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Miguel Primo de Rivera (izquierda) acompañado del general Antonio Dabán (centro) en una imagen de 1924

Miguel Primo de Rivera acompañado del general Antonio Dabán en una imagen de 1924EFE

Cien años del golpe de Estado de Primo de Rivera

El golpe de estado empezó a fraguarse entre el 4 al 9 de septiembre. La gota que colmó el vaso fue el amotinamiento de las tropas que debían marchar a Marruecos encabezada por el cabo Barroso

Con respecto al golpe de estado que tuvo lugar en España, entre el 13 y 15 de septiembre de 1923, escribe el historiador y político Shlomo Ben Ami:

«Es en Cataluña donde hay que buscar los orígenes inmediatos del golpe de Primo de Rivera. Fue allí donde la burguesía creó la atmósfera histérica que rodeó a Primo de Rivera con la aureola de 'salvador' y colocó su rebelión, como hizo notar un observador contemporáneo, en el contexto general de la reacción antibolchevique que había alcanzado también a otros países europeos. Cambó, auténtico representante de la alta burguesía catalana, ‘el teórico de la dictadura española’, como lo llamó Maurín, expuso crudamente el anhelo y la responsabilidad de su clase por la dictadura: 'Una sociedad en la cual la avalancha demagógica [sindicalista] pone en grave peligro ideales e intereses se resignará a todo con tal de sentirse amparada'. Esto no significa, sin embargo, que hubiera un peligro real de revolución social en vísperas del golpe de Primo de Rivera».

El promotor del golpe de estado, como hemos comentado, fue el capitán general de Cataluña Miguel Primo de Rivera. Reunido con una serie de generales, decidió enviarle un telegrama al ministro de la Guerra, Luis Aizpuru y Mondejar. En él le expresaba su decepción y la de sus compañeros sobre la propaganda en la prensa antipatriótica sobre el ejército. Además protestaba de la permisibilidad del gobierno permitiéndolo. Le pedía que hiciera alguna cosa. La única respuesta que recibió por parte de Aizpuru y Mondejar fue que debía él y sus compañeros fidelidad al régimen.

Teniendo en cuenta dicha respuesta, y otras que recibieron otros militares, decidieron organizar una conspiración para acabar con el gobierno liberal. Una vez derrocado se instauraría un gobierno militar y recibirían el apoyo del rey Alfonso XIII. El golpe de estado empezó a fraguarse entre el 4 al 9 de septiembre. La gota que colmó el vaso fue el amotinamiento de las tropas que debían marchar a Marruecos encabezada por el cabo Barroso. Este, en vez de ser juzgado por desobediencia y traición, fue absuelto.

Como habían quedado, los conspiradores fueron a hablar con Alfonso XIII. Lo pusieron al día explicándole lo que sucedería. El Rey decidió marcharse a San Sebastián para darles vía libre. Como escribe Francisco Alía Miranda:

«El golpe de Estado del general Miguel Primo de Rivera fue atípico por su simplicidad. Para triunfar solo le hizo falta contar con el respaldo de unos pocos militares de prestigio y publicar un manifiesto en la prensa dirigido 'Al país y al Ejército'. El régimen de la Restauración se desmoronó en pocas horas… No necesitó más respaldos de jefes con mando en tropa, para eso ya estaba detrás la sombra de Alfonso XIII».

De la Diada al levantamiento

A las 00 horas del 13 de septiembre de 1923 Primo de Rivera declaró el Estado de Guerra en toda Cataluña. El ejército tomó los edificios oficiales. Recordemos que dos días antes, durante la Diada, se abucheó la bandera y todos los representantes de España. Primo de Rivera mandó telegramas a todas las capitanías, menos a la de Madrid. Todas apoyaron el golpe de estado menos Valencia. Alfonso XIII mandó telegramas a las capitanías para saber qué postura adoptarían. A Primo de Rivera le pidió que mantuviera el orden en Cataluña.

Alfonso XIII de España y Miguel Primo de Rivera montados en un descapotable

Alfonso XIII de España y Miguel Primo de Rivera montados en un descapotable

El 14 de septiembre Alfonso XIII regresó a Madrid. Ahí se entrevistó con el presidente del gobierno Manuel García Prieto. Viendo que el Rey estaba a favor de Primo de Rivera, decidió dimitir cono presidente del gobierno. A continuación, a las 13:15 horas, el Rey le otorgó el poder a Miguel Primo de Rivera. Como escribe Javier Moreno Luzón:

«Así pues Alfonso XIII resultó decisivo en el triunfo del golpe. Compartía las ideas y actitudes que los justificaban –nacionalistas, contrarrevolucionarias, pretorianas, antiliberales– y a ellas sumaba la fe en su propia misión, como soldado y salvador de España. Conocí al menos las líneas generales de la trama, pero eso no fue lo más relevante. A la hora de la verdad, abandonó a su Gobierno: difirió las medidas disciplinarias y no hizo uso de su autoridad sobre el ejército, que casi nadie discutía, para atajar la rebelión… Violó no sólo el espíritu de la Constitución, sino también su letra. El artículo 32 imponía al rey la obligación de convocar y reunir las Cortes tres meses después de disolverlas, lo que garantizaba la cosoberanía. Como la disolución se publicó el 17 de septiembre, había que celebrar elecciones y abrir las cámaras antes del 17 de diciembre de 1923. Con esta inquietud, los presidentes del Congreso de los Diputados, Melquíades Álvarez, y del Senado, conde de Romanones, visitaron al soberano en noviembre… Don Alfonso los atendió de forma descortés –'de pie y en el quicio de una puerta', se resentía Romanones–… Frente al estigma perjuro, le aclaró [a Romanones] que cumplía 'el artículo tácito de toda Constitución: salvar la Patria'».

Después de aquel golpe de estado la sociedad española quedó dividida. Lo vieron bien la nobleza, aristocracia, militares y una gran parte de la ciudadanía. En contra tenemos a los sectores izquierdistas, que vieron en aquel golpe una vuelta al pasado. Se dijo que España volvía a los valores tradicionales. Aquel golpe de estado fue bien visto, incluso, por el pretendiente carlista Jaime de Borbón y por sus seguidores.

De golpe de estado se pasó a dictadura, que finalizó el 28 de enero de 1930, con la dimisión de Primo de Rivera. Como dijo, «me dieron la desalentadora impresión de que el Ejército, que con tanta corrección, fidelidad y ciudadanía venía estando al lado de la dictadura, se apartaba de ella». Así, tres fueron los motivos de su dimisión. El agravamiento de la diabetes que padecía Primo de Rivera, que el 16 de marzo de 1930 le provocó la muerte en el hotel Pont Royal de París. No consiguió instaurar un nuevo régimen en España. Y, finalmente, la oposición y una parte del ejército organizadores de varias conspiraciones contra la dictadura. Alfonso XIII dio paso a la dictablanda de Dámaso Berenguer.

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