Sofía, la historia de la capital búlgara que habitaron romanos, otomanos y eslavos
El último zar de Bulgaria, Simeón II, tuvo que exiliarse tras la muerte de su padre en extrañas circunstancias y la proclamación de una república comunista. Vivió en Madrid durante muchos años, hasta que fue elegido primer ministro de su país (2001-2005)
La capital de la república balcánica de Bulgaria es una gran desconocida que está llena de historia. Más de 1.200 años de asentamientos de romanos, otomanos y eslavos demuestran el espíritu de esta urbe europea con edificios monumentales y mucha religiosidad. Aunque no siempre se llamó Sofía, ni tampoco los romanos fueron sus primeros pobladores. En el siglo VIII a.C., los tracios se asentaron y llamaron al lugar Serdica, pero cuatro siglos después la región acabó bajo dominio de Alejandro Magno durante algunos años, hasta que los romanos la conquistaron y pasó a llamarse Ulpia Serdica.
En la plaza Nezavisimost, encontraros los restos del primer asentamiento romano: dos calles, algunas domus y un palacete de un alto cargo imperial. Los restos aparecieron en 2012 mientras se construía la segunda línea del metro de la ciudad, que ahora da acceso a la estación de metro Serdica II.
El pequeño asentamiento se convirtió en una gran ciudad imperial que fue capital de provincia y una de las primeras en las que el cristianismo pasó a ser religión oficial ya en el siglo IV d.C., Justo cien años antes de que los hunos la arrasaran completamente. Esto no amedrentó a los romanos, y durante el gobierno del emperador Justiniano reconstruyeron la ciudad y levantaron una muralla que todavía se conserva parcialmente.
De esta época es la pequeña iglesia de San Jorge, que ahora está en el patio interior de uno de los edificios gubernamentales de época soviética, y la iglesia de Santa Sofía, de la que tomaría el nombre la futura capital de Bulgaria. La ciudad medieval se trasformó en el centro político y comercial de las nuevas élites eslavas que fundaron el Primer Imperio Búlgaro, encabezada por la monarquía búlgara que gobernó de forma intermitente hasta mediados del siglo XX. Los zares búlgaros tuvieron que defenderse del poderoso Bizancio, como hizo el zar Iván Asen I, uno de los héroes nacionales búlgaros, y expandieron los territorios hasta que en 1018 fueron derrotados y anexionados por el Imperio bizantino.
Cuatro siglos otomanos
En el bulevar Todor Alexandrov, a unos metros de los restos romanos, se encuentra la mezquita Banya Bashi, construida en 1576, y a la que sigue acudiendo la comunidad musulmana diariamente desde entonces. Es un testimonio arquitectónico de la Sofía que permaneció durante cuatro siglos bajo dominio del Imperio otomano, tras su conquista en 1382. Con los otomanos la ciudad se llenó de mezquitas, baños públicos y fuentes, y en ella también convivieron durante algunos años cristianos y judíos. Aunque la mayoría de los católicos emigraron a otras regiones europeas durante este periodo de dominación.
Ya en pleno siglo XIX, la guerra impulsada por el zar de Rusia para liberar a los pueblos eslavos del dominio otomano propició la creación del Principado Autónomo de Bulgaria en 1878. Como recuerdo de aquella victoria eslava se construyó en Sofía la imponente catedral ortodoxa de Alejandro Nevski. El nombre le viene de la consagración del templo al famoso príncipe ruso que fue nombrado santo de la iglesia ortodoxa por el zar Alejandro II y canonizado en 1547. En su momento fue una manera de recordar y rememorar esa lucha común contra el invasor, pero durante la Primera Guerra Mundial el nombre de la catedral cambió a San Cirilo, ya que Bulgaria y Rusia combatieron en bandos opuestos. En 1907 también se levantó una sinagoga, que es la más grande del Este de Europa.
El siglo XX fue un periodo muy complejo para Bulgaria con dos guerras de los Balcanes en 1912 y 1913, la participación en la Gran Guerra, y la destrucción de gran parte de Sofía durante la Segunda Guerra Mundial. Tras la victoria aliada, en Bulgaria se celebraron unas elecciones que ganaron los comunistas del Frente Patriótico. En consecuencia, el 15 de septiembre de 1946 el líder soviético Georgi Dimitrov declaró la República Popular de Bulgaria y la monarquía tuvo que exiliarse porque su vida corría peligro si se quedaban.
En Sofía se instauró un régimen totalitario y no fue hasta la caída del telón de acero que Bulgaria no recuperó su libertad. Esta breve ruta histórica por Sofía podría acabar perfectamente frente a la estatua de Santa Sofía, elevada sobre la misma columna de 24 metros de altura que sustentaba la figura de Lenin, como ejemplo del pasado reciente y presente de Bulgaria. No es antigua, se colocó en 2001, el mismo año que los búlgaros eligieron a su rey exiliado, Simeón II, como primer ministro.