Franciscanos, dominicos y jerónimos: las reformas administrativas en América, un combate continuo
La medida fundamental fue suprimir las encomiendas y observar el buen trato al indio. Y para ejecutar las disposiciones del regente, se decidió organizar una comisión que ejercería el gobierno indiano
A la muerte del Rey Fernando el Católico, la situación en Indias estaba un tanto confusa. La llegada a Tierra Firme había creado estados de poder no controlados por la administración real y en la Española se detectaban abusos de poder y luchas entre rivales. En la Corte castellana se tenían noticias de lo que ocurría en Indias. Los informes enviados desde el otro lado del mar y las informaciones de los viajeros, no siempre ecuánimes, llenas de intereses, eran suficientes para que el Consejo Real tuviera una idea de lo que pasaba.
En 1516 muere el Rey y sube al poder como regente el arzobispo de Toledo Francisco Ximénez de Cisneros, un fraile franciscano. Había leído un largo informe redactado por dos dominicos que estaban en América, fray Antonio Montesinos y fray Bartolomé de las Casas. Se detallaban los malos tratos dados por los encomenderos a los indios y el excesivo número de esclavos capturados por los exploradores y conquistadores españoles. En esos años la esclavitud de indios todavía no estada prohibida y era utilizada para financiar nuevas exploraciones continentales.
Con estos antecedentes, y algunas conversaciones mantenidas con Bartolomé de las Casas, el cardenal Cisneros decidió acometer una profunda reforma del sistema de administración indiana. Como primera providencia, destituyó a algunos de los máximos responsables. Después creó una comisión para estudiar la situación en la que estaban el propio Cisneros, el embajador Adriano, el licenciado Zapata, los doctores Carvajal y Palacios Rubios y el obispo de Ávila fray Francisco Ruiz.
Cisneros encargó a Las Casas y Palacios Rubios, a los que más tarde se unió Montesino, un informe que resumiera la situación y propusiera remedio. La medida fundamental fue suprimir las encomiendas y observar el buen trato al indio. Y para ejecutar las disposiciones del regente, se decidió organizar una comisión que ejercería el gobierno indiano. Se estimó oportuno que fueran clérigos, pero la rivalidad existente en Indias entre franciscanos y dominicos no aconsejaba decidirse por una de estas órdenes.
La rivalidad existente en Indias entre franciscanos y dominicos no aconsejaba decidirse por una de estas órdenes
Además, Cisneros (franciscano) y Las Casas y Montesinos (dominicos) no se fiaban de sus hermanos. Por eso se pensó en los jerónimos. Si las dos primeras órdenes eran mendicantes y estaban en contacto directo con la calle y las gentes, la tercera era monástica y vivían aislados dedicados a la oración observando la regla de San Agustín.
Los detalles los cuenta fray José de Sigüenza en su libro Historia de la Orden de San Jerónimo (Madrid 1600), pero es un libro lleno de lagunas y datos falsos. Lo que sí era cierto es el nombre de los jerónimos elegidos: Luís de Figueroa, prior en Mejorada, Idelfonso de Santo Domingo, prior de San Juan de Ortega, y Bernardino Manzanedo, profeso en el mismo convento. Las Casas, en su Historia de la Indias, da un relato más verídico pero desordenado cronológicamente puesto que este fraile escribió sus libros años después de pasados los hechos, probablemente con fallos de memoria y sin haber toma notas en su momento. Todo fue completado y aclarado por Serrano y Sanz en su Orígenes de la dominación española en América (Madrid 1918).
Eran monjes de clausura, no políticos
Los jerónimos partieron de Sanlúcar de Barrameda el 11 de noviembre de 1516, llegando a Santo Domingo el 20 de diciembre. El cargo que llevaban es confuso, no está bien descrito en ningún documento y dio lugar a controversias, aunque se admite mayoritariamente que eran gobernadores. Las instrucciones que llevaron fueron redactadas por Las Casas y corregidas por Cisneros y su Consejo.
Los jerónimos debían fundar pueblos de unos trescientos habitantes, cercanos a las minas, donde los indios recibirían tierras y animales. Este plan era de muy difícil realización y nunca gustó a los españoles de América. Se insistió en el buen trato. Los frailes recogieron la información tras las respuestas recibidas a su Interrogatorio jerominiano, documento de vital importancia porque resume el estado de la sociedad de La Española.
Con la oposición de los encomenderos y las autoridades virreinales, los jerónimos trataron de encauzar la política. Pero eran monjes de clausura y no políticos, prudentes y no estaban acostumbrados a imponerse por la fuerza; no estaban preparados para esa labor que aceptaron por estar sometidos al voto de obediencia. Las Casas esperaba una conducta más expeditiva en lo civil y con excomulgaciones en lo religioso que no llegaron a producirse.
Las Casas volvió a España para contrarrestar las informaciones que él suponía que llevaba Manzanedo contra sus diatribas. La conexión no funcionaba. Las Casas pretendía que solo él tuviera la llave de la gobernación de Indias, aunque la realidad se le oponía. Al mismo tiempo, los gobernantes españoles se movían para contrarrestar la influencia de los monjes y también enviaron a España a Martín de Isasaga, procurador de Pánfilo de Narváez que era el hombre de confianza de Diego Velázquez en Cuba, para pedir respeto a los derechos de propiedad de los españoles y su posición frente a los indios.
Los jerónimos, además de los problemas propios de su comisión, se vieron envueltos en las luchas intestinas que existían en el lugar. Velázquez trataba de impedir los derechos de Ponce de León en Florida. Las rivalidades entre los partidarios de Colón y los realistas comandados por el tesorero Pasamonte. Su labor era inmensa y sus medios muy limitados. No podían acometer su encargo.
En 1517 murió Cisneros y el Emperador Carlos no estaba tan interesado en el proyecto, aunque inicialmente dejó hacer a los frailes. Se habían creado más de trescientos pueblos que producían excedentes con los que vivían los indios. Fue entonces cuando los jerónimos, siguiendo una idea de Las Casas, promocionaron la llegada de esclavos negros africanos. En 1518, el flamenco Lorenzo de Garrevod obtuvo el monopolio de introducción de africanos. Finalmente, el 9 de diciembre de 1518 el Emperador relevó a la Orden de estas funciones. El trabajo había quedado a medias. La fuerza de los encomenderos se impuso aunque se lograron algunas ventajas para los nativos.