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Tartessos

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'Los últimos días de Tarteso': la primera exposición sobre la mítica cultura peninsular y su colapso

El Museo Arqueológico y Paleontológico regional de Alcalá de Henares acoge la exposición Los últimos días de Tarteso, la primera en España dedicada a esta civilización, que se puede visitar gratuitamente hasta el 24 de septiembre

Las historias de los antiguos griegos contaban que la península ibérica marcaba el fin del mundo habitable. Más allá, inimaginables peligros e innumerables horrores se desplegaban. Fue por ello que, esta tierra, para ellos el auténtico y salvaje lejano oeste, se convirtió muy pronto en escenario de mitos como el de Gerión, el gigante tricéfalo nacido junto a las fuentes de un río argénteo, que guardaba su rebaño rojo más allá de las columnas de Hércules.

La llamaron Tartessos, la poblaron de personajes fabulosos como el Rey Argantonio y la caracterizaron como un gran imperio donde sucedían eventos extraordinarios. La verdad, oculta bajo el tapiz del tiempo y entretejida por los hilos que mezclaban historia y mito, quedó por mucho tiempo olvidada. Quizá por ello hayamos tenido que esperar hasta 2023 para tener por primera vez una exposición íntegramente dedicada a Tarteso (nomenclatura castellanizada del término griego), una de las culturas más singulares y a la vez peor conocidas de nuestra historia.

En busca de Tarteso

La modernidad heredó esta falta de información. En 1924, el arqueólogo alemán Adolf Schulten la buscó –o la imaginó – infatigablemente, y la convirtió en protagonista de su famoso libro: el estudio de lo que presuntamente fue una brillante y antiquísima civilización, la más grande de Occidente, la única gran entidad política de la Iberia prerromana.

Los esfuerzos de Schulten, vanos en lo histórico, aunque valiosos en lo filológico, se vieron compensados en 1958, con el hallazgo del Tesoro del Carambolo en Camas (Sevilla), primer hito en los estudios arqueológicos tartésicos. En adelante, se abrió una gran cantidad de excavaciones para intentar localizar otros poblados, pero resultaba muy difícil saber si algo era tartésico con solo un puñado de adornos de oro como punto de partida.

Original del Tesoro de El Carambolo, expuesto en el Museo Arqueológico de Sevilla en el 50 aniversario de su hallazgo

Original del Tesoro de El Carambolo, expuesto en el Museo Arqueológico de Sevilla en el 50 aniversario de su hallazgoWikimedia Commons

En 2002, el área del Carambolo hubo de ser reexcavada por protocolo antes de iniciar unas obras de edificación, y la investigación pegó un giro de 180 grados. Se halló un completísimo edificio, probablemente un santuario, y toda una tabla de materiales, del tipo que, hasta el momento, se venía denominando como «orientalizante». Este hallazgo abrió una división entre los investigadores partidarios de entenderlo como producto de una cultura indígena, posteriormente influida por los fenicios cuando estos arribasen en época de las colonizaciones, y aquellos que entendían estos hallazgos como producto de la colonización misma; es decir, que habrían surgido sólo después de esta (sin desarrollo previo) o, incluso, que se trataba de fenicios asentados en la Península.

Una civilización misteriosa

¿Y qué características tenía el suroeste peninsular para jugar un papel relevante en las colonizaciones? Entre los siglos VIII y VI a.C., el Mediterráneo se dividía entre griegos (en el norte) y fenicios (en el sur). El suroeste de Iberia, marcado por un importante desarrollo en el Bronce Final pero sin fuertes estructuras políticas que pudiesen actuar como competencia, era idóneo para los intereses de los fenicios, que, además, podían aprovechar la gran cantidad de materias primas disponibles, los metales, y, especialmente, el estaño avanzando hacia el Atlántico.

Así, esta influencia determinaría el inicio de lo que hoy podemos considerar, ya sí, como la cultura tartésica: no una entidad política centralizada, no un poder ni mucho menos un imperio. Por el contrario, una serie de asentamientos (en torno a la desembocadura del Guadalquivir, el desaparecido Golfo Tartésico, al principio; en torno al Guadiana y en el Algarve portugués, a partir del siglo VI) caracterizados por una nueva cultura material, de influencia fenicia.

Tarteso es, pues, el producto de la fusión de dos mundos que entraron en contacto y crearon algo nuevo

Los fenicios trajeron consigo toda una serie de innovaciones urbanísticas, además de elementos básicos para la economía agrícola como el arado, la forja del hierro, los guisantes, las gallinas, los burros o las granadas. También la cerámica a torno y el alfabeto, dos elementos que revolucionaron el sistema comercial y administrativo. A nivel de manufacturas, estos yacimientos documentan materiales y técnicas inéditos hasta entonces, como la decoración en filigrana o los grabados en marfil. Tarteso es, pues, el producto de la fusión de dos mundos que entraron en contacto y crearon algo nuevo. Es un término apropiado para referirse a la cultura de las personas que habitaron el suroeste peninsular entre los siglos IX y V a.C., con independencia de su etnia o de sus estructuras políticas.

Esta cultura se componía de distintos núcleos diseminados a lo largo del territorio, y lo que inicialmente se entendía que era su área de expansión principal (el área del Guadalquivir, con asentamientos como El Carambolo, San Bartolomé o Carmona) ahora se ha visto ampliado al Guadiana (con hallazgos espectaculares como son los de Cancho Roano, Medellín o el Turuñuelo de Guareña, por nombrar solo algunos), como decíamos, a partir del siglo VI. Los tartesios, al parecer, abandonaron un lugar por el otro. No sabemos por qué, aunque los investigadores no descartan la posibilidad de un seísmo de gran magnitud como causa principal.

Vista del patio con el sacrificio de animales, la gran escalinata y el camino de lajas de pizarra que parte de su base

Vista del patio con el sacrificio de animales, la gran escalinata y el camino de lajas de pizarra que parte de su baseConstruyendo Tarteso

Es precisamente la excavación del Turuñuelo la que recientemente está ayudado mejor a comprender la cultura tartésica. A pesar de que solo se ha excavado aproximadamente un tercio del total, los investigadores han documentado un complejo edificio de dos plantas en adobe, con múltiples salas, una escalera monumental y un patio donde se sacrificaron 60 animales: más de 50 caballos, además de burros, cerdos y mulas. Los acompañó en la muerte un guardián, pertrechado con lanzas, y una gran cantidad de objetos de lujo destruidos intencionadamente, como una estatua policromada de mármol del Pentélico.

Hacia el siglo V a.C. todo Tarteso desapareció a la vez. Los edificios fueron incendiados, derrumbados, sellados y sancionados ritualmente con la inmolación animal. Varias causas, documentadas en las fuentes escritas, podrían justificar las distintas hipótesis, casi todas de carácter político, que se manejan para explicar su desaparición. Pero sin duda, es paradójicamente esta destrucción y sellado intencionado de sus centros de poder lo que hace que podamos conocer mucho mejor el ocaso de Tarteso que el resto de su historia. El Museo Arqueológico Regional de la Comunidad de Madrid (Alcalá de Henares), reuniendo piezas de más de ocho museos nacionales y extranjeros, nos da la oportunidad de hacerlo hasta el 24 de septiembre.

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