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Hernán Cortés acomete el cuartel de Pánfilo de Narváez

Hernán Cortés acomete el cuartel de Pánfilo de NarváezMuseo de América

La primera guerra civil entre españoles en el Nuevo Mundo: Cortés frente a Narváez

En la batalla de Cempoala, Hernán Cortés contó con el apoyo de un curioso e inesperado aliado y derrotó a Pánfilo de Narváez

En el transcurso de una batalla hay múltiples factores, que pueden influir en el resultado de la misma y que no siempre dependen de la voluntad de los contendientes. Uno de estos factores, en ocasiones, ha tenido que ver con la fauna salvaje o medio asilvestrada. Así, alguna que otra vez, los animales se han visto envueltos en combates, ya sea de manera premeditada o circunstancial. Aníbal, uno de los mejores estrategas de todos los tiempos, los utilizó con desigual fortuna. En la batalla de Zama organizó una estampida de elefantes salvajes contra los romanos que los trompeteros de Escipión pudieron desviar. En cambio, salió victorioso en una batalla naval en Bitinia, (actual Turquía), en el 186 A.C., al utilizar lo que muchos consideran las primeras armas biológicas de la historia, atacando con catapultas la flota rival y superior de Eumnes II y lanzando cántaros llenos de serpientes que provocaron el caos en las tropas de Pérgamo.

Más increíble y fortuito fue lo ocurrido en el sitio de Santo Domingo en 1655, en donde el conde de Peñalba, con seiscientos españoles, derrotó a cuatro mil infantes de marina ingleses con la sorprendente ayuda de los cangrejos de mangle. Mientras que en 1671 la estratagema del Gobernador de Panamá, Juan Pérez de Guzmán, de lanzar varías recuas de toros bravos contra las tropas de Henry Morgan en la defensa de Panamá la vieja no funcionó por el fango y los disparos ingleses. Estos curiosos antecedentes nos llevan a Hernán Cortés y la batalla de Cempoala. Esta es la historia de aquella batalla que supuso también la primera guerra civil entre españoles en el nuevo continente.

La batalla de Cempoala

El de Medellín estaba enfrentado con el Gobernador de Cuba Diego Velázquez de Cuellar, quien entendía que el conquistador extremeño se había extralimitado en sus competencias porque aquellos territorios pertenecían a su jurisdicción. Para recordárselo mandó un nuevo ejército, más numeroso que el del propio Hernán, con Pánfilo de Narváez al frente. Ante aquella amenaza llegada a las costas de la Riviera Maya, Hernán decidió dividir su ejército. Dejó parte en Tenochtitlan, en donde estaban en aquel momento, con Moctezuma como rehén en el palacio de Axayacatl e, igualmente, dejó a su lugarteniente Pedro de Alvarado al cargo, mientras con el resto de la tropa partió para enfrentarse a Narváez, quien acusaba a Cortés de proscrito y amenazaba con ajusticiarlo en cuanto cayese en sus manos.

El flamante ejército de Narváez con 900 hombres y sus aliados totonecas superaba, en mucho, al de Cortés, que tras dividir a sus exiguas tropas apenas contaba con 250 soldados, sus aliados tlaxcaltecas y chuinantecos y un armamento muy inferior. Narváez utilizó como fuerte y base de operaciones el templo mayor de Cempoala, a orillas del caudaloso río Actopan.

Cortés, sin embargo, era un tipo astuto. En el aspecto jurídico se había cubierto las espaldas desde el primer momento. No en vano era bachiller y había estudiado leyes en Salamanca, de tal manera que, en tierra continental, fundará la Villa Rica de la Vera Cruz (Veracruz), para formar un ayuntamiento y que el cabildo lo habilite como capitán, con derecho a conquistar nuevos territorios para la Corona y de esta manera desligarse del Gobernador de Cuba.

En el aspecto militar, los cañones apostados en el templo suponían un arma temible, pero Hernán había mandado construir en Chinantla picas más largas que las europeas y había adiestrado a sus tropas indígenas en su manejo. Por otro lado, aprovechó la tregua de unas inútiles negociaciones de paz para ir sobornando a algunos de los hombres de Narváez. Además, hay que tener en cuenta que, pese a ser muy inferiores en número, sus hombres llevaban ya más de un año batiéndose el cobre en aquellos territorios y habían luchado, siempre en inferioridad numérica, contra mayas, otomíes y cholutecas, entre otros, en batallas duras y complicadas, mientras la mayoría de los hombres de Narváez nunca habían participado en batalla alguna.

El ejército de luciérnagas

Cortés extendió pacientemente las negociaciones hasta esperar a las circunstancias propicias y en una noche de lluvia y temporal decidió atacar por sorpresa. En el campamento velazquista debieron pensar que nadie en su sano juicio intentaría, aquella noche, cruzar el Actopan, que fluía embravecido y atacar en medio de la tormenta, por lo que habían tapado los oídos de los cañones para protegerlos del agua, dejándolos temporalmente inutilizables. Pero precisamente eso fue justamente lo que hizo Cortés. Tras el atardecer, Yoali Ehecatl o el dios «viento de la noche» sopló con una furia inusitada y nada más comenzar la lucha, un enorme ejército de icpitl o luciérnagas volaron alrededor de los hombres de Pánfilo, quienes confundieron aquellos brillos intermitentes, en una noche plagada de truenos y de algún que otro disparo, con chisporroteos de mechas y fogonazos de armas de fuego y así, en vez de apuntar a sus compatriotas, disparaban las pocas escopetas secas y las ballestas en dirección a las luciérnagas. La situación la describe Bernal Díaz del Castillo: «Que cuando allí llegamos hacia muy escuro y llovía, y también la escuridad ayudó, que como hacía tan escuro, había muchos cucuyos (luciérnagas), que ansi los llaman en Cuba, que relumbran de noche e los de Narváez creyeron que eran mechas de escopetas.»

La derrota de Pánfilo de Narváez en Cempoala, según Diego Muñoz Camargo

La derrota de Pánfilo de Narváez en Cempoala, según Diego Muñoz Camargo

Entre las deserciones de los sobornados, el factor sorpresa, la pericia de los curtidos hombres de Cortés, la efectividad de las largas picas y la inestimable ayuda de las luciérnagas, las tropas del extremeño fueron reduciendo a las del castellano. Pedro Gutiérrez de Valdelomar y el marido de María de Estrada, Pedro Sánchez Farfán, fueron los primeros en llegar al altar de la pirámide en donde se encontraba Narváez, el capitán se defendió bien con la espada, pero el primero, manteniendo la distancia en los mandobles, le acertó con su pica en un ojo y el segundo lo desarmó, a pesar de que seguía combatiendo ya tuerto y con la cara ensangrentada. De hecho, el maestre Juan, que era barbero, pero a veces hacía oficios de cirujano, tuvo que aplicarse, momentos después, para que aquella herida no le causase una hemorragia.

Como Peñalba en Santo Domingo, Cortés había tenido el apoyo de un curioso e inesperado aliado y había conseguido una victoria vital, además, tras la derrota de Narváez, la mayor parte de su ejército pasaría a engrosar las filas del de Cortés, reforzando su posición de una manera muy notable. En principio todo se le ponía de cara para concluir, sin mayor derramamiento de sangre, la conquista del todopoderoso imperio mexica. Sin embargo, muy pronto se daría cuenta que el haber dejado al mando en Tenochtitlan a su lugarteniente Pedro de Alvarado, tan encelado como estaba de su princesa tlaxcalteca, enemiga mortal de los tenochcas, había sido el peor error de su vida.

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