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El general Prim en la guerra de África (1865), obra de Francisco Sans Cabot

El general Prim en la guerra de África (1865), obra de Francisco Sans Cabot

El día que Prim frenó a los franceses en México

España mantenía diferencias con la república mexicana como consecuencia de diferentes reclamaciones financieras. Aunque se habían suscrito diversos acuerdos para saldar las deudas existentes, México nunca habían hecho honor a sus compromisos

La capacidad del general Prim de encontrarse siempre en los focos de atención, le llevó a correr graves riesgos, tanto físicos como políticos que provocaron altibajos en su generalmente exitosa carrera. Una carrera que tuvo una doble dimensión. Por un lado la militar, que llegó a su cénit con su valerosa participación en la guerra de África de 1860. Y por otra la personal, y que consistió en buscar por doquier su interés y su prestigio.

Durante uno de sus exilios en París, durante los que se relacionó con lo más florido de la sociedad del segundo imperio, conoció a Francisca Agüero González, «Paquita», rica heredera de un conocido banquero mejicano y muy bien relacionada con los círculos más poderosos del país Azteca. Se trató de un matrimonio muy unido y Paquita acompañó con amor y lealtad a su marido hasta el mismo instante den su fatídica muerte.

El gobierno de la Unión Liberal realizó una activa política exterior, a la búsqueda de recuperar lo más posible el prestigio exterior de España. Especialmente prestó una considerable atención a las naciones hispanoamericanas, para reforzar los vínculos y la influencia española.

España mantenía diferencias con la república mexicana como consecuencia de diferentes reclamaciones financieras. Aunque se habían suscrito diversos acuerdos para saldar las deudas existentes, México nunca habían hecho honor a sus compromisos. En México se estaba librando entonces una sangrienta guerra civil entre conservadores y liberales radicales. Aprovechando estas circunstancias el gobierno de O´Donnell proclamó en 1858 su propósito de exigir a México cuentas de su conducta, enviando una expedición militar.

Establecer una monarquía en México

Paralelamente Francia e Inglaterra, que también tenían que lamentar las tropelías y exacciones sufridas por sus súbditos, habían hablado de la conveniencia de establecer una monarquía en México, con el doble objetivo de consolidar un gobierno estable y poner trabas a la creciente influencia de los EE.UU. en este país. Para evitar la intervención unilateral de España trataron de que la acción fuese común, pero imponiendo el hecho consumado de ofrecer la corona imperial de México a Maximiliano de Habsburgo.

Al conocer esta intención, el gobierno de Madrid estimó que la mejor manera de oponerse a los planes francobritánicos era enviar de inmediato desde la Habana, cuantas fuerzas estuviesen disponibles, para operar sobre Tampico y Veracruz donde se encontraban las principales aduanas mexicanas. Ante la decisión española, los gobiernos de Francia e Inglaterra se avinieron a adaptar sus movimientos a nuestras intenciones. Se firmó rápidamente el convenio de Londres que implicaba una intervención militar de las tres naciones, pero con objetivos limitados a exigir a México la protección de las personas y propiedades de los súbditos de las tres naciones y el cumplimiento de sus obligaciones financieras.

El general Prim se encontraba en aquel momento en el cénit de su popularidad. Su conocimiento de la realidad mejicana, y sus contactos en aquel país le hacían además un candidato idóneo para dirigir tan complicada empresa. Movilizó sus contactos e influencias hasta ser nombrado de jefe de la expedición. Se le concedieron también amplísimas facultades e incluso la condición de plenipotenciario.

El Cuerpo Expedicionario español en Veracruz en 1862 Bajo las órdenes del general Juan Prim y Prats

El Cuerpo Expedicionario español en Veracruz en 1862 Bajo las órdenes del general Juan Prim y PratsBiblioteca Nacional de Francia

La expedición, compuesta por 7.000 hombres, enviada con rapidez por el Capitán General de La Habana, se anticipó en unos días al arribo del resto de las tropas aliadas. Siguiendo las instrucciones recibidas de su gobierno, Prim coordinó la publicación de una proclama en la que las tres potencias acotaban su actuación a los problemas existentes y negaban tener ningún objetivo de conquista restauración o intromisión en la política interna mexicana.

Prim, decisivo en el debate

En las difíciles negociaciones a cuatro bandas que se sucedieron Prim actuó con una decisión y una claridad de ideas deslumbrante, convirtiéndose en el actor decisivo de los debates. Su éxito con mexicanos e ingleses desarmó al plenipotenciario francés, que se vio provocado a reconocer sus verdaderas intenciones que consistían en imponer a Maximiliano y sus partidarios como representantes únicos del país azteca.

Esta decisión hizo imposible continuar la acción conjunta. Prim, bien informado de la realidad mexicana gracias a los contactos con la familia de su mujer, era consciente de la imposibilidad de imponer un gobierno considerado extranjero por la mayoría de los mexicanos. De conformidad con las instrucciones recibidas de su gobierno se declaró resuelto a no colaborar con las pretensiones francesas.

Con la premura expeditiva que le caracterizaba, concentró de inmediato sus fuerzas en Veracruz y procedió a su reembarque sin más dilación, ahorrando a España el sangriento fracaso que iba a suponer aquella aventura imperialista.

Tan expeditiva decisión no fue demasiado popular entre sus compañeros de armas, que consideraron prematura la retirada sin empeñar ningún combate que permitiera satisfacer las pretensiones españolas. Igual sucedió en España con parte del gobierno, partidario de actuar a la sombra de Napoleón III y una opinión pública dividida entre partidarios y detractores del general catalán.

Para contentar al ofendido Emperador de los franceses y calmar las discrepancias internas, el gobierno acordó destituir a Prim. No iba a resultar fácil, dada su popularidad y su capacidad para la maniobra. Previamente a los despachos oficiales al gobierno, Prim había enviado a dos de sus ayudantes con un informe extraoficial, dirigido al entorno de la Reina Isabel, en el que justificaba su actuación.

En palacio se produjo una escena chusca que hizo las delicias de los mentideros madrileños. Cuando O´Donnell llegó con el decreto de destitución en la cartera, se encontró con el Rey consorte esperándole en la antesala para advertirle que la Reina le esperaba en la idea de que acudía a felicitarla por los acontecimientos de México. «Prim se ha portado como un hombre», llegó a decirle. Ante el entusiasmo de los reales consortes, un confuso O`Donnell se guardó el decreto de destitución y se convirtió en el hazmerreir del gabinete.

En México Prim demostró esta vez que estaba alcanzando una gran altura como político, lo que unido a su carácter enérgico, a su valor y a su decisión iban a convertirle en un hombre imprescindible para el futuro de España.

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