Diego de Nicuesa o los trágicos inicios de la aventura en América
Estuvo en el momento y lugar adecuados para obtener, financiado con sus ganancias, el permiso real para una expedición: de esta manera, a Nicuesa se le concedió la costa de Urabá, en la actual Panamá
Como aventura puede calificarse la acción de los pioneros españoles en el continente americano, los primeros que llegaron a Tierra Firme con una ignorancia casi total de lo que iban a encontrar. Cuando lograron vencer la resistencia de Colón a los viajes al continente, el Rey Fernando se planteó en Burgos en 1508 el paso a lo que creían aún la Especiería, la India, aunque ya algunos sospechaban que habían llegado a una tierra desconocida hasta entonces en Europa. Contó con el entusiasmo de Sancho Matienzo, tesorero de la Casa de la Contratación de las Indias. Decidieron enviar dos expediciones a las costas de Veragua y Darién, reconocidas por Colón en su tercer viaje, y enviar otra más al norte buscando un paso. Las dos primeras se encomendarían a Ojeda y Nicuesa y la tercera a Vicente Yáñez Pinzón y Juan Díaz de Solís.
Algunos sospechaban que habían llegado a una tierra desconocida hasta entonces en Europa
De Diego de Nicuesa hay noticias confusas y dispares, como de tantos otros hombres de esa época. Fernández de Oviedo lo coloca en el segundo viaje colombino, pero no hay pruebas de ello. El caso cierto es que se hallaba en La Española en 1502, procedente de la provincia de Jaén y perteneciente a una familia de hidalgos. Tuvo suerte en la isla haciendo algo de dinero con los productos de sus tierras y se sabe que participó en la pacificación de Higüey y Xaragua, lo que también le produjo ganancias. En 1508 viajó a Castilla con el objeto de asegurar los repartimientos de indios a perpetuidad. Gracias a eso estuvo en el momento y lugar adecuados para obtener, financiado con sus ganancias, el permiso real para una expedición puesto que en las capitulaciones se establecía que todo correría a su cargo. De esta manera, a Nicuesa se le concedió la costa de Urabá, en la actual Panamá.
Estos viajes tenían unas motivaciones privadas, la búsqueda de riquezas y gloria, y otras políticas como fue la necesidad de poseer territorios en una época en la que se empezaron a ver barcos ingleses por el Caribe. Ojeda y Nicuesa coincidieron en algunas etapas de sus viajes y pasaron de una rivalidad y enemistad manifiesta por las pretensiones de ambos sobre Darién, a la ayuda y el socorro. Antes de salir de La Española llegaron a un acuerdo sobre los límites del territorio de cada uno. Cuando Ojeda fue derrotado por los indios en Turbaco, donde perdió la vida Juan de la Cosa, y se salvó milagrosamente, fue Nicuesa quién primero lo socorrió con sus naves y le ayudó a destruir la aldea de Turbaco.
Ojeda y Nicuesa coincidieron en algunas etapas de sus viajes y pasaron de una rivalidad y enemistad a la ayuda y el socorro
Nicuesa decía contar con un mapa que le dio Bartolomé Colón donde se identificaba Veragua. Las noticias de Colón sobre la zona no eran fiables. Por eso, cuando el piloto Juan de Olano, le señaló Veragua Nicuesa no le hizo caso. Navegaron más al norte, una tempestad apartó su nave de las demás yendo a dar a Chiriquí, con un pequeño grupo de hombres, un lugar inhóspito que llamaron Cayo Agua. Esta pérdida la aprovechó Olano que, creyendo desaparecido a su capitán, se erigió nuevo capitán. Los buscó sin éxito. Sin embargo, Nicuesa y sus hombres sobrevivieron y desembarcaron en un lugar a la orilla del río que llamaron Belén. Las crecidas del río, la falta de vituallas y la hostilidad de los indios acabó con el asentamiento. Algunos compañeros construyeron una canoa y pudieron llevar noticias a Veragua. Informado Olano los fue a buscar.
Nicuesa estaba irritado por los actos de Olano al que calificaba de traidor y porque los refuerzos de La Española que debía llevar Colmenares no llegaban. Después de aherrojar y encarcelar a Olano, se dirigió a otro lugar, el Portobelo de Colon, para fundar la ciudad de Nombre de Dios para sustituir la de Belén. En una costa, según escribió Pascual de Andagoya, «fragosa, montuosa, malsana y donde había indios muy pocos». Estaban tan exhaustos que no podían ni mantener las armas. Las incursiones en el territorio no conseguían casi nada. Pidieron ayuda a La Española y por fin llegaron los refuerzos de Colmenares y Albítez. Decidieron abandonar ese lugar y dirigirse a Santa María la Antigua, nuevo asentamiento fundado en su territorio, para hacerse con el mando y con el oro que había recogido los colonos.
Aquí vuelve a sentirse decepcionado porque la ciudad había elegido a un polizón de la expedición de Ojeda, Vasco Núñez de Balboa, como gobernador. Los habitantes decidieron que Nicuesa no tenía autoridad en el lugar y que no podía quedarse y, aunque al parecer Balboa pidió clemencia para Nicuesa, le obligaron a abandonar un lugar comprendido dentro de su jurisdicción. Ni siquiera aceptaron su petición de quedarse como un colono más. En el único bergantín que le quedaba, con un puñado de hombres más, diecisiete según Colmenares, partió un día de marzo de 1511 rumbo a Nombre de Dios o a La Española. Nunca más se supo del barco ni de sus tripulantes. Se supone que naufragaron en una tempestad.
Colón hijo, el gobernador y virrey de La Española, no cumplió con ellos ni les dejó llevar todo lo capitulado con el Rey
Las noticias sobre los viajes de Nicuesa son todas indirectas. Las Casas, Fernández de Oviedo pudieron conocer a algunos protagonistas de los sucesos y Mártir de Anglería a través de lo que contaban los que llegaban a Castilla. Rodrigo de Colmenares sí fue testigo y redactó un memorial que dirigió al Rey en una fecha indeterminada, según Fernández de Navarrete (que lo incluyó en el tomo II de su Colección de viajes y descubrimiento que hicieron los españoles desde fines del siglo XV publicado en 1829) es posterior a 1516. Colmenares señala las causas de la mala suerte y tragedia tanto de Ojeda como de Nicuesa: Colón hijo, el gobernador y virrey de La Española, no cumplió con ellos ni les dejó llevar todo lo capitulado con el Rey. Ni les dejaron cargar los bastimentos necesarios, ni les dejaron embarcar los cuatrocientos hombres, muchos de ellos mineros, y los indios previstos. No pudieron disponer de las dos naos que debían comunicarles a menudo con La Española para proveerles, señalando que murieron más españoles por hambre que por los indios. Retuvieron a Colmenares más de diez meses en la isla antes de dejarle partir con refuerzos. Fue otro de los que pagaron con su vida el inicio de un camino que otros aprovecharían.