, que en 1939 había recalado en Nueva York con su familia y había aceptado un puesto en la Universidad de Columbia. Antes de que echase andar el proyecto, Fermi ya era considerado el físico más cualificado en el campo de la fisión nuclear, ya que junto a Szilar había sido el primero en diseñar y desarrollar, en las afueras de Chicago, el primer reactor nuclear capaz de conseguir una reacción nuclear en cadena autosostenida, sentando las bases para la construcción de un arma nuclear.

La prueba Trinity del Proyecto Manhattan fue la primera detonación de un dispositivo nuclear

En junio de 1944 el proyecto contaba con casi 130.000 trabajadores, con numerosos centros de investigación, (aunque el de los Álamos seguiría siendo el principal) y sufrió múltiples peripecias, incluyendo intentos de sabotaje por parte del eje y espionaje por parte soviética. No obstante, todo lo cual, el 16 de julio, bajo el nombre clave Trinity tuvo lugar, en secreto y con éxito, la primera prueba de una explosión nuclear. El resto, ya es historia conocida.

El 6 de agosto de 1945, el B-29 Enola Gay lanzó la bomba Little Boy sobre Hiroshima, destruyendo un área de 12 km cuadrados y matando instantáneamente a unas 80.000 personas, (aproximadamente el 30 % de la población) y dejando heridas a otras tantas. El 9 de agosto le siguió Nagasaki, donde fallecieron 40.000 personas. Groves tenía planeado lanzar una tercera bomba el 19 de agosto y otras tres en septiembre. Sin embargo, al día siguiente de Nagasaki el presidente Truman llamó al general para ordenarle que no se lanzasen más bombas sin su consentimiento expreso.

Szilar y otros habían escrito una carta a Truman advirtiéndole del enorme poder de destrucción del armamento nuclear

Oppenheimer, Fermi, Szilar y la mayoría de los científicos del proyecto quedaron horrorizados con el bombardeo a la población, ya que siempre pensaron que las bombas se utilizarían en un lugar sin gente como paso para una negociación de paz ventajosa o, en el peor de los escenarios, en infraestructuras de carácter estratégico o militar con bajas muy limitadas. De hecho, Szilar y otros habían escrito una carta a Truman advirtiéndole del enorme poder de destrucción del armamento nuclear. Oppenheimer, tras la guerra, se convertirá en uno de los principales adalides de la no proliferación nuclear. Sus opiniones le supusieron una auditoría y la cancelación de su credencial de seguridad. Eran los tiempos del macartismo y la caza de Brujas.

Fermi murió joven, en 1954, a causa de un cáncer de estómago, después de pasarse más de media vida expuesto a radiaciones y sustancias tóxicas. Pero en sus últimos años se obsesionó con la posibilidad de la autodestrucción de la especie humana. Probablemente el origen de la célebre «paradoja de Fermi» fuese una plasmación de esos miedos. La idea la planteó Enrico en 1950 en una tertulia con otros colegas científicos y en el fondo es una pregunta bastante simple para la que no existe una sola respuesta.

Fermi planteaba que, si el universo tiene unas proporciones tan gigantescas, es lógico pensar que la vida haya proliferado en muchos sitios y que, al igual que aquí se hayan desarrollado civilizaciones tecnológicas e incluso más avanzadas. ¿Cómo es que nunca han dado muestra de su existencia? La respuesta que tenía en su cabeza, (y que sería contemplada años después por el astrónomo Frank Drake en su famosa ecuación sobre el número de civilizaciones avanzadas que contiene nuestra galaxia), es que las civilizaciones tecnológicas, al alcanzar capacidad de destrucción masiva se autodestruyen. Afortunadamente, hoy sabemos que hay otras muchas posibles respuestas a esa pregunta y no tan pesimistas. Pero, en cualquier caso, conviene no olvidarse de Hiroshima y Nagasaki y de sus terribles consecuencias.